El Dios autor de tanta ternura, y la Natividad es una muestra de ella ¿nunca sufrirá al saberse olvidado o despreciado?
SIEMPRE ESTÁS AHÍ
¡Buenas noches, Dios!
Ya sé que puede sonarte raro que te escriba, en vez de hablarte, como lo hago normalmente, pero resulta que hoy quiero contarte más cosas de lo normal. Algunas podrán parecerte muy tontas; ninguna nueva porque Tú lo sabes todo y otras, esperando que no te molestes, quizás atrevidas.
Verás, entre las tontas están mis impresiones de la Navidad que cada año se vuelve más digital, particularmente en el mundo de las tarjetas de felicitación; ¿qué fue de las tarjetas manuscritas, personales?. Ahora se estila la felicitación digital, fría ilusión óptica de la realidad virtual que se nos está imponiendo en el vivir actual. Otra de las cosas tontas, es la evidencia cada día más marcada, de lo que el gran QUEVEDO, señaló en su impresionante poema: “Poderoso caballero es Don Dinero”. “Madre, yo al oro me humillo/él es mi amante y mi amado,/pues de puro enamorado/anda de continuo amarillo:/pues que doblón o sencillo/hace todo cuanto quiero,/Poderoso caballero es don Dinero, es práctica común en el mundo que vivimos; pues un Real Club de Fútbol como el Madrid, va a quitar de su corona (que le fue autorizada por el Rey) la pequeña cruz que domina la cúspide de la misma, para no molestar a la Arabia Saudí, que es quien va a patrocinar este Club ya de por sí rico, con millones de Euros Poderoso caballero es don Dinero. Y para más alevosía del club, en la última edición del “Mundialito” no pocos comentaristas han hablado que se enfrentaban por el título: el San Lorenzo de Argentina, el equipo del Papa, y el equipo de Dios, el real Madrid ¿será majadería?; sí, ya sé que estas cosas sólo te hacen reír, pero a mí, me animan a desapuntarme de tanta tontería y mediocridad espiritual.
Espero que no te rías con mi carta y la puedas recibir con la amorosa misericordia que tu Hijo Jesús de Belén nos enseñó que Tú eres, y que siempre estás ahí. Y mucho menos espero que no te enfades, cuando te comparta esta noche, unos extraños pensamientos que rondan “Desde el Corazón”. Me duele un poco el alma, descubrir que hay algo que Tú, Dios con toda tu omnipotencia, tienes menos suerte que nosotros los humanos. Tú no puedes orar el “Padre nuestro” y es que en rigor Tú eres el único huérfano entre todos los seres que existen. Porque si a los humanos se nos mueren los padres de la tierra, tenemos siempre como gozosa alternativa, el Gran Padre que siempre está ahí, Tú. Pero… y Tú, ¿a qué padre podrías acudir si algún día sintieses (si es que puedes sentir) tristeza?; ¿a quién podrías orar cuando las cosas te desaniman o desilusionan por nuestra desidia y banalidad espiritual? o ¿es que todo te va bien?; ¿no te duele la suciedad de este mundo que es tuyo?; ¿nunca necesitas ser sostenido como lo precisó en el Huerto tu Hijo? ¿Te sostienen entre sí las tres Divinas Personas?; ¿es tan potente tu alegría interior que todas las penas te rozan sin herirte?. ¡Cuando tu amor se ve –tantas veces demostrado! ¡Tantos millones de veces! –defraudado- ¿sobre qué hombro lloras?.
Sé “Desde el Corazón" muy bien que todo esto que te estoy escribiendo es terriblemente humano y, por tanto, falso aplicado a Dios. Pero el Dios autor de tanta ternura y la Natividad es una muestra de ella ¿nunca sufrirá al saberse olvidado o despreciado?
Pensando en todo esto, hasta me he preguntado cuál podría ser la oración tuya; cual podría ser tu “Padre nuestro, y me he atrevido como, “aprendiz de escribidor”, que podría ser algo parecido a esto:
“Hijo mío que estás en la tierra, preocupado, manipulado, seducido por tu mundo, yo conozco tu nombre y lo pronuncio santificándolo porque te amo. No, no estás solo, sino habitado por Mí, y juntos construiremos este reino del que tu vas a ser heredero. Me gusta que hagas mi voluntad porque mi voluntad es que tú seas feliz, ya que mi gloria como cantaron mis ángeles es darte la paz y mostrarte mi buena voluntad. Cuenta conmigo siempre, pues buscando Mi Reino, tendrás el pan para el día y todas las demás cosas te serán añadidas, sólo te pido que sepas compartirlo con tus hermanos. Sepas que perdono todas tus ofensas antes incluso de que las cometas, por eso te pido que hagas lo mismo con los que te ofenden. Para que nunca caigas en la tentación cógete fuerte de mi mano y yo te libraré del mal, pobre querido hijo mío”.
Gracias por estar siempre a la escucha, Padre de Jesús y Padre nuestro, recibe con benevolencia estas palabras de un modestísimo creyente que delante de Ti no es más que un niño pequeño, sólo capaz de balbucir, entrecortadamente, unas ideas que salen del corazón.
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