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¿De qué van tus festejos?

Nuestro Padre nos ayude a tener compasión de nuestros semejantes, más que nunca en estos días cuando la mayoría va a entregarse a unos festejos sin importar el por qué.

AGENTES DE CAMBIO AUTOR Óscar Margenet 06 DE DICIEMBRE DE 2014 22:50 h
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Faltan pocos días para finalizar un año más de vida. Vivimos en un mundo contradictorio, inmersos en un mes invadido por la fiebre de festejos consumistas. Mientras unos pocos ricos gastan sin fijarse en montos, los más evalúan qué es lo que podrán hacer con lo que tienen. Para los más el almanaque son sus situaciones desesperantes: condenados a sufrimientos sin alivio, injusticias sin penalización, dolores sin calma, desgarradoras separaciones e irreversible muerte.



¿A cuál de los grupos se inclina más la familia de fe en estos días? ¿Al más cercano conformado por los que festejan, o al lejano constituido por incontables prójimos que lloran?



No existe incompatibilidad alguna entre gozar con los que gozan y llorar con los que lloran. Está claro que los que gozan ya fueron consolados: pero, la bienaventuranza refiere únicamente a los segundos:



“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”1.



Ante la muerte de un ser querido se pone a prueba esto del consuelo. ‘Es la ley de la vida’ repiten los que quieren consolar o auto consolarse. Pero esa ‘ley’ no se aplica a la muerte de un hijo, de una hija; va en contra de ella que un padre, una madre, deba sepultar a su descendencia.



Jacob lloró sin consuelo cuando le anunciaron la muerte de su amado hijo José2. Sin saber que había sido engañado, y que a esas horas José había sido vendido “a Potifar, oficial de Faraón, capitán de la guardia” 3 Jacob está abatido y desconsolado. Era tal su amor por José, que dijo estar dispuesto a guardar su duelo hasta el día en que él también muriese y se encontrase con su hijo en el Seol4.



‘Mi más sentido pésame’ es la fórmula. La decimos cuando corresponde, con rostros de circunstancia y luego, ya cumplido el trámite, nos vamos a seguir con nuestras ‘obligaciones’ y ‘responsabilidades’.



¿Es esta la manera de brindar y recibir consolación? ¿No se tratará de algo definitivamente mejor?



 



¿QUÉ SIGNIFICA CONSOLAR?



Consolar significa, aliviar la pena o el sufrimiento de otros. Hacer algo más ligero, menos pesado, calmar a otras personas. Es obvio que, para consolar, es necesario tener compasión. Esta característica del cristiano genuino es la que permite que se establezcan lazos fraternos entre seres de distintos estratos sociales. Sentir lástima por el otro no es tener compasión.



Corremos peligro de endurecernos frente al dolor ajeno. Una de las formas de idolatría menos combatidas en la iglesia es la de ponernos por encima de los demás. Duele reconocer el hecho de que por tanto buscar las bendiciones de Dios que creemos merecer, olvidemos que hemos sido librados de la condenación para ser agentes transmisores del consuelo divino a los demás.



Al ocuparnos de nosotros mismos y no practicar la compasión dejamos en manos de nuestro Dios aquello que Él intenta poner en las nuestras. ¡Es verdad que solo Dios consuela! Pero ¿por qué creemos que siempre lo hace por medio de otros, y nunca –o rara vez- por nuestro intermedio?



La iglesia de Cristo es la que le tiene como cabeza. Lo que movió a Jesucristo a obrar nuestra salvación fue su compasión. Dios Padre le comisionó a venir al mundo porque tuvo compasión de nosotros, sus criaturas perdidas y condenadas. Esa actitud de Jesús es descrita cuando al ver a las multitudes tuvo compasión de ellas, porque eran como ovejas que no tenían un pastor que las cuide5. ¡Tan diferente motivación es la que se palpa en iglesias que han sido reducidas a rebaños cautivos en lujosos cotos de caza administrados por pastores ambiciosos y sin compasión!



 



¿CUÁNDO ES TIEMPO DE CONSOLACIÓN?



La retribución de Jesús para los que lloran está expresada en tiempo futuro. Esto llama a confusión a los que, atareados con los preparativos de Navidad, Año Nuevo y Reyes, no tienen tiempo para pensar. Menos para meditar en esta palabra dicha por el Señor Jesucristo, que es válida para todo tiempo del año; pues ‘los que lloran’ está en tiempo presente; la ocasión de consolar a alguien siempre es hoy.



Es cierto, nuestro Dios – que para nuestro bien todo lo puede – habrá de proveer la consolación para los que lloran mientras otros celebran. El error es asociar esa verdad con la excusa de preguntar: ¿No hay acaso en mi iglesia pastores, diáconos, presbiterio, comisiones, obreros, que se encargan del ministerio de consolación? Si empleamos esta filosofía, lo que estamos diciendo en realidad es ‘ahora mismo no tengo tiempo para dejar de hacer lo que estoy haciendo y pensar en consolar a nadie’.



Si nos sintiésemos incómodos en este sistema engañoso mundano – como el que impulsó a obrar sin compasión a los hijos de Jacob – permitiríamos ahora que el Espíritu Santo nos guiase para ser de bendición de los que necesitan ser consolados por el Señor; y también seríamos bendecidos.



El Señor nos está diciendo en esta bienaventuranza que nunca olvidemos a los que lloran, pues la consolación que Él les promete va a pasar ineludiblemente por nosotros; única manera de que llegue a destino pues, como veremos, nosotros hemos sido consolados para poder consolar.



 



LA IGLESIA VERDADERA ES LA QUE CONSUELA



Dios se presentó a Israel como el que consuela6; Jesús se refirió a sí mismo y al Espíritu Santo como ‘consolador’7, el que consuela. Está afirmado por mano de Juan quien narra el momento cuando el Señor promete enviar “otro consolador” a sus discípulos, en referencia al Espíritu Santo8.



Teniendo pues las Escrituras que tan claramente nos presentan la manera en que un Dios compasivo obró con nosotros por pura gracia, ¿a qué esperamos para obrar consolación en medio de los festejos (muchos de ellos locos) que se avecinan?



“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.



Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación.



Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos.



Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.9



Se trata, entonces, de aliviar las cargas de los que nos rodean en la vida diaria: vecinos, compañeros de trabajo o de estudio, colegas de profesión o de asociaciones seculares, anunciándoles al Único que puede cambiar sus vidas y circunstancias como lo hace con nosotros. La prioridad está puesta por el Señor: id por todo el mundo10; y también ayudar a aquellos que vienen a nuestra congregación, sean hermanos o hermanas en Cristo o simpatizantes que aún no han tenido un encuentro personal con Jesucristo, como el propio apóstol Pablo aconseja a los miembros de la iglesia en Galacia:



“Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.” 11



Podemos concluir estos comentarios sobre las dos primeras bienaventuranzas diciendo en primer lugar, que el Señor afirma con claridad que el reino de los cielos pertenece a los pobres de espíritu, que son -en su mayoría - pobres también en lo material. Que ellos, los que lloran a causa de su condición, o por causa de quienes los han condenado a sufrirla, serán consolados.



Tanto el presente como el futuro del que llora desde su condición de pobreza están en las manos del Señor Jesucristo.



En segundo lugar, la iglesia – el cuerpo de Cristo - no está compuesta por una élite de premiados. Por el contrario, es una muestra visible de lo que es el amor de Dios por sus criaturas condenadas:



Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.



Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos).”12



El deseo del Señor es que demos testimonio a quien nos pida razón de nuestra esperanza que es Cristo. Nadie nos pedirá tal cosa si no marcamos la diferencia con los que aún vagan en las tinieblas.



Nuestro Padre nos ayude a tener compasión de nuestros semejantes, más que nunca en estos días cuando la mayoría va a entregarse a unos días festivos sin importar el por qué. Y Él nos libre de creer que si no tenemos necesidad material no tenemos motivos para llorar.



Quizás el no pasar por dificultades sea motivo necesario y suficiente para caer de rodillas y llorar arrepentidos por nuestra ingratitud. Cuando somos perdonados, y alabamos a Dios por habernos elegido sin merecerlo, entonces somos usados por Él para ser de consuelo, así como el Señor Jesucristo nos consuela. Deseo fervientemente ser parte de la iglesia que es fuente de consolación.



 



-----ooooo0ooooo-----



Notas



1. Mateo 5:4.



2. Génesis 37:35 - “Y se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo; mas él no quiso recibir consuelo, y dijo: Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol. Y lo lloró su padre.”



3. Ibíd 36.



4. Seol (también Abadón). Palabra de origen hebreo que encuentro 65 veces en el AT; significa, básicamente, el sepulcro donde van a pararlos muertos (Génesis 37:35; 42:38; 44:29, 31; Deuteronomio 33:22; 1ª Samuel 2:6; 1ª Reyes 2:6, 9; Job 7:9; Salmos 16:10; 89:48; 139:8; 141:7; Proverbios 15:24; 23:13, 14; 30:15, 16; Eclesiastés 9:10; Isaías 38:10, 18; Ezequiel 31:17; Amós 9:2; Habacuc 2:5). Específicamente, ese lugar es entendido como teniendo dos compartimento. En el AT: Números 16:30, 33; Job 14:13; 24:19; Salmos 9:17; 31:17; 55:15; 116:3; Proverbios 9:18; Isaías 5:14; 14:11; 57:9; Ezequiel 32:21, 27; Jonás 2:2; en uno están los que padecen tormentos a causa de sus pecados y en otro los que son consolados por haber confiado en Jehová. En el NT su equivalente es el Hades (Mateo 11:23; 16:18; Lucas 10:15; 16:23; Hechos 2:27, 31; Apocalipsis 1:18; 6:8; 20:13, 14).



5. Mateo 9:36; 14:14; Marcos 6:34.



6. Isaías 51:12.



7. Consolador. Es la traducción de un término griego, parakletos, usado en ocasiones en la forma castellana paráclito o paracleto. También se usa respecto del Señor Jesús como intercesor o abogado 1ª Juan 2:1



8. Juan 14:16, 26; 15:26; 16:7.



9. 2ª Corintios 1:3-7; ver 13:11 también: “Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros.” (Negritas del autor)



10. Marcos 16: 15.



11. Gálatas 6:2,3.



12. Efesios 2:1-5.


 

 


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