Veremos tres puntos: 1) María la toda santa; 2) María ya glorificada en cuerpo; 3) María, el ejemplo a seguir.
Por fin hemos llegado a nuestro destino, amados y amadas: el cuarto y último estudio sobre la Mariología del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. Espero que hayáis disfrutado del viaje. Yo sí. Habéis sido unos compañeros de viaje majísimos. Gracias.
A lo largo del último mes hemos analizado las preguntas 196, 197 y 198 del Compendio. Hoy nos toca la pregunta 199.
“¿Qué dice?”
Buena pregunta.
Dice lo siguiente.
#199
¿De qué modo la Virgen María es icono escatológico de la Iglesia?
Contemplando a María, la toda santa, ya glorificada en cuerpo y alma, la Iglesia ve en ella lo que la propia Iglesia está llamada a ser sobre la tierra y aquello que será en la patria celestial.
Dividiremos nuestro escrito en tres partes: 1) María, la toda santa; 2) María, ya glorificada en cuerpo; y 3) María, el ejemplo a seguir.
1.- MARÍA, LA TODA SANTA
El Catolicismo confiesa que María es la toda santa. Su creencia es que la madre de Jesús nunca pecó. Explica la pregunta 96 del Compendio que María fue “concebida inmaculada. Esto significa que, por la gracia de Dios y en previsión de los méritos de Jesucristo, María fue preservada del pecado original desde el primer instante de su concepción”. Y luego la 97 añade que, “Por la gracia de Dios, María permaneció inmune de todo pecado personal durante toda su existencia”.
Si eres un fan de la Biblia y la lees con seriedad, ahora mismo estarás pensando dentro de ti: “¿Qué? ¿Cómo puede ser? ¿En qué estaban pensando los redactores del Compendio? ¿Cuál versión de la Biblia leerán? ¡Madreee míaaa!” (Por cierto, nunca mejor dicho).
María, como todos sabemos, no permaneció inmune de todo pecado. Antes que nada, la madre de Jesús confesó que, “Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1:47). ¿Cuántos seres inmaculados necesitan un salvador? ¡Ninguno! La verdad archiconocida de Romanos 3:23 se aplica a ella también: “Por cuanto todos pecaron (María incluida) y están destituidos de la gloria de Dios (María incluida)”. No hay tal cosa como un ser humano inmaculado. La Biblia explica que sólo hay una persona que vivía libre del pecado. Y no fue María, sino Jesús (Hebreos 4:15). María, pues, necesitaba ser salva. Jesús no.
La razón por la cual los católicos apoyan la teoría de la concepción inmaculada de María tiene que ver con su defensa doctrinal de la impecabilidad de Cristo. Deducen que María tenía que ser inmaculada para dar a luz a un ser sin pecado (Jesús). No obstante, si María fuera concebida inmaculadamente, ¿por qué no lo sería también su madre y su abuela y su bisabuela y su tatarabuela, etc.? ¿Dónde para el proceso? Aquí el Protestantismo afirma que Dios, de alguna forma milagrosa, protegió a Cristo en el vientre de su madre con el fin de que no fuese afectado por el pecado original. En términos del teólogo sistemático reformado Luis Berkhof, “Este nacimiento maravilloso fue debido a la influencia sobrenatural del Espíritu Santo, quien al mismo tiempo, preservó la naturaleza humana de Cristo de la contaminación del pecado ya desde su misma concepción”.1
Evidentemente creemos que María, cuando murió, pasó a la presencia de Dios y ahora vive en santidad perpetua pero negamos rotundamente que viviese sin pecado durante su estancia en la tierra. En fin, María era pecadora también.
Ligada al concepto romano de la impecabilidad de María es la convicción de su perpetua virginidad. La pregunta 99 del Compendio se lee: “María es siempre virgen en el sentido de que ella ‘fue Virgen al concebir a su Hijo, Virgen durante el embarazo, Virgen en el parto, Virgen después del parto, Virgen siempre’ (san Agustín)”.
Pedro Puigvert (1943), protestante español renombrado y experto en el Catolicismo Romano, responde categóricamente: “Nosotros no tenemos ningún problema en reconocer la virginidad de María en cuanto a que [Jesús] fue engendrado por el Espíritu Santo, tal como afirma el Evangelio, pero el resto del dogma es fruto de ideas sacadas de historias apócrifas que circularon a partir del siglo V. Lo que aceptamos es la enseñanza del Nuevo Testamento sobre la concepción sobrenatural de Jesús, no la perpetua virginidad de María”.2
Puigvert cita el texto de Mateo 1:25 para enseñar que María sí tuvo relaciones con su marido José después de dar a luz a Jesús. Menciona una cita importante de Francisco Lacueva la cual explica la fuente histórica de la doctrina de la perpetua virginidad de María: “Su origen va ligado al aprecio creciente de la vida monástica y al menosprecio del matrimonio (estado de imperfección)”. Tristemente, según la mentalidad católica, el acto sexual llegó a ser algo sucio, vergonzoso y pecaminoso cuando las Escrituras revelan que es un regalo precioso del Creador.
María, entonces, no era pecadora por casare ni por tener relaciones sexuales con su marido. Era pecadora porque formó parte de una raza caída y cometió actos de pecado a lo largo de su vida terrenal.
2.- MARÍA, YA GLORIFICADA EN CUERPO
En este segundo punto nos referimos a algo que ya vimos en nuestro segundo estudio sobre la Mariología de la Iglesia Católica Romana. Los mariólogos profesan fe en la doctrina de la Asunción. Se trata del mito, establecido como dogma por Pío XII en noviembre 1950, de que María ascendió corporalmente al cielo.
Aquí nos distanciamos del Compendio por la misma razón teológica que dilucidamos hace dos semanas con las siguientes palabras: “A María le pasó lo mismo que a todos los creyentes que se murieron después de la resurrección del Señor. Su alma pasó directamente a la presencia de Dios, esperando el Gran Día de la resurrección general cuando su alma será reunida con su cuerpo glorificado”.
María no tiene su cuerpo glorificado todavía. Pero Jesús sí lo tiene.
3.- MARÍA, EL EJEMPLO A SEGUIR
El último punto es que María es nuestro ejemplo a seguir, o, como lo pone el Compendio, “La Iglesia ve en ella lo que la propia Iglesia está llamada a ser sobre la tierra y aquello que será en la patria celestial”.
Es del todo cierto que María es un gran ejemplo a seguir. Amén. Amamos a María y queremos ser como ella. Su fe y obediencia a Dios nunca dejan de sorprendernos. Pero podríamos decir lo mismo de muchos otros hombres y mujeres de Dios en la Biblia. Por un lado, queremos ser como Abraham, Daniel y Pablo. Por otro lado como Débora, Ester y María Magdalena. Tenemos tanto que aprender de todos ellos (y ellas).
El problema que tenemos los protestantes con la Mariología católica es que pone demasiado énfasis en la madre de Jesús. Más allá de Abraham, Daniel, Pablo, Débora, Ester, María Magdalena y María (madre de Jesús) se encuentra el Ejemplo de ejemplos, el Protagonista de protagonistas, la Autoridad de autoridades espirituales, esto es, el Señor Jesucristo.
En gran parte estos artículos que hemos publicado en este último mes criticando el Compendio son fruto de nuestro amor por Cristo. No queremos que nada ni nadie quite nuestra mirada de Él. Jesús es el centro, el meollo y la esencia de nuestra fe protestante. Consiguientemente predicamos agresivamente en contra de cualquier figura que le quite al Señor la centralidad (sea viva o difunta). María era una maravillosa mujer de Dios. De eso no dudamos. Pero en última instancia nuestra fe no descansa en ella. No depende de ella. No existe por ni para ella. Nuestra fe cristiana descansa en Jesús, depende de Jesús y existe por y para Jesús.
CONCLUSIÓN
Antes de cerrar esta serie de cuatro mensajes sobre la Mariología del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, volvamos a comentar lo que hemos aprendido hoy:
1.- María la toda santa. No, María no fue concebida inmaculada. Era igual de pecadora que todos nosotros y entró en el cielo por la pura gracia de su Salvador; no por su impecabilidad personal. El único impecable es Cristo.
2.- María, ya glorificada en cuerpo. No, María no tiene su cuerpo glorificado todavía. Lo recibirá en el Gran Día escatológico con el resto de los hijos e hijas de Dios.
3.- María, el ejemplo a seguir. No, María no es el ejemplo a seguir sino un ejemplo a seguir. El ejemplo a seguir es Jesús.
¡A Cristo, el todo santo, sea la gloria!
¡A Cristo, el ya glorificado en cuerpo, sea el honor!
¡A Cristo, el ejemplo a seguir, sea el dominio por los siglos de los siglos!
Amén.
...
1 BERHOF, Luis, Sumario de la doctrina cristiana (T.E.L.L.: Grand Rapids, 1966), p. 123
2 Esta cita la he sacado de una monografía del hermano Puigvert (que me envió personalmente) titulada: ¿Existe una mariología evangélica? No tiene desperdicio.
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