¿Qué hacemos con la oración mariana? La denunciamos como idolatría y la rechazamos en el nombre de la gloria de Dios.
¡Saludos, amigos y amigas!
Aquí estamos de nuevo con nuestro tercer (y penúltimo) estudio sobre la Mariología del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. En las últimas dos semanas, hemos criticado las preguntas 196 y 197 del Compendio y hoy nos toca la pregunta 198.
Como siempre, vamos a empezar citando el Catecismo para luego analizarlo a la luz de las Escrituras.
#198: ¿Qué tipo de culto se rinde a la Virgen María?
A la Virgen María se le rinde un culto singular que se diferencia especialmente del culto de adoración, que se rinde sólo a la Santísima Trinidad. Este culto de especial veneración encuentra su particular expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios y en la oración mariana, como el santo Rosario, compendio de todo el evangelio.
Dividiremos nuestra investigación en tres grandes preguntas: 1) ¿Hay que rendir un culto de veneración a María?; 2) ¿Es María la Madre de Dios?; y 3) ¿Qué hacemos con la oración mariana?
1.- ¿HAY QUE RENDIR UN CULTO DE VENERACIÓN A MARÍA?
La pregunta 198 del Catecismo diferencia lingüísticamente entre la adoración y la veneración. La distinción clave, según el Catolicismo, reside en que la adoración se dirige únicamente a Dios mientras que es posible honrar a los santos en general y venerar a María en particular. Tradicionalmente Roma ha empleado tres vocablos griegos para justificar su veneración a María, a saber, latría (adorar); dulía (honrar); e hiperdulía (venerar). Latría es para Dios; dulía es para los santos; e hiperdulía es para la Virgen.
El gigante protestante Juan Calvino ya condenó tal juego de palabras en el siglo XVI. Además de descartar la legitimidad teológica de los tres términos, en su Comentario a los Hechos preguntó a sus lectores, ¿cuántos católicos, a nivel práctico, realmente entienden la distinción entre latría, dulía, e hiperdulía?[1] Cinco siglos más tarde, me gustaría repetir la misma pregunta.
Y otra pregunta que me gustaría hacer es: ¿dónde encuentran nuestros amigos católicos dicho concepto de veneración a María en las Escrituras? Nadie pretendió venerar a la madre de Jesús en la Biblia. Sí, es una mujer bendita y favorecida por el Señor. ¡Amén! Pero también lo son todas las mujeres de Dios que han sido salvas por la gracia del Altísimo. ¿Te acuerdas de las palabras de Jesús en el Evangelio? Preguntó, “¿Quién es mi madre?” Y contestó, “Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (Mateo 12:46-50).
Pedro, Pablo, Bernabé y hasta los ángeles se negaron a ser adorados en el Nuevo Testamento. Pero en ningún momento dijeron, “¡No nos adoréis a nosotros! ¡Venerad a la bendita Virgen de Galilea!” Sabían que la veneración y la adoración pertenecían solamente al Señor Dios Todopoderoso.
Ahora bien, con esto no estamos diciendo que no sea correcto honrar a los siervos y siervas del Señor. Pablo escribió en Romanos 13:7, “Pagad a todos lo que debéis… al que honra, honra”. Un ejemplo muy real en mi vida reciente ha sido la despedida del hombre de Dios Francisco Jiménez. Después de 17 años de servicio al Señor en mi pueblo (La Carlota), Dios le ha llamado a los EEUU como misionero. Qué gozo nos dio en la Facultad de Teología de Córdoba poder honrarle públicamente esta semana pasada por la gran labor que ha realizado aquí a lo largo de las últimas dos décadas. Con razón le honramos y siempre nos acordaremos de él. No obstante, no vamos a empezar a rendirle culto ni invocar su nombre en oración.
Aplicamos la misma regla a María. No hay duda de que era una mujer muy usada por Dios. Era fiel al Señor y por lo tanto, como protestantes, aspiramos a seguir sus pisadas. La amamos porque, al fin y al cabo, es nuestra hermana mayor en la fe. Pero otra cosa bien opuesta es venerarla y darle un lugar en la Iglesia que, francamente, no le corresponde. María estaría más que horrorizada si supiera que tantos millones de católicos la veneran en el día de hoy. Es bueno acordarnos de su obediencia y fidelidad a Dios -¡desde luego que sí!- pero el Señor no nos permite que la veneremos.
De todas formas la distinción que traza el Catolicismo entre hiperdulía (venerar) y latría (adorar) no es convincente. De hecho, es bastante superficial. Por un lado dicen los católicos que no adoran a María. Pero por otro lado, le rinden culto y le oran a ella (como explica la pregunta 198).[2] ¿Acaso no se tratan de dos actos de adoración? Rendirle culto a alguien es adoración. Orarle a alguien es adoración. Cuando el Compendio pone que los católicos no adoran a María sino que simplemente le rinden culto y le oran a ella, es como decir: “No. No cometí adulterio. Simplemente me acosté con la mujer de mi mejor amigo” o “No. No robé nada. Simplemente cogí algo que no era mío”. Es un sinsentido lingüístico. Pueden llamar su ‘veneración’ a la Virgen por el nombre que quieran, sin embargo, sigue siendo adoración.
Así que, ¿hay que rendir un culto de veneración a María? ¡Para nada! ¡Ni en broma! ¡Ni veneración ni fiestas litúrgicas ni nada del estilo! El creyente es llamado a adorar a uno sólo, esto es, a Dios (Mateo 4:10). En palabras de nuestros antepasados reformadores: ¡Soli Deo gloria!
2.- ¿ES MARÍA LA MADRE DE DIOS?
El segundo punto de la pregunta 198 que nos interesa es el término ‘Madre de Dios’. Sé que es un término que muchos evangélicos critican en nuestros días. No obstante, he visto que muchos de mis hermanos y hermanas lo hacen en ignorancia sin entender el contexto histórico desde el cual la expresión surgió. Personalmente, no estoy en contra del concepto de ‘Madre de Dios’ (siempre y cuando entendamos claramente su contexto teológico). Déjame explicar el porqué.
‘Madre de Dios’ proviene del griego Theotokos. Se trata de un término que se empleó en el siglo V para combatir la influencia herética del nestorianismo. Los nestorianos, siguiendo la doctrina desviada de su líder Nestorio (386-451), enseñaban que había una separación tan radical entre la divinidad y la humanidad de Jesucristo de que en realidad era dos personas distintas. En términos sencillos, en Jesús había una persona divina y una persona humana. Para refutar esta idea falsa, el Concilio de Éfeso (431) utilizó el concepto de Theotokos para subrayar la unidad de las naturalezas divina y humana en Jesús (el término técnico sería unión hipostática). Con Theotokos la fe ortodoxa quiso dar a entender que María no solamente engendró a un hombre, sino al mismísimo Hijo de Dios. Gracias a la noción de Theotokos los nestorianos fueron vencidos.
Reconozco que el problema que tenemos con el concepto de Theotokos tiene que ver con lo que, a primera vista, parece implicar. Alguien oye que María es la Madre de Dios y enseguida piensa que se refiere a que la Virgen engendró a Dios en la eternidad. Pero esto no tiene nada que ver con lo que el término ‘Madre de Dios’ procuró enseñar. Sencillamente quiere transmitir la idea de que Jesús es una sola persona (no dos) con una doble naturaleza: divina y humana. Teológicamente hablando, el concepto ‘Madre de Dios’ no busca glorificar a María sino aclarar quién era Jesús de Nazaret. Es decir, es un término cristológico no mariano.
Por lo tanto, no hace falta preocuparnos por la inclusión de tal concepto en el Compendio o en la teología. Es perfectamente justificado con tal de que sepamos a lo que alude. Sólo tenemos un problema cuando alguien abusa del concepto Theotokos para glorificar a María.
3.- ¿QUÉ HACEMOS CON LA ORACIÓN MARIANA?
Nuestro tercer punto se refiere a la última frase de la pregunta 198 donde explica que una parte de la veneración a María es “la oración mariana, como el santo Rosario, compendio de todo el evangelio”.
Antes que nada, no sé de qué evangelio estarán hablando los redactores del Compendio. El evangelio apostólico no se centra en la intercesión de María sino en la obra del Señor Jesús. Pablo define las buenas noticias de la siguiente manera: “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3-4). El verdadero evangelio es el evangelio de Jesucristo. Se trata de Él, no de su madre.
Otra cosa: ¿cómo es posible esperar que los discípulos de Jesús oren a alguien que no sea Dios? ¿Acaso es María todopoderosa? ¿Cuándo se convirtió María en Dios? En mis charlas personales con mariólogos, me han explicado que la razón por la cual oran a María es porque es una mujer. De alguna forma ella es más sensible, tierna y suave que Dios y por lo tanto, hace más caso a nuestras lágrimas y necesidades. Consiguientemente, hay que intercederle a ella para que ella luego presente nuestra petición delante de Dios. Honestamente, tal razonamiento me parece blasfemo y sumamente irreverente. ¿No es el Señor un Dios lleno de misericordia? ¿No fue su amor el que dio a luz al evangelio? ¿No vino Jesús al mundo para hablarnos acerca del Padre celestial que se preocupa por sus hijos y provee de sus necesidades? ¿No resaltan una y otra vez los escritores del Nuevo Testamento la asombrosa noticia de la libre gracia de Dios? Es este Dios el que nos da el gozo de acercarnos a Él –y sólo a Él- en oración. La oración es para Dios. Aquí María no pinta nada. Repito lo que escribí la semana pasada en nuestro segundo estudio: “Bajo ningún pretexto podemos dirigirnos a María en oración”.
Así que, ¿qué hacemos con la oración mariana? Pues, la denunciamos como idolatría y la rechazamos en el nombre de la gloria de Dios. Los protestantes podemos decir con una sola voz: ¡a María nunca hemos orado y a María nunca oraremos! ¡Nunca jamás!
CONCLUSIÓN
Terminaremos nuestro estudio de la Mariología católica con la pregunta 199 la semana que viene (Dios mediante). Pero antes de acabar nuestro artículo de hoy, recapitulemos lo que hemos aprendido:
1.- ¿Hay que rendir un culto de veneración a María? Respuesta: ¡No, no, no! Amamos a María, admiramos su fe y queremos ser como ella pero esto no quiere decir que vayamos a venerarla.
2.- ¿Es María la Madre de Dios? Respuesta: Bueno, depende. Si ‘Madre de Dios’ quiere resaltar la unidad de las dos naturalezas en Jesucristo, no hay ningún problema. Pero si ‘Madre de Dios’ se refiere a que María engendró a Dios en la eternidad, entonces, no aceptamos el término para nada.
3.- ¿Qué hacemos con la oración mariana? Respuesta: la condenamos en el todopoderoso nombre del Señor. No debemos de orar a nada ni a nadie que no sea el Omnipotente. Sólo Él es digno de nuestra oración.
¡Nos vemos en siete días, queridos! ¡Hasta luego!
[1] CALVINO, Juan, Comentario a los Hechos de los apóstoles, Capítulo 10:25-27. Calvino habló en contra de la distinción entre dulía y latría en sus Instituciones también (Instituciones 1.11.11).
[2] En el Compendio, las preguntas 562-563 también habla sobre la importancia de la oración a María.
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