“Para ti”, fue la respuesta con la que contestaba a alguien que me preguntó porqué, aun en Agosto, seguía escribiendo. “Pero, con la variedad de temas que escribes ¿a quién van dirigidos?; “a ti, le contesté” y lo haría así a cualquiera que me cuestionase lo mismo. Porque a cada lector, individualmente, le destino estas páginas “Desde el Corazón”. No como un hecho consumado, sino como el esbozo de una conversación. Sin esta idea de diálogo, estas reflexiones no tendrían sentido. Porque mi soledad cuando escribo no sería sonora. Y escribo más para aprender que para comunicar, para disciplinarme en el aprendizaje de escribir, que para impresionar. La comunicación tiene que ser recibida, entablada de mutuo acuerdo o en mutuo desacuerdo. Hablar ex cathedra si no es la proclamación de la Verdad de Jesús, trátese de lo que se trate es una soberbia pretensión. Si alguien piensa que yo, “aprendiz de escribidor”, busco lucirme, escribiendo sobre lo que observo, opino o deseo, se equivoca. Yo busco conversar. Y en su más hondo sentido, como ya nos lo quiere indicar el origen del término: pues viene del latín “convertere”, “dar vueltas” a las palabras, comunicar, relacionarse, trabar o estrechar amistad unas personas con otras. O como lo dejó dicho el escritor portugués Fernando PESSOA, “nos otramos”, nos ponemos en el lugar del otro, y para ello hemos de salir previamente del nuestro (egocentrismo). Nos facilita la convivencia. O en la ciencia de Sócrates, quien le dará el sentido de búsqueda de la verdad o liberación del alma, partiendo del griego “dia-logos”, diálogo, que significa el encuentro entre dos logos. Como vía del lenguaje del alma y de la síntesis en el pensamiento de ORTEGA y GASSET, esta característica del “dia-logos” o encuentro de dos pensamientos, es la base del perfeccionamiento continuo, de la amplitud de criterio y del aspecto social de la conversación. Y en mis propios pensamientos el conversador es el que convive, el que demora en algo meditando sobre ello. Y aquí estoy en mi soledad de mi habitación del Seminario, conversando a solas. Con el gesto de escribir que ya es una dádiva, verse sobre lo que verse. Si el aprendiz de escribidor se introvierte y se analiza es para que la extraversión resulte más humana, más del corazón y espíritu. Mi soledad es una cámara de resonancia, como cuando el Altísimo me enseña “quedaos quietos y conoced que Yo soy Dios” y así, poco a poco, sólo los sones de afuera y del alma se alcanzan con mayor precisión. Detesto y huyo de la soledad vacía. Aquí está presente el mundo, y yo –a mente limpia, a corazón abierto y con alma dispuesta activo, en medio de él.
Es curioso que el ser humano se queje tanto de soledad. Entre calles rebosantes y edificios atestados, se encuentre solo. Porque no se encuentra, porque se ha perdido. Por eso identifica soledad con infelicidad o desamor. ¿Tiene sentido hablar si no se es escuchado?. ¿Tiene sentido escuchar sin poder adherirse o rebelarse?; de ahí estas mis páginas semanales dedicadas, con cariño especial, a los que se creen solitarios. Pero no a todos como si estuviese atado a la generalidad, sino mirando a cada uno a los ojos, llamando a cada uno por su nombre, y orando por cada uno en particular.
Sé que estas palabras las leerán muy pocos; mientras escribo “Desde el Corazón” sé que cuando las termine, no tendré a nadie a quien leerlas. A unos les llegarán más rápido por la internetecnología, a otros, algunos días más más tarde, pero espero que no pierdan su aroma, su verdad, su jugo, su pasión. Sigo siendo un “aprendiz de escribidor”, pero sé que alcanzarán su madurez en la forma y trato que las personas las reciban. No poseo palabras de vida eterna, pero conozco a Quien las posee y nos las comparte, pero creo en la Eternidad prometida y en la de cada instante. No aspiran a ser objeto de comentarios o crítica; son un recado personal, una tarjeta de presentación, una invitación a la compañía.
Las mando porque creo en el Dios que habla, que dialoga, que revela, que enseña, que salva; y yo no quiero ser mudo de Él. Una conversación deshilachada es mejor que el silencio indiferente. Un silencio compartido es mejor que la mudez. Una soledad sonora es mejor que una taciturna compañía. Ahora estoy aquí: solo, pero no sordo; callado, pero no olvidadizo. Para escuchar mejor, para estar mejor acompañado, mientras vayan llegando de uno en uno, los que llevo en el jardín del corazón. Para ti escribo. Para ti. Nunca para la masa. Para ti, en exclusiva. Ponme tú el copyright.
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