Desde hace algún tiempo no dejo de pensar en nuestras relaciones interpersonales; me estoy refiriendo a relaciones significativas, cercanas y cálidas y por supuesto genuinas.
Al parecer, el signo de este tiempo, es el que
cada uno va a lo suyo, o quizás se trate de que casi siempre estamos esperando algún tipo de compensación a cambio de prestar nuestra atención y consideración a los demás. Yo mismo me siento alarmado por la frivolidad de muchos, la poca afectividad de otros tantos y la falta de un respeto generoso hacia las personas que representan algo en nuestra vida y en nuestro ámbito de influencia.
Quizás lo que esta sucediendo, es que estamos perdiendo el interés real por los demás. Cuando la Palabra nos sugiere que añadamos a nuestra espiritualidad (piedad),
"afecto fraternal", incluso sigue diciéndonos
"que añadamos al afecto fraternal, amor", pero yo pienso que nuestra interpretación de estas palabras son un tanto abstractas. Porque también se nos instruye por la misma Palabra, para que nosotros mismos
"incorporemos a nuestra vida...afecto fraternal y también amor" y esto tiene que ver con acciones demostrativas de aprecio, respeto y amor desinteresado.
Frecuentemente me estoy preguntando a mi mismo, por qué soy tan distante o tan poco afectivo con muchas personas que se merecen mi atención y amor demostrativo, por supuesto, con gestos, saludos, interés por su bienestar y otras expresiones sinceramente genuinas.
En las comunidades cristianas se ha perdido mucho el interés real por "el otro/a"; aún entre los pastores en general observo como un cansancio sicológico al respecto.
Pensando en el porqué de este decaimiento fraternal, he llegado a suponer que pudiera ser, por tratar con tanta gente diferente y recibir muchas ingratitudes y desengaños en el desempeño pastoral. Pero también he llegado a la conclusión, de que no se trata del problema de los demás, sino de mi desgaste espiritual. Y aunque esto parezca una autocritica pública, no nos va nada mal, el ser confrontados con verdades tan importantes como la que hoy estamos describiendo en este artículo.
En la comunidad mesiánica del principio había un manual de estilo implantado en su mismo adn y era
"el amarse unos a otros con amor fraterno y entrañable" y esto los humanizaba al máximo y los convertía en
una Iglesia Irresistible para su generación en las relaciones humanas y en la sincera preocupación de los unos por los otros y esto resultaba en un estilo de vida envidiable para quienes les rodeaban, según nos relata el libro de los Hechos en el Nuevo Testamento.
Cuando Jesús les habló a sus discipulos sobre el nuevo mandamiento diciéndoles
“En esto conoceran todos que sois mis discipulos, en que os ameis los unos a los otros” les estaba hablando de una
revolución espiritual sin precedentes. La escenificación de este mandamiento se puede convertir en el arma más poderosamente evangelistica, sin palabras, y a la vez en una expresión suprema de la belleza de la santidad en acción. Esta es una sinergía realmente explosiva y transformadora.
Mi reflexión final sería que no nos abandonemos en nuestros egoísmos y en el desafecto hacia los demás. Incluso estos síntomas podrian trasladarse en el peor de los casos a nuestras propias familias y entonces la cosa podría convertirse en una cuestión más que preocupante, alarmante.
El Espíritu Santo es incansable e inasequible al desaliento y nosotros tomamos la determinación y las energías necesarias de El y de la Palabra de Cristo, que nos imparten buen ánimo y una gran capacidad para expresar afecto, bondad, amor y grandes derroches de amabilidad para todos...
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