“Encontré a Cristo en el Corán”, por Mario Joseph, Editorial Libros Libres, Alcobendas (Madrid) 2013. 244 páginas.
De vez en cuando leo artículos de prensa, especialmente en inglés, donde se refieren importantes conversiones de mahometanos al Cristianismo, casi exclusivamente en naciones del África negra y algunos en el norte de África.
Los autores de estos artículos suelen ser muy cautelosos para, dicen, evitar represalias contra los que abandonan el Islam. De aquí que no pueda aportar datos concretos, fiables, sobre el número de conversos y en qué países se producen, si bien se menciona
Nigeria. En este país conviven, no siempre abrazados, ni siquiera mutuamente tolerados, importantes sectores de población que siguen a Mahoma o a Jesús. Si en otros países no se da el mismo número de conversiones se debe a la falta de libertad religiosa.
El Islam niega el misterio de la Trinidad y la encarnación del Padre en el Hijo. Pero nacido y crecido en un país musulmán, afirmo que el 90 por ciento de los musulmanes no conoce el misterio de la Trinidad ni la divinidad de Cristo tal como lo explica la Biblia.
El Corán, libro sagrado del Islam, dice que la apostasía es peor que el crimen. En algunos países, entre ellos Pakistán y Afganistán, si un musulmán abandona su fe se expone a ser lapidado.
En 1953 el misionero Roger Burnier, de la Acción Cristiana en Oriente, publicó en Suiza un libro de 90 páginas que sólo existe en francés, titulado DE L´ISLAM A L´EVANGILE (Del Islam al Evangelio”).
Burnier relata la historia de siete destacados musulmanes convertidos al Evangelio. “Todos ellos –dice- sufrieron de diferentes formas por haber renunciado a Mahoma y seguir a Cristo”.
El autor de ENCONTRÉ A CRISTO EN EL CORÁN, Mario Joseph, nació en Kerala, India.
A los ocho años
fue internado en una escuela coránica a fin de prepararse para ser Imán (equivalente a sacerdote católico, pastor protestante o rabino judío). Cuando tenía 13 años ya había asumido a fondo las enseñanzas del Corán (libro sagrado de los musulmanes que para ellos tiene el mismo valor que la Biblia para los cristianos) y comenzó a predicar en público.
Cumplidos los 18 estaba considerado como uno de los imanes más jóvenes y más elocuentes del mundo. “Sin embargo –escribe- las enseñanzas contradictorias que hallé en el Corán me condujeron a una encrucijada de cuatro caminos en mi vida”.
Una noche, sin poder dormir a causa de las dudas, se le ocurrió orar a Cristo. “Verdaderamente esta oración me había buscado sin que yo lo supiera”, confiesa. Se cumplió en él el texto de 1ª de Juan 4:10: “en esto consiste el amor; no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros”.
La iniciativa la toma siempre Dios. Sin buscarle, Él nos busca. Perdidos, extraviados, confundidos, Dios acude a nuestro encuentro antes que imploremos su auxilio.
“Desde esa noche –sigue Joseph- mi vida ha estado llena de visiones de Cristo. Cada día he tenido una nueva percepción de Él. Alá me llevó a Cristo”.
Su fascinación por la figura de Jesús le condujo a un centro católico. Allí se produjo su conversión. Entonces era imán del Islam y respondía al nombre original de Sulainan.
Empezó para él el calvario. Cuando supieron que se había convertido al Cristianismo, sigue Joseph, “mi padre y mis hermanos me cogieron y ataron mis manos y mis piernas, me llevaron a un cuarto y arrojaron polvo de chile en mis ojos, nariz y boca. Durante días me tuvieron en el cuarto sin darme comida ni agua. Después de muchos días, mi padre entró lentamente en mi habitación. Soltó la cuerda que estaba atada alrededor de mis manos y pies, me afeitó la cabeza y me bañó. Después de eso me dijo: si todavía deseas ser cristiano, entonces no tengo otra opción que matarte”.
El padre sostenía un largo cuchillo en su mano derecha dispuesto a ejecutar sus intenciones. Casualidad o milagro, el padre cayó al suelo. Los demás hijos lo levantaron y llevaron al hospital. La puerta del cobijo donde hasta entonces había estado encerrado Joseph quedó abierta y pudo escapar. Inmediatamente se dirigió al centro católico.
Calmado el fuego de la persecución, Sulainan cambió su nombre por el de Mario Joseph. Debido a problemas de salud no pudo optar al sacerdocio católico. Estudió en la Escuela Biblia Divina y en otra de Bederda, ambas en la India. Posee un Master en Religión y Filosofía. Da clases de Filosofía en el Seminario Mayor Mary Motha. Contrajo matrimonio y tiene dos hijas.
Concluye Mario Joseph: “cuando abandoné a mis padres y a todos mis parientes, supe que tenía que enfrentarme a todo tipo de problemas. Tendría que llevar mi cruz, caminar al calvario y soportar todos los dolores y sufrimientos con alegría en mi corazón…. En los días en los que creía en el Islam, tenía miedo de Dios porque eso era lo que mi religión me había enseñado, a ser temeroso de Alá y buscar su misericordia. Sin embargo, ahora amo a Dios. El amor aleja todo temor, puede enfrentarse a cualquier oposición y soportar cualquier sufrimiento con paciencia”.
Discutiendo con un musulmán, Mario Joseph argumentó de esta manera: Mahoma es hombre, fue sólo un hombre, en tanto que Cristo ha sido siempre Dios y sólo se hizo hombre para salvarnos.
Si quieres comentar o