Presentar disculpas es un hábito muy respetado, incluso en los círculos seculares. Estamos rodeados de palabras de disculpa por todas partes; como usuarios del metro, de los trenes y en TV. Pero en medio de toda esta retórica de excusas ¿existe alguna forma de discernir la veracidad de todo ello?
Los padres aprenden rápidamente a evaluar las explicaciones de sus hijos. Decir “lo siento” no es de por sí una verdadera disculpa. Se necesita demostrar sentido de culpabilidad y ser consciente de que se pide perdón por haber hecho algo que salió mal.
Las
palabras de disculpa del Papa Francisco a los pentecostales italianos fueron
consideradas como el punto culminante de su visita a su amigo pastor Giovanni Traettino (28 de julio). Ambos hablaron sobre las desagradables discriminaciones que los pentecostales habían sufrido bajo el régimen fascista en los años treinta del pasado siglo cuando se les consideró una amenaza a la estabilidad del orden social y fueron severamente condenados al ostracismo.
UNA DISCULPA CONFUSA
La “disculpa” del Papa fue curiosa.
Las persecuciones de 1935 contra los pentecostales las ejecutaron el gobierno fascista y la policía, no la iglesia católica. Sin embargo, Francisco ofreció sus disculpas por estas persecuciones. La iglesia católica no tuvo un papel directo aunque fue el principal agente social que apoyó la cultura de la discriminación.
Por lo que podría haber pedido disculpas, no obstante, es por el pecado que hace siglos arrastra la iglesia católica de estar constantemente contra la libertad religiosa.
Es interesante resaltar que
Francisco nunca mencionó la libertad religiosa y en cambio hizo referencia a un simple episodio de intolerancia. Por tanto, en sus excusas no mencionó que la iglesia católica fuera también responsable por oponerse a la libertad religiosa sino que únicamente habló del pecado de “hermanos y hermanas católicos” que persiguieron a los pentecostales.
Mientras que
la iglesia católica de aquel tiempo estaba totalmente de acuerdo con el régimen fascista en el asunto de oponerse a las minorías y además, les proporcionaba su legitimidad cultural a cambio de favores y privilegios, Francisco minimizó el papel de la iglesia y lo centró en las personas. Se disculpó como “pastor” de aquellos individuos que persiguieron a los pentecostales pero
no asumió ninguna responsabilidad por la iglesia que ellos representaban y que ahora representa él. Según la enseñanza católica la iglesia, per se, nunca se equivoca; son los hijos de la iglesia los que pecan. Por una parte, se disculpó por los pecados que no hizo, pero por la otra no pidió excusas por los pecados que su iglesia sí cometió. Una manera confusa de ofrecer una disculpa.
UNA DISCULPA INCONSECUENTE
Además, espiritualmente hablando,
cualquier disculpa es real si implica la restauración y compensación para los que fueron agraviados, al menos en cierta medida.
En ningún momento habló de un compromiso para aceptar y llevar a cabo finalmente una libertad religiosa completa en Italia. La Iglesia Católica es el principal obstáculo en el reconocimiento de la igualdad de derechos y oportunidades para todos los grupos religiosos, pero Francisco guardó silencio sobre toda esta cuestión.
Unicamente pronunció palabras de “disculpa” sin tener el título institucional para hacerlo, sin tomarse en serio los pecados de la Iglesia y sin sugerir ninguna medida práctica que conduzca a la mejor solución de la libertad religiosa para todos.
El fascismo se acabó, las persecuciones contra los pentecostales han terminado, pero la libertad religiosa es todavía un problema para el país que la Iglesia Católica considera “su hogar”. ¿Cuál es el significado de pedir excusas si no hay un cambio de mentalidad y disposiciones prácticas para un mejor asentamiento de la libertad religiosa?
Un aspecto positivo de sus disculpas fue el rechazo de la palabra “secta”. “No sois una secta”, dijo a su audiencia Pentecostal. La etiqueta “secta” aplicada a los evangélicos y a los pentecostales la utilizaron regularmente Juan Pablo II y Benedicto XVI, los predecesores inmediatos de Francisco. No se ofreció ni una palabra de excusa por este tipo de lenguaje despectivo que ha sido estándar en muchos discursos papales relativos a los evangélicos. Podía haber pedido una disculpa en nombre de su iglesia y sus líderes, pero permaneció callado.
Las excusas son menos significativas para las cosas que pertenecen a un pasado lejano que para las que están sucediendo ahora. A pesar de todo el revuelo emocional que sus disculpas ocasionaron,
Francisco escogió una forma confusa e inconsecuente de decir “lo siento” al tiempo que mantiene la idea de que su iglesia nunca se equivoca.
Traducción: Rosa Gubianas
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