El significado crucial de la teología de la creación para la misionología [16] es probablemente el olvido más serio y grave en la teología evangélica.[17] Para nuestro tema, el punto central es que Dios es el Creador de toda la humanidad, tanto en su diversidad étnica, linguística y cultural como en su profunda unidad como una sola humanidad. Como Creador, Dios es Señor también de la historia, las naciones y las culturas.
La enseñanza bíblica de la creación nos da
una doble orientación para el tema de las culturas y sus respectivas religiones,
una desde la perspectiva de la creación misma y otra desde la perspectiva de la caída y el pecado.
Como ya hemos señalado, el mensaje bíblico afirma en muchas formas el valor positivo de las etnias y sus diversas culturas. Co
mo imagen y semejanza de un Dios creador, los seres humanos y sus comunidades son también creadores.
Desde Gén 1 (sojuzgad la tierra y señorear en toda la creación como virreyes del Creador) y Gén 2 (labrar la tierra y cuidarla, nombrar las cosas y así participar en su creación), Dios llama a la humanidad a ser co-creadores con él. La cultura es parte de esa tarea de co-creación, que en cierto aspecto está llamada a "completar" la creación.
¿Estaría completo el universo sin las nueve sinfonías de Beethoven o la Mona Lisa de da Vinci? ¿Estaría completo sin el Popol Vuh y las pirámides mayas de Centro América? ¡La cultura también sirve para "llenar la tierra"!
Aún la religiosidad de los pueblos no-judeo-cristianos debe verse en parte como resultado y manifestación de la imagen de Dios en el ser humano y las comunidades humanas. Si los humanos no fuéramos imagen de Dios, no estaría dentro de nosotros esa insaciable búsqueda de algo mayor y más allá de lo cotidiano (Ecl 3.11).
La ética de algunas religiones, por ejemplo, puede plasmar la realidad de la imagen divina dentro de aquellas culturas. Aunque los cristianos creemos que sólo las Escrituras son la Palabra de Dios canónica y revelación salvífica (revelación especial), la teología cristiana ha reconocido también una "revelación general", que implica las posibilidad de que Dios también en su "gracia común" haya revelado verdades dentro de esas culturas y religiones.
Esta problemática tiene dos polos: 1) la revelación divina y 2) la salvación.
La epístola a los Romanos parece afirmar no sólo la revelación general (1.18-20 la creación; 1.32; 2.14s la conciencia)[18] sino también una cierta posibilidad de salvación fuera del conocimiento de la fe judeo-cristiana (5.13).[19] Tal salvación por supuesto sería de gracia por la fe, con base en el sacrificio de Cristo quizá sin saber de ello, dentro de las condiciones de cada cual. Abraham, Moisés y David tampoco "conocían el evangelio" pero respondieron a Dios, dentro de su comprensión y sus circunstancias.
El problema de la condena o la salvación de todos los paganos, de los judíos antes de Cristo, de los niños que mueran en su infancia o de los que nacen con retardo mental, es muy complejo pero teólogos como Strong y otros han sugerido cierta apertura en esto, sin entrar para nada en el universalismo.[20] Por otra parte, tiene que quedar claro que cuando alguien oye el evangelio y lo rechaza, o lo recibe falsamente ("Lord, Lord"), no hay salvación.
En cambio,
la enseñanza bíblica de la caída y del pecado humano nos recuerdan siempre que ahora la imagen de Dios sobrevive desfigurada en todos nosotros.
El relato de la caída nos hace recordar que el pecado permea también todas la culturas (incluso la "occidental") y todas las religiones (incluso "el cristianismo"). Nuestra tendencia etnocéntrica de los que somos "cristianos occidentales" es de ver la revelación divina en nuestra propia cultura y religiosidad, y el pecado original en las demás culturas y religiones.
Creo que nos corresponde examinarnos para ver el pecado que hay en nosotros, ¡y que aún confundimos con piedad!, y abrir nuestros corazones para apreciar los valores que puede haber en otras culturas, siempre a la luz de las Escrituras y el evangelio.
Cuentan que cuando Karl Barth estaba en Princeton en 1963, un estudiante le preguntó, "Dr. Barth, no cree Ud que Dios se ha revelado en otras religiones y no sólo en el cristianismo?". La respuesta de Barth fue tajante: "¡No! Dios no se ha revelado a sí mismo en ninguna religión, incluso la cristiana. Dios se ha revelado en su Hijo, el Mesías. En Jesucristo Dios ha hablado, y nos corresponde oir y responder". Ese Jesucristo, en la particularidad de un judío, encarnó el logos de toda la humanidad. Es el Cristo de todos los pueblos y todas las culturas, que quiere encarnarse hoy como aymara y como shipibo peruanos, quiché y cakchiquel guatemaltecos, cuna y Emberá panameños.
Juan Calvino dijo una vez que "el corazón humano es una incansable fábrica de ídolos". Es cierto, y somos muy listos para condenar la idolatría en los demás. Sin embargo, lo que nos cuesta ver es nuestra propia idolatría.
La "cultura occidental" puede ser un ídolo cuando se confunde con la fe misma y se cree que el evangelio tiene que vestirse con el ropaje de la cultura nor-atlántica. A menudo el "American way of life" es un ídolo, el capitalismo democrático o el socialismo marxista (dos ideología europeo-norteamericanas).
El desafío misionológico es el de deshacernos de los ídolos heredados y buscar las formas de encarnar el evangelio fielmente en las otras culturas que hasta ahora se han querido someter a la imposición cultural extranjera en nombre de un evangelio distorsionado.
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[16]) Sobre creación y cultura, ver T.Paredes (1991), pp.188-190 y (1992) pp.271-277.
[17]) ver Las Buenas Nuevas de la Creación (Eerdmans, 1995)
[18]) ver Marcelino Tapia (1992), pp.572-4.
[19]) ibid. p.576. Para un ejemplo de esta problemática entre el pueblo Hopi de los EE.UU. ver Jacob A. Loewen, "The Hopi `Old Testament': A First-Person Essay", Missiology 23:2, abril 1995, pp.145-154.
[20]) Augustus H. Strong, Systematic Theology (Phila.: Judson Press 1926/1946) pp.596, 663s.
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