Igual que Hebreos, el Apocalipsis es un libro fuertemente contextualizado y diferente de cualquier otro libro del NT. Es evidente que se dirige a comunidades específicas (las siete iglesias de Asia Menor) bajo circunstancias muy especiales (amenaza y hostigamiento, culto al emperador, tentación del conformismo). Estas circunstancias histórico-regionales configuran totalmente el mensaje del libro. Hasta su concepto de la misión de la iglesia está radicalmente afectado por estas realidades. [9]
Llama la atención la mucha importancia que el Apocalipsis dedica a la gran variedad de culturas y etnias en toda la tierra.
Cristo, el Señor del universo y de todas las naciones (12.5; 15.4), nos "ha redimido con su sangre de todo linaje y lengua y pueblo y nación" (5.9).[10] La multitud de los redimidos será de "todas las naciones, tribus, pueblos, lenguas" (7.9). Cuando la vocación profética de Juan se renueva, entre la sexta y la séptima trompetas, se le ordena profetizar otra vez sobre "muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes" (10.11). Según 14.6 un ángel predica "el evangelio eterno a...toda nación, tribu, lengua y pueblo".[11]
La importancia que Juan obviamente da a esta fórmula puede verse como índice del significado de las realidades étnicas, sociales y lingüísticas para él.
Más allá de un simple concepto abstracto de "universal", estas expresiones señalan la preservación escatalógica de las diversidades que marcan nuestra historia; Juan parece concebir "la vida perdurable" como caracterizada por las mismas identidades culturales de ahora.
El tema sigue hasta el final del libro. En 21.3 Juan hace un cambio tan radical como significativo en el lenguaje del antiguo pacto de Dios con Israel. El antiguo pacto, de acuerdo con su naturaleza y propósito, rezaba "seré vuestro Dios y vosotros sereís mi pueblo", en singular. Pero el griego de 21.3 lo transforma en sentido plurinacionalista: "y ellos serán sus pueblos" (plural).[12] Un cambio tan aparentemente "herético" no podría ser casualidad.
Al final del mismo capítulo Juan adapta una serie de profecías veterotestamentarias para concluir que "las naciones andarán a la luz de ella [la nueva Jerusalén]; y los reyes de la tierra traerán su gloria y riqueza a ella...Y llevarán la gloria y la riqueza de las naciones a ella" (21.24,26).[13]
La mención poco común de "reyes" en 21.24 parece indicar que Juan no está pensando simplemente en "los gentiles", como conglomerado abstracto, sino en entidades que son de alguna naturaleza socio-políticas.
Aunque en parte se deriva de las fuentes del AT que Juan trabaja aquí (especialmente Isa. 60), y aunque también la descripción puede tener mucho de figurado, con todo parece culminar el largo desarrollo de una teología de la nacionalidad y la cultura en este libro.
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[9] Ver J.Stam, "La misión según el Apocalipsis" en...., ed. Padilla
[10] Robert Wall (Rev p.104) observa que esta fórmula cuatropartita, repetida muchas veces en el Apoc., refuta toda idea errada de una "elección" que excluyera a otros. "En Cristo, la comunidad escatológica es una comunidad inclusivista...".
[11] Variantes de la misma fórmula cuádruple se aplican tres veces a la hegemonía universal del imperio romano como contraparte diabólica del Reino de Dios (11.9; 13.7; 14.6; 17.15). El libro de Daniel utiza la fórmula tripartita de "pueblos, naciones y lenguas", siempre en el mismo orden (Dn. 3.4,7,29; 4.1; 5.19; 7.14).
[12] La traducción de Reina de Valera aquí está equivocada.
[13] La palabra traducida "honor" en de Valera (timé) significa también "riqueza", lo cual corresponde mejor con las profecías del AT y con el sentido del pasaje.
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