Lo racional de nuestra fe

Algunas personas sostienen creencias que llevan al asombro; no solo porque no forman parte del Plan divino revelado en las Sagradas Escrituras, sino porque son el resultado de un esquema mental cuasi laberíntico.

Se plantean la cuestión de la fe como un desafío a ser descifrado de manera lúdica. Cada día son más los que responden a enseñanzas de ese tipo, y las comparten con un contagioso entusiasmo digno de mejor causa. Están totalmente convencidos de que todos debiéramos aceptarlas como verdades. Sinceramente, o no, repiten que el día que lleguen a la meta final Dios los salvará porque es Amor y misericordioso.

Tiene un final feliz, suena bien; pero, no está dentro de lo que podríamos denominar lo racional de nuestra fe. ⁽²⁾

El lector seguramente habrá escuchado cómo se fundamentan esas creencias, v. g. “yo nunca le hago daño a nadie”; “leo la Biblia”; “pago el diezmo con puntualidad”; “no dejo de congregarme - como algunos tienen por costumbre’-” citan; Hebreos 11:25“cumplo con todo lo que nos mandan los líderes de mi iglesia”. En apoyo de esta difundida creencia, el autor ha escuchado decir “en mi familia hay desde monjas hasta teólogos y pastores”.

Aceptar ese enfoque es entrar en el juego de los grupos de élite. Para obtener una mejor visión del lugar que le han asignado, el novato debe subir a los puentes que están estratégicamente programados a lo largo del camino.
Esta mentalidad se ha ido conformando sobre vivencias atadas a ‘razones’ propias de la religiosidad irracional.

En oposición a ella, el apóstol Pedro plantea tener una actitud mental totalmente distinta. Por una parte dice que debemos estar preparados para la defensa, de manera pacífica y respetuosa; y por otra, advierte que vendrán los que exigirán que expliquemos de manera racional en qué consiste nuestra esperanza.

Aunque con matices distintos Pedro coincide plenamente con Pablo en este asunto. Sobre la base apostólica vayamos pues a la conclusión de esta nota comenzada una semana antes, abordando los dos puntos restantes:

2. “estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia”

Uno pensaría que toda preparación de una defensa es lógica ante la posibilidad de ataques. Siguiendo con las reglas del juego, en el fútbol (deporte-negocio que tanto ha dado que hablar en estos días) se dice que cuando uno ataca otro defiende; y viceversa. El que ataca busca anotar goles en la portería que el otro defiende. Si la defensa es débil más peligrosos son los ataques. Por el contrario, el defensor se impone al atacante que carece de fuerza y constancia.

Sin embargo, la defensa que propone el apóstol Pedro ha de ser presentada de manera mansa y reverente. Nadie se llame a error. Sería absurdo y grotesco que un defensor enfrentase al atacante diciéndole: ‘le pido mil disculpas, pero no puedo permitir que sus intenciones prosperen’. Ese no es el tipo de defensa que propone el texto bíblico. Hemos de recordar que la frase citada es parte de una frase completa que comienza alentándonos a santificar a Dios en nuestros corazones.

Los que viven en santidad de corazón son los que en apariencia son débiles frente a los que atacan; sin embargo son los más fuertes, al decir del apóstol Pablo que lo vivió para poder explicarlo. ⁽³⁾ Él mismo ya lo había anticipado escribiéndoles a los creyentes romanos, a quienes les dice:

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.” ⁽⁴⁾

Ambos apóstoles concuerdan desde ópticas diferentes. Mientras Pedro pone énfasis en la santidad de vida que surge de entronizar a Dios el Señor en nuestros corazones (centro de nuestras emociones y sentimientos), Pablo nos insta a celebrar un culto racional, cotidiano, ofreciendo nuestro cuerpo vivo en un sacrificio santo agradable al Señor. Cuerpo, corazón y mente son ofrecidos al Señor para ser transformados mediante la renovación de nuestro entendimiento. Se trata de dos verdades reales y complementarias.

Prestemos debida atención: los apóstoles no nos instan a morir sino a vivir en santidad. Por supuesto que es mejor morir en santidad que en pecado; pero,de lo que aquí se trata es de vivir santamente. Pienso en el himno nacional argentino que termina así:“Coronados de gloria vivamos, o juremos con gloria morir”⁽⁵⁾.
El compositor ofrece una alternativa basada en la gloria: vivir con ella como corona y, si no podemos (o no nos dejan), al menos jurar que moriremos con ella. No estaba mal esa idea para aquella época; eran años en los que se gestaba la independencia de la corona de España en todas las regiones del Nuevo Mundo.

A los creyentes de todas las épocas el Engañador les hace creer en un evangelio en el que reina la democracia del libre albedrío. Según él, podemos vivir libremente, pues finalmente entraremos en la gloria. Por el contrario, la verdad que proclama el Evangelio apostólico de la Gracia es: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.” ⁽⁶⁾

Si reconocemos que Jesucristo murió para que nosotros vivamos comprobaremos el avance progresivo de la obra de transformación que menciona Pablo. Dios nos santifica por medio del Espíritu Santo conformándonos a la imagen de Su Hijo glorificado. Esta obra es posible en los que se entregan de manera racional e íntegra a Él.
¿Quién otro, sino solo nuestro bendito Dios y Padre podría hacer real esa transformación en nosotros?

La Palabra revelada es nuestra ayuda práctica para el día a día. En ella Pablo nos instruye para prepararnos a dar razón de nuestra esperanza. Destaco solo tres aspectos de esa ayuda; el lector podrá encontrar otros:

a. No os conforméis a este siglo. No debemos permitir que la cultura secular nos absorba diluyendo nuestra fe; hemos de impedir que las prácticas mundanas se apoltronen en nuestra mente y seamos llevados ingenuamente por caminos ajenos a los de Dios. Si en verdad hemos gustado la salvación de Jesucristo, el Señor y Pablo nos instan a vivir dejando atrás todo aquello que pertenezca a nuestro antiguo estilo de vida ⁽⁷⁾.

Para practicarlo, debemos desempolvar nuestra capacidad de comprensión y enfocarnos en la Palabra revelada. En ese estado el Espíritu tiene libertad para obrar y viene en nuestro auxilio para inducir conceptos, datos y evidencias firmes que nos permitirán explicar – en el momento oportuno - por qué nuestra esperanza está centrada en la persona de Jesucristo y para qué el Hijo de Dios es el centro de nuestra vida.

b. No tener más alto concepto de sí que el que debe tener. Es sumamente difícil substraerse a la corriente de este mundo que vive exaltando al éxito y a los exitosos. Si dependemos de nosotros mismos caeremos en la competitividad que impone la tendencia mundana. Este autor está convencido de que a lo largo de una buena parte de su vida los fracasos más dolorosos le sobrevinieron después de los ‘grandes logros y éxitos’.

Creer que uno merece lo que tiene, o que ha hecho lo suficiente para alcanzar el reconocimiento que goza en su medio de actuación – académico, profesional, laboral, deportivo, eclesial, familiar – es tener un concepto de sí mismo más alto del que se debe tener. Esto, a pesar de tener una sala llena de diplomas, una cuenta bancaria más que holgada o una familia a la que no le falta nada.

Jesús enseñó con total claridad cómo funciona Su reino:“sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve.” ⁽⁸⁾ Los discípulos plantean el tema de las jerarquías; Jesús les responde que ni la edad, ni el cargo marcan diferencias. En oposición al mundo dominado y divido por los poderosos, para beneficio de ellos mismos, Jesús enseñó que todos sus seguidores son iguales.
Las iglesias locales que sacando de su contexto bíblico enfatizan ciertos ‘ministerios’, ‘dones’, títulos (‘apóstol’, ‘profeta’) sobre las virtudes que son fruto del Espíritu marcan distinciones que son mundanas, no evangélicas. Los líderes que mantienen cautiva a la congregación son responsables no confesos ante Dios de inculcar falsos ideales, crear grados de humana espiritualidad, inducir a la adulación pública apelando a los sentidos físicos; abusar de las necesidades de la gente y enseñar falsas doctrinas usando las Escrituras para provecho propio.
En esos individuos y congregaciones falta la cordura de la que habla Pablo, verdadero apóstol de Jesucristo ⁽⁹⁾.

c. conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

Si confiamos en lo que sabemos, sentimos o experimentamos seremos desaprobados con toda justicia. Pero, si hablamos de la persona que nos alcanzó con su amor, nos perdonó la multitud de nuestros pecados, nos abrió la entrada al Santuario donde mora Dios Padre, y nos mantiene alertas y expectantes ante su segunda venida, solo entonces seremos aprobados.

Todo creyente puede responder a quien le demande su testimonio. Dios ha dispuesto que ninguno de los que nos exigen respuestas quede sin oír nuestra defensa inspirada por el Espíritu. No quedarán satisfechos con escuchar un chip pregrabado. Jesús detectaba esa fe que venía del Padre a Sus elegidos para dejarnos claros ejemplos.

Cito solo dos de los muchos que encontramos en el NT: el primero, el caso del centurión romano cuyo criado estaba paralítico y gravemente atormentado. Cuando Jesús se ofreció para ir a verlo, ese hombre – con una función importante en el ejército imperial – razonó en base a la disciplina militar en la que se había formado y actuaba, y al conocimiento que tuvo acerca de Jesús y su poder para sanar. Tal fue su planteo que maravilló a Jesús y le llevó a afirmar lo que ningún judío hubiese querido escuchar acerca de un extranjero en aquél lugar y en aquellos días: “De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.” ⁽¹⁰⁾

El segundo caso, es el de la mujer cananea que vino a Jesús clamando por su hija endemoniada e incomodando a los discípulos con sus gritos. En principio Jesús explicó que había sido enviado “a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. La mujer siguió clamando, y cuando Jesús insistió con la figura de los hijos y los perrillos, la mujer – con un razonamiento lúcido, coherente y esperanzado, a pesar de su dolor – sorprendió con su respuesta; a tal punto, que Jesús le dijo: “Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.”⁽¹¹⁾

Evitemos caer en el engaño de ir en busca de un milagro de Jesucristo; mejor, amemos y conozcamos más a Quien ya hizo el milagro de sacarnos de la condenación eterna e introducirnos en el Reino de Su Padre.

3. “ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”

Este autor ha compartido ya varios artículos sobre lo que él opina es tener una fe falsa. En este vimos ejemplos de creencias basadas en interpretaciones erróneas de la fe cuyos autores son hombres y mujeres muy populares. La racionalidad de nuestra fe proviene de creer en Uno solo: nuestro Señor Jesucristo, el Fiel y Verdadero.

El apóstol Pablo nos recuerda que Dios nos da fe de manera individual, no colectiva. Pero también que no nos llega como un regalo exclusivo; no es para uso individual como el cepillo de dientes, el perfume o la cuenta bancaria. La medida de nuestra fe es la del uso inclusivo que le demos. Cuando más la usemos para alcanzar a otros que aún no disfrutan de este regalo, mayor será nuestra fe.

Es muy interesante que se cite la epístola a los hebreos como el sitio donde queda plasmado el concepto bíblico de la fe. Es cierto, ‘la galería de la fe’ es una lista de seres de carne y hueso, hombres y mujeres; paganos, judíos o de vida licenciosa; seres que, por decisión soberana de Dios “alcanzaron buen testimonio mediante la fe”. Sin embargo, y esto nos mueve el suelo, “no recibieron lo prometido”. ¡No fueron ‘exitosos’ en su propio tiempo!

La clave de aquella aparente incoherencia es:“proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.”⁽¹²⁾ La fe de los antiguos les fue enviada para que nosotros cobremos aliento, tengamos esperanza “de alguna cosa mejor”. Los que hemos llegado a ser hijos e hijas de Dios tenemos en aquellos los mejores ejemplos de fe. Ellos no recibieron lo prometido para que lo podamos recibir nosotros en este tiempo. Al recibirlo hagamos un correcto uso de esa promesa dando testimonio de nuestra esperanza de gloria; entonces, aquellos y nosotros estaremos siendo perfeccionados solo por gracia.

No desesperemos cuando somos acosados a causa de nuestra fe. El perfecto Plan divino incluye a algunos de los que nos someten a duro escrutinio para ser salvos por el racional testimonio de nuestra fe. Oremos siempre para crecer en la fe que vence al mundo gracias al amor redentor de nuestro Señor Jesucristo.


Notas
Ilustración: El espectacularlaberinto Longleat es el más largo del mundo;fue establecido en 1975 y abarca una superficie de alrededor de 0,6 hectáreas con un total de 2,72 kilómetros en senderos. A diferencia de la mayoría de los otros laberintos convencionales, este tiene tres dimensiones, gracias a seis puentes de madera que ofrecen una mirada hacia el elusivo centro del laberinto caracterizado por una torre de observación para los visitantes que logran encontrarlo. Ver más en:
http://www.taringa.net/posts/ecologia/14098578/Los-10-Laberintos-mas-fascinantes-del-Mundo.html

1. 1ª Pedro 3:15
2. El autor advierte a los lectores que no debe confundirse ‘lo racional’ de nuestra fe, con el racionalismo filosófico o la fe en lo racional
3. 2ª Corintios 12:10; 1ª Corintios 1:27
4. Romanos 12:1-3 (negritas del autor)
5. El autor de esta marcha, luego adoptada como ‘himno’ (1812) es el escritor, abogado y político argentino Vicente López y Planes (1785-1856); la música fue compuesta en 1813 por el músico español, nacido en Murcia de padres catalanes, Blas Perera Morat, conocido como Blas Parera (1776 - 1840). La estrofa final que se entona con fervor repitiendo dos y tres veces frases de ella dice: “Sean eternos los laureles que supimos conseguir: coronados de gloria vivamos, o juremos con gloria morir.”
6. Colosenses 1:27b
7. Lucas 9:62; Juan 6:66; Filipenses 3:13; 1ª Pedro 1:18
8. Lucas 22:26
9. Romanos 12:3, 6; 2ª Corintios 10:13-18
10. Mateo 8:5-10
11. Ibíd. 15:22-28
12. Hebreos 11:39,40