¿Por qué es que en algunos círculos se supone que sólo debemos dar testimonio de las cosas que han salido bien en nuestras vidas? ¿Cómo es que todo lo que se comparte públicamente tiene que ver con nuestro éxito y nuestras victorias? ¿Qué es lo que hace que nuestra gloria sea tan extraordinariamente importante?
Uno de los principales problemas que tengo con el Evangelio de la Prosperidad es que convierte la iglesia del Dios viviente en una historia del éxito americano. Todo tiene que ser cien por cien bendición; cualquier otra cosa es simplemente incredulidad y "confesión negativa". Así que, sí, por supuesto, si has sido curado de un cáncer terminal o liberado de una enfermedad agonizante, entonces, eres libre de subir a la plataforma y proclamar tu liberación en voz alta. Sin duda serás recibido por la encantadora audiencia con un caluroso aplauso.
Pero, he aquí una pregunta:
¿Qué pasa con todas las personas que sufren y que no fueron sanadas? ¿Qué testimonio pueden dar aquellos que continúan en su silla de ruedas? ¿Dónde está la voz de las personas con discapacidad?
Mientras sigamos olvidando que la iglesia es la iglesia de Cristo, esta distorsión estará siempre presente. Jesús no sólo resucitó en gloria sino que también fue crucificado en humildad. Desde que la iglesia nació, el poder de Dios se ha manifestado en la debilidad.
Sólo una fe superficial negará el dolor y el sufrimiento de su lugar en el propósito de Dios. Todo creyente – tanto si está saludable o enfermo - tiene su lugar garantizado en el precioso cuerpo de Cristo.
Entonces, ¿por qué no empezamos permitiendo que nuestros hermanos que están enfermos que nos hablen de cómo Dios los ha mantenido y fortalecido en su batalla contra la enfermedad? ¿Por qué no se debe conceder espacio público en nuestras congregaciones a nuestros hermanos y hermanas con discapacidad para glorificar la bondad del Señor? ¿No tienen un mensaje de liberación que compartir? ¿No están tan inmersos en la presencia de Dios como el resto de nosotros?
A lo largo de la historia de la iglesia nuestros antepasados han estado luchando por salvar a la iglesia de varias divisiones: judío o gentil, señor o esclavo, hombre o mujer, viejo o joven, negro o blanco, etc.
Hoy en día uno de esos temas importantes es la división entre saludable o no saludable, sano o enfermo, capaz o discapacitado. Nadie en el mundo tiene autoridad dada por Dios para mirar por encima del hombro o con altivez a nuestros hermanos que sufren como si fueran una especie de ciudadanos de "segunda clase". Ellos son tesoro de Dios, perlas de Dios y herencia de Dios.
Cada uno de los hijos de Dios tiene una palabra poderosa de testimonio que hablar. Así que, en nuestra búsqueda utilitaria contemporánea del éxito y de los números, no olvidemos la voz profética de nuestros hermanos discapacitados quienes, por su mera existencia, profetizan de la gloriosa potencia salvífica de Cristo. Ellos nos recuerdan que
Dios nos ama a todos: no sólo a los peces gordos de alto vuelo con una perfecta salud y una dentadura de blancura deslumbrante.
Dios tiene compasión de los humildes, de los débiles, de los pobres y es en y a través de ellos que el verdadero éxito – el éxito de Dios – tiene que ser conocido en el mundo.
Traducción: Julián Esquinas
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