Siendo Efraín Huerta como lo fue, una persona completamente irreligiosa, llama la atención el epígrafe que puso al frente de uno de sus poemas “civiles” más difundidos, “¡Mi país oh mi país!”, fechado el 4 de abril de 1959. La cita corresponde a varios versículos entresacados del capítulo 14 del libro de Isaías, el 11, fragmentario (“Descenderá al sepulcro vuestra soberbia”.), el 19 (“Y echados seréis de él como troncos abominables, vestidos de muertos pasados a cuchillo, que descendieron al fondo de la sepultura”.) y el 20 (“Y no seréis contados con ellos en la sepultura: porque destruisteis vuestra tierra, y arrasasteis vuestro pueblo. No será nombrada para siempre la simiente de los malignos”). El poeta fundió el texto de las tres citas para armar uno nuevo que presenta como motivo bíblico de un poema de denuncia y clamor por la situación de México. Posiblemente Huerta no reparó en el tipo de texto profético al que recurrió para encabezar su poema, pues tomó de él lo que le interesaba para acompañar sus versos lastimeros de denuncia.
Incluido en una colección de
Poemas prohibidos y de amor, cuya publicación pospuso hasta 1973 (y que en su obra reunida aparecen intercalados cronológicamente entre diversos poemarios) (1), pertenece al conjunto de los primeros y cierra el volumen en cuestión. Los poemas “prohibidos”, tal como los calificó su autor, son textos de denuncia, algunos de ellos muy comprometidos con la ideología socialista, y hasta estalinista, con la que se identificó por mucho tiempo y que le granjeó comentarios como el siguiente, de su amigo y contemporáneo Octavio Paz:
'Muy joven aún Efraín Huerta ingresó en el Partido Comunista de México. […] En esos años comenzó a escribir poemas políticos en los que se esforzaba por ajustarse a los moldes estrechos del realismo socialista. Por fortuna, pocas veces lo conseguía enteramente, de modo que aun en sus poemas de propaganda hay líneas y fragmentos que son relámpagos de poesía. Nada más alejado de los gustos poéticos y del temperamento de Huerta que el didactismo de esa literatura doctrinaria. Curiosa o, más bien dicho, reveladora contradicción: en esos años en que estaba poseído por la certeza de participar en el “movimiento ascendente de la historia” (¿habrá conservado esa ilusión hasta el final?) escribía en uno de sus mejores poemas: “Nunca digas a nadie que tienes la verdad en un puño (
La rosa primitiva, 1950). Esta línea revela, una vez más, que el poeta acaba siempre por vencer al ideólogo'. (2)
Evodio Escalante comenta la temprana crítica paciana a Huerta considerando elementos literarios e ideológicos:
'Más injuriante, si cabe, es el juicio acerca de Efraín Huerta. La comparación con el poeta populachero Antonio Plaza (célebre entre otras cosas por su poema “A una ramera”) tiene por supuesto un ánimo denigratorio. Huerta, según esto, confunde los “sórdidos conflictos eroticocabareteros con la poesía” y llevado por sus impulsos populistas quiere hacernos creer que esa “chabacanería de hampones” expresa el “sano espíritu del pueblo.”
¿Qué es lo que provoca esta descarga de moralina? Sin duda, la publicación en revista de “La muchacha ebria”, que Huerta incluiría en Los hombres del alba (1944), considerado por muchos críticos como su mejor libro de poemas'. (3)
A pesar de todo, la amistad entre ambos nunca se resquebrajaría. Huerta, a su vez, en las “Explicaciones” que preceden a sus “poemas prohibidos”, reconstruye su pasado militante: “Bucear en aquellas circunstancias me ha dolido y rejuvenecido […], por cuanto he recordado docenas de hechos y personas de muy diversas estatura” (4). Luego refiere los encuentros con la poesía de Rafael Alberti y Nicolás Guillén, así como los entretelones de otros textos similares (“¡Stalingrado en pie!”, “Canto a la liberación de Europa”), para afirmar acerca de la orientación política de ese tipo de poemas con un fuerte sabor autocrítico: “Así, pues, es mucho tiempo, alguna experiencia y un enorme desencanto. Una cerrada militancia que tuvo sus disparates y sus aciertos. Pero no me arrepiento de nada de lo que he escrito. Ni me arrepiento ni me avergüenzo. He vuelto a leer este complejo poemario, y ratificado mi decisión de que se publique por lo que considero un testimonio sentimental y político que en cierta forma me retrotrae a mejores años líricos”. (5)
Se trata de un texto no solamente intenso, atronador, sino profundamente situado en la historia de México, como más tarde haría con
Amor, Patria mía (1980). Su tono sombrío, en versos de 11 y 14 sílabas, recupera la indignaba que flotaba en el ambiente ante los actos de represión del gobierno de Adolfo López Mateos (1958-1964). Las primeras líneas son sobrecogedoras, atenazadas por el espanto y la tragedia colectiva de la dictadura disfrazada:
Ardiente, amado, hambriento, desolado,
bello como la dura, la sagrada blasfemia;
país de oro y limosna, país y paraíso,
país-infierno, país de policías.
Largo río de llanto, ancha mar dolorosa,
república de ángeles, patria perdida.
País mío, nuestro, de todos y de nadie.
Adoro tu miseria de templo demolido
y la montaña de silencio que te mata.
Veo correr noches, morir los días, agonizar las tardes.
Morirse todo de terror y de angustia.
Porque ha vuelto a correr la sangre de los buenos
y las cárceles y las prisiones militares son para ellos.
Porque la sombra de los malignos es espesa y amarga
y hay miedo en los ojos y nadie habla
y nadie escribe y nadie quiere saber nada de nada,
porque el plomo de la mentira cae, hirviendo,
sobre el cuerpo del pueblo perseguido.
El lenguaje utilizado, con ese aliento versicular que a duras penas se contiene, no duda en señalar a los culpables de la represión oficial contra gremios específicos con un lirismo poseído por el coraje y la impotencia sin dejar de criticar a sus colegas periodistas pagados y subordinados por el régimen priista, lo mismo que a la televisión privada y a los legisladores comprados permanentemente, sin olvidar los clubes sociales de gente adinerada ni a los poetas silenciados:
Porque hay engaño y miseria
y el territorio es un áspero edén de muerte cuartelaria.
Porque al granadero lo visten
de azul de funeraria y lo arrojan
lleno de asco y alcohol
contra el maestro, el petrolero, el ferroviario,
y así mutilan la esperanza
y le cortan el corazón y la palabra al hombre—
y la voz oficial, agria de hipocresía,
proclama que primero es el orden
y la sucia consigna la repiten
los micos de la Prensa,
los perros voz-de-su-amo de la televisión,
el asno en su curul,
el león y el rotario,
las secretarias y ujieres del Procurador
y el poeta callado en su muro de adobe,
mientras la dulce patria temblorosa
cae vencida en la calle y en la fábrica.
Éste es el panorama: Botas, culatas, bayonetas, gases…
¡Viva la libertad!
El poema pasa ahora revista a los lugares concretos donde se dio la persecución y la masacre. Su mirada se posa también en quienes apoyan desde fuera al sistema y, sin tocarse el corazón, señala a diestra y siniestra a los cómplices de todas las jerarquías y raleas:
Buenavista, Nonoalco, Pantaco, Veracruz…
todo el país amortajado, todo,
todo el país envilecido,
todo eso, hermanos míos,
¿no vale mil millones de dólares en préstamo?
¡Gracias, Becerro de Oro! ¡Gracias, FBI!
¡Gracias, mil gracias,
Dear Mister President!
Gracias, honorables banqueros, honestos industriales,
generosos monopolistas, dulces especuladores;
gracias, laboriosos latifundistas,
mil veces gracias, gloriosos vendepatrias,
gracias, gente de orden.
Demos gracias a todos
y rompamos
con un coro solemne de gracia y gratitud
el silencio espectral que todo lo mancilla.
¡Oh país mexicano, país mío y de nadie!
Pobre país de pobres. Pobre país de ricos.
¡Siempre más y más pobres!
¡Siempre menos, es cierto,
pero siempre más ricos!
La observación de la condición del país le duele profundamente al poeta, que continúa su enumeración doliente y, al parecer, interminable:
Amoroso, anhelado, miserable, opulento,
país que no contesta, país de duelo.
Un niño que interroga parece un niño muerto.
Luego la madre pregunta por su hijo
y la respuesta es un mandato de aprehensión.
En los periódicos vemos bellas fotografías
de mujeres apaleadas y hombres nacidos en México
que sangran y su sangre
es la sangre de nuestra maldita conciencia
y de nuestra cobardía.
Y no hay respuesta nunca para nadie
porque todo se ha hundido en un dorado mar de dólares
y la patria deja de serlo
y la gente sueña en conjuras y conspiraciones
y la verdad es un sepulcro.
La verdad la detentan los secuestradores,
la verdad es el fantasma podrido de MacCarthy
y la jauría de turbios, torpes y mariguanos inquisidores de huaraches;
la verdad está en los asquerosos hocicos de los cazadores de brujas.
¡La grande y pura verdad patria la poseen,
oh país, país mío, los esbirros,
los soldadones, los delatores y los espías!
No, no, no. La verdad no es la dulce espiga
sino el nauseabundo coctel de barras y de estrellas.
El final, sin perder nunca el sabor amargo de la frustración social y política, vuelve a sonar al profeta bíblico aludido, de quien parece haber tomado prestado el furor con que deja caer su palabra poética enardecida ante la inminencia de la catástrofe inevitable:
La verdad, entonces, es una democracia nazi
en la que todo sufre, suda y se avergüenza.
Porque mañana, hoy mismo,
el padre denunciará al hijo
y el hijo denunciará a su padre y a sus hermanos.
Porque pensar que algo no es cierto
o que un boletín del gobierno
puede ser falso
querrá decir que uno es comunista
y entonces vendrán las botas de la Gestapo criolla,
vendrán los gases, los insultos,
las vejaciones y las calumnias
y todos dejaremos de ser menos que polvo,
mucho menos que aire o que ceniza,
porque todos habremos descendido
al fondo de la nada,
muertos sin ataúd,
soñando el sueño inmenso
de una patria sin crímenes,
y arderemos, impíos y despiadados,
tal vez rodeados de banderas y laureles,
tal vez, lo más seguro,
bajo la negra niebla
de las más negras maldiciones… (6)
Al referirse específicamente a este poema, el contexto de su escritura le hace ir más allá de los aspectos literarios o artísticos para abundar en sus resonancias políticas, que en la actualidad siguen vigentes:
…es el poema más difundido. […] El tal poema, por razones explicables para cualquier mexicano, continúa teniendo total vigencia. […]
'El Diez de Junio de 1971, cuando vi que los tanques antimotines se desplazaban para dejar el campo libre a los halcones, supe, con todo y mi miedo pánico, que la gendarmería montada casi había pasado a una página indeterminada de una historia menor. […] Mucho tiempo corrió desde el Veinte de Noviembre de 1935, cuando los fascistas
Camisas Doradas nos apalearon —ellos también se llevaron lo suyo—, hasta el Octubre de 1968 y el ya citado Diez de Junio.
Ahora no quiero pensar en lo que puede venir.' (7)
No conforme con esta denuncia, el volumen incluye también dos poemas que critican ferozmente la religión: “Los perros de Dios o las tribulaciones del arzobispo”, acerca de las “aficiones estéticas” del arzobispo de turno, y “Dolorido canto a la Iglesia católica y a quienes en ella suelen confiar”, del cual, para concluir, citaremos un extracto, nuevamente con el tono profético y agresivo de sus varios poemas políticos, aunque aquí dirigido a la mayor institución religiosa del país.
Bendito sea el temor escalofriante.
Y bendito tu nombre, Jesucristo, varón a sangre y fuego,
látigo y maldición. Bendito sea tu nombre, como maldito es,
bajo el polvo de siglos, el crujir de sotanas
(águilas de rencor y lascivia);
como maldito es
el amargo murmullo de los rezos;
como maldito es el vaho tremendamente sepulcral del incensario;
como maldito es en esta tierra el horrendo lebrel
que a dinamita pura vuela el templo evangélico.
Bendito seas hermoso Jesucristo a la orilla del lago,
y santa tu palabra de bondad y miseria. […]
Llevamos 6000 años de creer en el destino de las estrellas.
Lo saben el santo Padre, lo sabe Merle Oberon,
lo sienten en carne viva los viejos judíos que agonizan al pie del muro.
Y sin embargo, oh hermanos, “la espada del Señor está llena de sangre.
Se ha hartado de las grasas de los riñones de los carneros”.
Y vosotros, sacerdotes, arzobispos, criminales curas de pueblo,
histéricos cuervos de la colonia San Rafael,
envenenados habitantes del mal,
os bebéis las lágrimas de un Cristo mutilado,
seguís distrayendo la moneda del artesano,
tomáis al hombre, ensombreciéndolo, entristeciéndole para siempre,
y lo dejáis a media calle, deshecho, con una piedra de terror hundida en el alma.
El Día de la Ira rendiréis cuentas claras...
Y ese Día es, felizmente, todos los días, todas las horas
de este país nuestro que vosotros martirizáis sin descanso,
expoliándolo, carcomiéndolo lentamente hasta las llagas.
Sois malditos por naturaleza. Pequeños y grandes malditos de corazón,
habéis traicionado a la Patria un millón de veces
y todavía sonreís y clamáis al cielo y a los banqueros.
Pero no habrá perdón para vosotros, jamás habrá perdón para vosotros,
asesinos de la luz, cercenadores de la piedad,
máscaras de embuste, fabricantes de lascivia.
No habrá perdón para vosotros,
no habrá perdón para vosotros,
no habrá perdón para vosotros. (8)
............
Notas:
1.En la “Noticia bibliográfica” de la
Poesía completa (1988) este libro aparece en tercer lugar, apenas después de
Absoluto amor (1935) y
Línea del alba (1936) y se informa que los poemas políticos fueron excluidos, “de manera voluntaria”, de la primera reunión de su poesía, realizada en noviembre de 1968.
2.O. Paz, “Efraín Huerta” [1983], en
La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, junio de 2014, p. 19,
www.fondodeculturaeconomica.com/subdirectorios_site/libros_electronicos/Gacetas/jun_2014/index.html.
3.E. Escalante, “Paz, Huerta y Revueltas”, en Milenio Diario, 4 de enero de 2014,
www.milenio.com/cultura/Paz-Huerta-Revueltas_14_220317972.html. Cf. E. Escalante, “La poesía en llamas de Efraín Huerta”, en
http://mexicanculturalcentre.com/2014/04/04/la-poesia-en-llamas-de-efrain-huerta/
4. E. Huerta, “Explicaciones”, en
Poemas prohibidos…, p. 7.
5.
Ibid., p. 14.
6. E. Huerta, “¡Mi país oh mi país!”, en Poemas prohibidos…, pp. 146-150. Puede leerse íntegramente en el sitio
www.tierraadentro.conaculta.gob.mx/mi-pais-oh-mi-pais/. Cf. La entrevista imaginaria de Avril Blanco a Huerta, con respuestas tomadas de sus versos, “Todo parece arder”, en
www.tierraadentro.conaculta.gob.mx/todo-parece-arder-entrevista-a-efrain-huerta.
7. E. Huerta, “Explicaciones”, pp. 12-13. Énfasis agregado.
8. E. Huerta,
Poemas prohibidos…, pp. 73-74, 75-76.
Si quieres comentar o