Menos es Más, no hace falta ver en esta foto la figura y el rostro del niño, como tampoco el escenario, ni otro color que el blanco y negro en espartana escala de grises, ni más profundidad de campo que la que cubre el mínimo plano de enfoque selectivo sobre el balón roto, la uña partida o las mínimas representaciones nítidas de tierra sucia a ambos lados del balón destrozado y el pie descalzo para apoyar la máxima del binomio pelota—niño que sostiene el refrán “Dale una pelota a un niño y será feliz” es ecuación perfecta, cumplidamente inmejorable.
Pelota—niño—felicidad no importa en qué contexto ni condiciones. Porque bien a la vista está que esta foto —todo un
fotón— de Javier Arcenillas no retrata en absoluto el glamuroso
bisnes planetario del más mediático de los deportes en el que millones de chavales en el mundo
mundial sueñan con llegar a triunfar algún día en el Real Madrid o algún otro de los grandes equipos de fútbol.
El chaval de la foto posa solo y el fotógrafo lo aísla aun más cerrando el formato de la imagen en neutro y académico cuadrado. Quiere ello decir que Arcenillas nos está llevando de la mano al origen mismo del negocio—espectáculo del fútbol, la génesis del delirio televisivo estas últimas semanas está disparando las ventas de televisores de última generación en todos los países: la Copa Mundial de Fútbol, acontecimiento cumbre a escala planetaria al que el Alcalde Tierno dejara entronizado para la historia en su famoso Bando del Mundial de Madrid en 1982:
“Renuévanse los tiempos, se alteran o cambian las costumbres y se introducen novedades que, sin perjuicio de que sobrevivan los antiguos y públicos espectáculos, ocasionan nuevos modos de esparcimiento y distracción, tales como el llamado “Football”, expresión anglicana, que en nuestro común castellano equivale a que 11 diestros y aventajados atletas compitan en el esfuerzo de impulsar con los pies y la cabeza una bola elástica, con el afán, a veces desmedido, de introducirla en un lugar solícitamente guardado por otra cuadrilla de 11 atletas y viceversa.”
Instrumento de juego, de realización personal en el juego para ser más exactos, es sin duda una pelota. Pero una pelota no solo talismán personal, sino también, sobre todo, instrumento de relación social. La pelota pide compañía, primero con algún amigo, luego en el equipo propio. Entrenamos con nuestro equipo, jugamos contra otro equipo.
Haya bonanza o haya crisis –pero probablemente más cuando hay crisis– una pelota es la fórmula mágica para que los niños den de sí no solo lo mejor en el ejercicio físico, sino también en el aspecto social: juegan en equipo, contra otros equipos. Se relacionan, compiten, se apoyan, crecen juntos, juntos reciben escuela y juntos se van forjando para la dura batalla de la vida. En cualquier caso, la pelota pide… compañeros y adversarios. Lo dicho: en cuanto le das dos botes y un toque con el pie, una pelota pide… equipo… y partido.
Hablando de
balompié, el significante –la pelota– está pidiendo al chico soñar con el significado –el juego– en el estadio de sus triunfos en el que tocará el cielo con los dedos con la gloria de marcar por la escuadra en el último segundo de partido el gol de su vida que dé el triunfo a su país en la final de la Copa del Mundo.
Pero eso le ocurrirá seguro al final del camino al más diestro y valiente –o sea, el más afortunado– en la titánica lucha por sobrevivir en la batalla de la vida aprendiendo a pelearla en la jungla del vertedero.
A saber si logrará ser fichado por algún club el niño de la foto que posa con el pie derecho desenfocado en la tierra y sus miserias y con el izquierdo en la ilusión y la utopía que cabe imaginar en ese balón gastado y roto pero que todavía resiste. Así me leyó al punto la foto el doctor Fernando Bandrés cuando le propuse inaugurar con ellaen su blogla sección
“Anatomía fotense”de fotos comentadas con trasfondo de ética, arte y salud que me invitó a mantener y a la que enlazaremos desde Periodistas en Español.
“Toda la imagen me sugiere”, añadió, “el hermoso misterio de la vida y el vivir cada minuto como una especie de eternidad”.
¿Quién dijo que la poesía, en este caso la que inspira un viejo balón de desecho lleno de trapos sucios, estaba ausente en el mundo de la ciencia médica?
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Javier Arcenillas
El autor de esta foto es Javier Arcenillas, un fotógrafo documentalista español comprometido con la fotografía social con una gran proyección internacional. Su foto “Infancia IV” forma parte del libro
City Hope (“Ciudad de la Esperanza”), que recoge imágenes de un trabajo que el fotógrafo realizó para Médicos del Mundo sobre las ciudades vertedero de América Latina.
La fotografía “Infancia IV” esta tomada en el año 2007 en la ciudad de Copán, Guatemala. “El objetivo del trabajo de los vertederos”, me comenta el Javier Arcenillas, “no era tanto la visión de los trabajadores en los vertederos sino el modo de vida que hacen alrededor de ellos ya que se forman verdaderas ciudades que viven del reciclado y en ellas la insalubridad era tan palpable que lo lógico fue realizar un trabajo en profundidad para contar la historia de los habitantes de estos lugares.”
Todo el ensayo de Javier Arcenillas tenía un claro componente retratista, ya no era la idea general de plasmar un momento decisivo. El fotógrafo quería que los personajes fuesen plenamente conscientes de que se les estaba fotografiando y hacer de la atmósfera de esos lugares un punto de inflexión. Así que, armado con una cámara profesional de banco óptico de gran formato Sinar de 4 x 5” –“sí, un trasto infernal”–, y cargado con un pesado y voluminoso trípode y un paño negro para enfocar recorrió durante cinco años cerca de doce vertederos de Centroamérica y el Caribe.
La elección de la cámara súper profesional usada habitualmente cuando se busca el máximo de calidad en la fotografía de estudio, industrial, naturaleza, arquitectura y reproducción –los usos que identifican las cinco letras s, i, n, a, r en alemán:
Studio-, Industrie-, Natur-, Architektur- y Repro-Fotografie– no ha sido por azar. Además de la imbatible nitidez de una hoja película (“placa”) de 4 x 5 pulgadas, (10,16 x 12,7 cm), la respuesta de la óptica de gran formato permite jugar con los desenfoques selectivos hasta el punto de limitar el plano de enfoque a los escasos centímetros de nitidez sobre el roto del balón.
El creciente desenfoque del conjunto de la imagen por delante y detrás del dedo y roto del balón hace de elemento difuso en el inconcreto territorio de la imagen para que el observador descubra en la borrosidad los sueños del niño como futbolista y, de paso, los suyos propios como lector de fotos solidario, con independencia de lo que le guste el fútbol.
“La imagen del niño futbolista era tierna y aterradora, jugar al futbol en un terreno pedregoso y feo totalmente descalzo me dejó completamente KO, ya no me interesaba tanto el lugar como la dimensión de ese pie descalzo encima de una pelota vieja. En ese momento era preferible simplificar el contenido visual para hacer un retrato más intimista que atenuase la figura representativa del pie sobre el balón en lugar de hacer una fotografía a un niño sobre un patatal.”
Bien dicho y mejor hecho por el artista. Porque “Infancia IV” no es una foto del divertimento juego del fútbol a todo color hecha con las ultimísimas tecnologías digitales de la imagen, sino de la dura lucha por la vida en la humilde película fotoquímica del laboratorio de blanco y negro “de toda la vida”.
Foto húmeda vs. foto seca. No es una foto para el aficionado cómodamente sentado en la grada del estadio o en el sillón de casa viendo fútbol, sino para ese soplador de brasas solidario con la lucha colectiva de la gente de bien por la conquista de un mundo en el que fuera dejando de haber balones rotos y pies descalzos.
La serie
City Hope de Javier Arcenillas, psicólogo por la Universidad Complutense que ejerce profesionalmente labores de diplomático que compagina con su vocación como fotógrafo humanista, se alzó, entre otros, con el Premio de Honor del V Certamen Internacional de Fotografía Asisa.
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