¡Estamos en guerra!

Aunque pueda parecer un título muy alarmista a primera vista, tengo que decir que estamos asistiendo a diferentes guerras paralelas.

En estos momentos se están produciendo unos sesenta conflictos bélicos o guerras simultaneas en el mundo actual. También hay una auténtica guerra psicológica en el mundo de la publicidad y de los negocios, que están lanzando una encarnizada batalla por la captación económica de millones de consumidores en una despiadada búsqueda y captura de usuarios potenciales. Por supuesto que también estamos en guerra con nuestras entrañas, como dijera Machado; porque estamos inmersos en guerras de violencia familiar y violencia social en nuestras propias ciudades y en interminables guerras dialécticas desde todas las trincheras políticas. Y así podríamos seguir con una interminable lista de todo tipo de conflictos y hostilidades humanas.

Pero también existe una guerra desatada en el mundo espiritual (no visible), ésta es una guerra en la que ángeles y demonios se disputan las preciadas almas de los seres humanos; el Espíritu de Dios y el mismo infierno mantienen una lucha feroz por el destino eterno de los hombres y mujeres que estamos diseñados a la misma imagen de Dios.

La Biblia nos revela algunos aspectos importantes del extraño arte de la guerra espiritual. En el libro de los Jueces, en los primeros versículos del capítulo tres, se nos habla de una forma rotundamente clara al respecto. En aquel tiempo la supervivencia de un pueblo consistía en adiestrarse para la guerra en defensa de su integridad y pervivencia. El Señor permitió que Israel fuera asediado por sus enemigos para que su fidelidad y lealtad a Dios fueran puestas a prueba continuamente y que de esta manera se mantuvieran en un necesario estado de alerta, por tantos peligros circundantes. Es precisamente de esta misma manera en la que Dios nos quiere mantener a todos nosotros (sus hijos) en esta inquietante y perversa generación, donde todas las fuerzas vivas del infierno están alineándose contra la Iglesia del Dios Viviente.

Hoy en día estamos viendo a una generación de creyentes desmotivados y alarmantemente paralizados respecto al conflicto espiritual que se está produciendo en las regiones celestes (sobre nuestras mismas cabezas). Es por esa misma razón que el apóstol Pablo alerta a los cosmopolitas efesios para que se pertrechen con toda la armadura de Dios contra las múltiples asechanzas del diablo.

Por eso, hoy más que nunca, hacen falta guerreros no claudicantes, dispuestos a pelear con valentía la buena batalla de la fe contra el espíritu del mundo y contra las mismas huestes espirituales de maldad que tratan de impedir el avance del reino de Dios en nuestro mundo actual. Por lo tanto “vistámonos las armas de la luz” y vayamos sin temor a pelear contra el dragón de las tres cabezas que son nuestros verdaderos adversarios; estos son sin duda alguna, el mundo, la carne y Satanás.