Ambos buscaron construir un mundo mejor. Thomas Müntzer y Conrado Grebel vivieron tiempos de cambios vertiginosos. En unos pocos años el aparente sólido control religioso y social de la Iglesia católica se transformó para dar paso a otras formas de creer y la consolidación de éstas en nuevas instituciones.
En dos artículos anteriores he proporcionado datos biográficos sobre estos personajes, así como elementos del contexto en el que se desarrollaron sus vidas. Müntzer y Grebel fueron dedicados lectores de la Biblia, buscaron cambiar la sociedad de acuerdo al entendimiento que cada uno tuvo de la Palabra. Tal comprensión les llevó por caminos divergentes.
Al leer los escritos de Müntzer se puede fácilmente encontrar en ellos un estilo profético veterotestamentario. Hace reiterados llamamientos al arrepentimiento y a mostrar frutos acordes al mismo, consistentes en regresar al propósito original de Dios para la humanidad, un orden social libre de dominio por una casta de nobles y sin explotación a las masas.
En el
Manifiesto de Praga (25 de noviembre de 1521) Müntzer arguye para sí una elección especial de Dios para dar a conocer el verdadero sentido de la Biblia, ya que otros han tratado hacer ésa explicación pero más bien desfiguraron las enseñanzas de las Escrituras: “Con mi palabra doy fe que me he aplicado visiblemente y con la máxima diligencia, mucho más que todos los otros hombres, a conocer los fundamentos de la fe cristiana, santa e invencible. En verdad y con osadía puedo decir que ningún desafortunado cura consagrado ni ningún monje desgraciado han sabido exponer los puntos más sencillos de los fundamentos de la fe”.
En el mismo llamado citado, dirigido a los residentes en la ciudad del “ínclito y santo luchador Jan Hus”, denuncia que los intérpretes de la Biblia han adulterado sus auténticas enseñanzas: “con frecuencia les he oído explicar la Escritura, que han robado como si fueran pérfidos ladrones y asesinos feroces. A causa de este robo recibirán la maldición del mismo Dios, que habla por mediación de Jeremías”. Entonces cita Jeremías 23:30-33: “Mirad, vengo contra los profetas que roban los unos a los otros mis palabras y engañan a mi pueblo. Jamás les he hablado. Usurpan mis palabras, las pervierten en sus labios pestíferos y en sus bocas que parecen burdeles. De esta manera niegan que mi Espíritu hable a los hombres”.
A mediados de julio de 1524 Müntzer expone el
Sermón a los príncipes de Sajonia, en Allstedt, a don de viajan para escuchar al encendido predicador el duque Juan, hermano de Federico el Sabio (protector de Lutero), y el hijo de aquél, Juan Federico. El sermón tuvo un largo subtítulo: “Explicación del segundo capítulo del profeta Daniel ante los laboriosos y estimados duques y magistrados de Sajonia por Thomas Müntzer, servidor de la Palabra de Dios”. El lugar donde hizo la exposición fue en la Iglesia de Todos los Santos en Allstedt, ciudad donde había llegado Müntzer dieciocho meses atrás para ser pastor en la Iglesia de San Juan.
Müntzer buscaba convencer al duque Juan (primero en la línea sucesoria de Federico el Sabio (por carecer éste de descendencia), y su hijo, de tomar en sus manos la reforma de la sociedad junto con quienes buscaban cambios en ésta y en el mundo eclesial. Los interesados en tales transformaciones deberían unirse para ejecutar actos revolucionarios que trajesen un nuevo orden religioso y político.
La interpretación que hizo Müntzer del cuarto Imperio, Daniel 2:33, 41-43, le llevó a concluir que allí se explicitaba la necesaria unión del poder político y el poder religioso para hacer los cambios necesarios para instalar la Nueva Jerusalén en Allstedt, y de aquí en otras partes de Alemania. Lluís Duch considera la pieza oratoria como una exposición central en la “teología política” de Thomas Müntzer.
El mismo autor y experto en el profeta de Allstedt sostiene que “siguiendo la inspiración narrativa ofrecida por el texto bíblico de Daniel, [Müntzer] subraya con énfasis que la pequeña piedra, desprendida de la montaña y formada por laicos pobres y arruinados campesinos, destruirá el imperio eclesiástico-imperial, cuyas cabezas visibles, antaño, eran la Iglesia de Roma y el Emperador y, en los días de Müntzer, son Lutero y los duques de Sajonia. Los elegidos son los encargados de guiar a los pobres para que, finalmente, pueda tener lugar el juicio de Dios, que separará a los justos de los malvados, y, acto seguido, tendrá lugar la instalación definitiva del Reino de Dios sobre la tierra”. Müntzer se consideraba un nuevo Daniel, y a su llamado deberían unirse las huestes que desarraigarían toda cizaña que impedía florecer la justicia.
Ocho meses después de que su llamado a los duques de Sajonia no tuvo el efecto buscado, sino que más bien los príncipes rechazaron tajantemente los cambios exigidos por los campesinos y sus aliados, Thomas Müntzer, desde Mühlhausen, hizo una desesperada
Proclama a los ciudadanos de Allstedt. En ella les exhorta para que se unan a los movimientos rebeldes que están teniendo lugar en otras partes de Alemania.
Inicia asegurando que es tiempo de despertar para las conciencias adormiladas. Después urge a que “Sin demora, ¡iniciad, combatid la batalla del Señor!” Sabedor de las maniobras del poder para desmovilizar los levantamientos populares, Müntzer externa: “Sólo tengo una preocupación y es que, a causa del desconocimiento de la perfidia de los príncipes, los ingenuos campesinos lleguen a establecer con ellos un pacto engañoso”.
Desde su óptica ya no hay otra opción sino la confrontación armada contra quienes no quisieron poner sus puestos a favor de un cambio radical. Por ello instruye a los habitantes donde fungía como pastor a que exciten “a la rebelión a pueblos y ciudades, y sobre todo, a los compañeros mineros juntamente con los restantes compañeros que puedan ayudaros. No permanezcáis por más tiempo mano sobre mano”.
Como a su conocimiento habían llegado noticias de levantamientos en otras partes de la geografía germana, Müntzer confía en que también los habitantes de Allstedt se sumen a la que cree será una exitosa revolución: “Ánimo, ánimo, ánimo, hasta que arda el fuego! ¡No dejéis enfriar vuestra espada! ¡No vaciléis! ¡Martillead, pink, pank, pink, pank, sobre el yunque de Nemrod! ¡Destruid sus defensas! No os podréis librar del temor humano mientras ellos [los príncipes] vivan. No podréis hablar de Dios mientras ellos, impunemente, señoreen sobre vosotros. ¡Ánimo, ánimo, ánimo mientras os acompaña la luz, Dios os precede: seguidle, seguidle! La historia ya se encuentra escrita (Mateo 24, Ezequiel 34, Daniel 7, Esdras 10:1-14, Apocalipsis 6, todos ellos pasajes que explican Romanos 13)”.
La insurrección de los campesinos fue aplastada por las fuerzas militares de los príncipes. No hubo tregua para los alzados y cien mil de ellos murieron a manos de soldados mejor entrenados y armados. Thomas Müntzer fue capturado, torturado y condenado a la pena de muertel. El 27 de mayo de 1525 fue decapitado en Mühlhausen.
Cuando hace muchos años comencé a viajar muy frecuentemente a Chiapas encontré que un ejido, localizado en el municipio de Ocosingo, tenía el nombre de Thomas Müntzer. ¿Cómo llegó el conocimiento del profeta de Allstedt a tierras indígenas chiapanecas?
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