“La palabra ética”, recuerda Emmanuel Buch,1 procede del griego ‘êthos’. En su sentido primero y más antiguo significa “residencia”, “lugar donde uno habita”, y se aplicó en la antigüedad a lugares donde los animales hallaban alimento y refugio, pero también a los países de los hombres. El segundo significado del vocablo ‘éthos’, y el más común desde Aristóteles, es “modo de ser” o “carácter”; carácter, no en el sentido de “temperamento”, sino como el modo de ser y vivir que cada uno va construyendo a lo largo de su existencia.
Ahí estamos. “Para ser periodista hace falta una base cultural importante, mucha práctica”, sostenía Gabriel García Márquez, para rematar afirmando: “y también mucha ética”. En su última entrevista, Riszard Kapuscinski fue incluso más allá cuando dejó dicha para la historia la lapidaria frase que proclama que “para ser buen periodista hay que ser buena persona”.
El retoque de las imágenes fotográficas es tan antigua como el propio descubrimiento de la fotografía en 1839, 175 años ha. Dejando de lado los casos extremos de imágenes de personas cuyas figuras fueron falseadas, mutiladas o directamente borradas y eliminadas para la historia, una simple manipulación de un pie de foto con un texto no ya injurioso, falseado o tendencioso, sino simplemente involuntariamente erróneo puede dar lugar a que la imagen sea percibida, leída ¡y creída! en un contexto diametralmente distinto de aquel en el que fue tomada.
Bueno es recordar aquí que el advenimiento de la tecnología digital de tratamiento de imágenes, hoy accesible a todos, no ha aportado hasta el día de la fecha una sola función de manipulación que no pudiera y siga pudiendo ser realizada por el proceso tradicional de la fotografía convencional cuyos “secretos” solo podían ser dominados por los profesionales que controlaban las coordenadas del “misterio” del cuarto oscuro.
Fotografía
húmeda del pasado fotoquímico o fotografía seca de la actual era digital permiten, si bien con diferencias considerables de solo tiempo, costo y limpieza del proceso, hacer que el manipulador de imágenes pueda irrumpir –la inmensa mayoría de las veces, sin permiso, cuando no como un elefante en una cacharrería sin permisoentre el observador y la imagen para hacerle el “favor” al observador de decirle cual debe ser el significado del significante: “Te voy a explicar lo que tienes que ver en esta foto”.
El próximo 27 de junio se cumplirán veinte años de uno de los momentos determinantes de la transición de convencional a digital en el territorio de la manipulación digital de imágenes. Fue el radicalmente distinto tratamiento que a una misma foto –la ficha policial del famoso ex jugador de fútbol americano Orenthal James
O. J. Simpson– el dieron los dos semanarios de información general de referencia en Estados Unidos en sus ediciones a la noticia:
Newsweek –Trail of Blood , “Rastro de sangre”– y
Time –An American Tragedy, “Una tragedia americana”– tras ser detenido
O. J. como sospechoso de la muerte –de la que sería absuelto– de su mujer, Nicole Brown, y de un amigo de ésta en Los Ángeles. El díptico con las dos portadas presenta de manera palmaria lo que es ética y lo que falta de ética.
Esto escribí entonces en mi carta del director de la revista FOTO a los lectores en el número de agosto de 1994:
…y en esto, lo digital se da de bruces con la ética
“Se veía venir. La vertiginosa implantación de las herramientas electrónicas de tratamiento de la imagen están llevando a la prensa a un delicado territorio fronterizo en el que la enormidad y la inmediatez de posibilidades de manipulación de la imagen exigen en contrapartida un redoblamiento proporcional de responsabilidad de los editores gráficos.
El vértigo electrónico ha chocado frontalmente con la ética en el reciente caso de la portada de ‘Time’ en la que este semanario
amañó ‘convenientemente’ la foto policial de Orenthal James Simpson, O. J., archifamoso jugador de fútbol americano y actor detenido en Los Ángeles como presunto homicida. La tecnología digital fue usada a fondo para convertir una vulgar foto documental en una portada de gran impacto ‘artístico’. No se les escapó detalle en el afeamiento del ‘ángel –negro– caído’. Incluso le sobreimprimieron las letras de la cabecera encima de la frente, a modo de barrotes carcelarios.
El solemne
patinazo de “Time”, cuya justa dimensión hay que medirla en el ejemplo de “Newsweek”, que publicó la misma portada, pero sin manipular la foto, foto, ha desatado la
gran polémica del siglo.
¿Hasta qué punto es “buena” la nueva tecnología digital? ¿Corre la fotografía de prensa el riesgo de perder su valor fundamental, la credibilidad informativa? ¿A dónde nos puede llevar el uso de la manipulación digital de imágenes? Tras este descomunal
flashazo de racismo por ordenador, ¿cómo prevenimos de otros posibles brotes de manipulación fotográfico-digital?
En FOTO, el debate no nos pilla de nuevas. Hace ya seis años
2 que tengo escrito textualmente que “ahora va a entrar la ética en escena”, a raíz de la puesta de largo de las tecnologías electrónicas de formación y tratamiento de imágenes.
Los avances tecnológicos no son buenos ni malos. Es la intencionalidad del hombre la que puede convertirlos en herramientas útiles y provechosas o, como en este caso, en arma para “linchar” a un personaje. La manipulación de imágenes no es patrimonio alguno del nuevo “reino” digital. Lo que ocurre es que en la época dorada del laboratorio, el medio estaba enteramente en las manos de los fotógrafos. Ahora, quizá los artistas cibernéticos estén mandando demasiado. Mancharse los dedos de revelador debiera ser obligatorio.”
“Nacemos con una ‘naturaleza primera’ pero con nuestro andar la modificamos y vamos modelando y confirmando el carácter día tras día como una verdadera ‘naturaleza segunda’: ‘Así que la ética es sencillamente aquel quehacer que consiste en la forja del carácter’, apostilla Buch citando a Carlos Díaz
3, para concluir afirmando que:
“De esta forja cotidiana del carácter da cuenta la etimología porque, efectivamente, ‘êthos’ (carácter) deriva de ‘éthos’ (hábito): el ‘êthos’ se adquiere mediante ciertos hábitos. Estos hábitos resultan a su vez de la repetición de actos iguales, aunque al mismo tiempo son el principio intrínseco de los actos. Se establece así un círculo vital carácter–hábitos–actos por el que ‘êthos’ es principio de los actos pero también resultado, fuente y producto a su vez de los actos concretos.”
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1 Emmanuel Buch,
Ética bíblica. Fundamentos de la moral cristiana, Noufront, Valls (Tarragona), 2010.
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