Los núcleos protestantes de Sevilla y Valladolid, con amplias zonas donde esta modalidad de cristianismo católico se afianzaba, cuyo nacimiento y raíces eran autóctonos (luego se daba el intercambio con Europa), produjo una reacción peculiar en nuestro suelo.
Cierto que también en Europa, con la maquinaria del Concilio de Trento, concilio que se hace no solo contra el Protestantismo, sino muy especialmente contra los ámbitos más “reformistas” dentro de la Iglesia romana (lo mismo ocurre con la Inquisición Romana); pero aquí tuvo unas señales particulares. Y se debe recordar, porque luego se ha repetido hasta casi ayer mismo, y sigue.
Ya estamos en semana santa. Por aquí en Sevilla, ya hace semanas que la tienes en los medios, después otras tantas de recuerdo. Sería ideal que los que produjeron no hace tanto ese documento en el que referían la pérdida de libertad religiosa en España, por una incidencia en templo romano, que vinieran por aquí, y que caminaran en el centro de la ciudad. Se presenta esto como algo de mercado turístico; muy bien, o muy mal. Esto es la tradición del pueblo, siempre ha sido así. Y se lo creen.
Lo que ahora se tiene de cofradías y hermandades nace y se desarrolla como reacción específica contra esos núcleos de reforma que se dieron en el XVI. Antes podía haber algún grupo de convivencia religiosa en torno a alguna imagen, pero lo de hoy es después. Precisamente son los jesuitas los que venidos aquí como primicia de su milicia proponen esa piedad popular estas imaginerías, mariolatrías y derivados, como aglutinante del pueblo en torno al papado. Así es. Y sigue.
Lo que hubo antes, y se parece bastante a lo de ahora, era el auto de fe. Aquí en la plaza de San Francisco, donde se colocaban los entarimados, con balcones de mejor vista, con alquiler de asientos, todo es muy parecido, muy penoso.
Pura sujeción al papado. El pueblo en la plaza de la procesión tenía, con esa presencia, que jurar sujeción a la Inquisición. Fiesta, de los esclavos.
La primera “inmaculada” que salió en paso por Sevilla, lo fue en 1620. Salió de convento levantado en el mismo lugar del quemadero; se llama, por leyenda, Del Alma Mía. Está todavía en templo (el convento ya desapareció).
Las procesiones y la imaginería añadida son acto y proyecto contra el Evangelio de la obra perfecta de Cristo. Es la procesión del mérito, del purgatorio. Uno de los delitos por los que quemaron a los nuestros era precisamente no creer en el purgatorio, pues la obra del Redentor era perfecta. Procesión de purgatorio.
Arte sacro. Imaginería de gran belleza. Atracción turística. ¿Qué pensará el Juez Justo de esa belleza? Este es mi Hijo Amado en quien tengo plena complacencia; ¿qué si ahora le dicen, pero yo tengo plena complacencia en esto, que es muy bello?
Hermandades y cofradías contra Cristo. El lirio es superior al taller de sastrería de Salomón, con toda su gloria. Un lirio, puesto como objeto de sentimiento, que recoja lo que a Dios le corresponde, con toda su belleza, es un ídolo. Pon una estrella, las propias constelaciones, el sol, o lo que veas por ahí de gran belleza. Puestos donde no deben, son medios de idolatría. Algunos ídolos son muy feos; otros de gran belleza. Cualquier profeta diría que todos son, a ver cómo lo digo, excrecencias. Es cuestión de verlo en su naturaleza.
Vamos juntos a uno de esos monumentos de gran belleza.
La Sagrada Familia. El monumento más visitado de España. Arquitectura extraordinaria. Pero no olvidemos sus cimientos. Es un templo expiatorio. Eso suena a desprecio del sacrificio perfecto de Cristo. Lo es. Primeros pasos, 1882. ¿Expiación respecto a qué? Barcelona, súbdita del papado, está atravesando malos tiempos. El propio papado; sin sus tierras por fraude adquiridas. Reducido, pero con su triple corona universal. Hay que reaccionar. Como tras la Reforma. ¿Cuál es el mal? Pues el liberalismo. Se trata de expiar el pecado, qué digo, la herejía, del liberalismo.
Cimientos del templo expiatorio: una obra de sacerdote (Félix Sardá), traducida, promocionada, divulgada por jesuitas, “El Liberalismo es pecado” (1884). Esa es la esencia de la Sagrada Familia. Arte excepcional. Contra el Redentor.
Es una obra de defensa del papado contra el Evangelio del Redentor.
En el libro. Liberalismo que “es un conjunto de ideas falsas, y un conjunto de hechos criminales” como su consecuencia. El liberalismo pretende la herejía de la libertad de imprenta, de asociación, la soberanía nacional (¡sin sujeción al papado!), libertad de cultos, la supremacía del Estado en los asuntos civiles, incluso los que tengan que ver ¡con la iglesia Romana!; la enseñanza laica e independiente (sin lazo alguno con la religión, ninguna, ni la papal); el matrimonio civil, en fin, la secularización. El colmo, el liberalismo niega el magisterio infalible de la iglesia Romana y del papa. (El libro tiene acceso libre en muchos sitios de internet.) Hay que apaciguar al suyo, y por eso deben erigir este templo expiatorio. No lo olvidemos. Más arriba, en el Tibidabo, otro templo expiatorio, del Sagrado Corazón. Desde 1886, más tarde culminado. Papado, purgatorio, contra el Redentor. No se olvide.
¿Y los políticos que propugnan ese liberalismo, incluso más adelante, el socialismo? Pues dándose codazos para la foto de la inauguración. Contradicción ayer, y hoy.
A ver si podemos caminar por Sevilla, que ya están los pasos pasando. Ya se ha dicho; mucho de lo actual, tras los focos de Reforma en el XVI. Y vino la guerra civil. El cardenal dice que se puede repetir; evidente. Donde esté la jerarquía del papado con sus intereses siempre se puede producir; ésa es su Historia. Pero vamos todos a olvidar la guerra civil, o simplemente no tenerla en cuenta en especial. Pero
aquí hubo una guerra civil de menos de tres años, y una “victoria” de más de treinta. Hasta que se murió el generalísimo bajopalio. Y de esos años de victoria, donde se aplastó la cultura, la libertad (todo lo que se apuntaba en aquel libro), donde
se negó la libertad religiosa, ¿qué nos dice el cardenal? Sí, es simple desvergüenza pretender que el papado ha sido mentor de la libertad religiosa. Nunca. Otra cosa es la adaptación al discurso que convenga.
Segura, aquél cardenal, quiso convertir a la marxista Sevilla en modelo de piedad papal. Procesiones. Superstición. Y el pueblo así lo quiso. 1952 (o 3 no recuerdo),
queman el templo de la IERE (gesta gestada por discursos de reconciliación, como todos los que los cardenales nos sueltan). España fuera del Plan Marshall, no se podía aplicar en Estados sin libertad religiosa, y esto fue muy sonado en EE.UU. Y el pueblo así lo quiso.
La victoria, no la reconciliación. El cardenal debía recordarlo. No reconciliaron los suyos. Su padre es el que engendra desde el principio la muerte y la separación. Cofradías y hermandades en Sevilla. En la olvidada, ¿por quién? victoria, recordamos. Hermandad de la Victoria (ahora mejor se dice de la Paz, tiene las dos advocaciones, y suena mejor). Justo tras la terminación de la guerra. Ahora es la victoria, y sale en triunfo. Otras. San Gonzalo, Santa Genoveva. De sus parroquias con tal nombre. La una, por Queipo, aquél general en la basílica de la Macarena enterrado; la otra, por su esposa Genoveva. Eso es lo que sale en semana santa por aquí. Terminó la guerra, no entramos en su conflicto, donde parte y parte mostraron sus miserias. Pero luego vino la victoria. Y ahí “ganó” cada día el papado. Robó a España de su libertad, no trajo concordia, sino sujeción. Y sale de procesión. Y le siguen. Al funeral. Y el pueblo así lo quiso.
¿Y los políticos? Pues de uno y otro color, dándose codazos por la foto en la procesión. Aquí en Sevilla cualquier presidente o alcalde que se precie, aunque socialistas, presiden coronaciones canónicas de imágenes, conceden medallas de la ciudad, o lo que haga falta. Son tan enemigos del Redentor como los de la procesión. No les digo qué me dijeron y qué les dije cuando les propuse estar en actos de recuerdo de la memoria de los nuestros. Algunos, también hay que decirlo, estuvieron de inmediato con nosotros.
¿Entonces estas procesiones no se acaban? Ya, ya pronto.
Viene el tiempo cuando conocerán al Redentor, y echarán de sus manos como trapos de inmundicia todas estas idolatrías. Así estábamos todos, todos en la procesión, o sin procesión, pero sin Dios ni esperanza. Y vino nuestro Redentor, y nos encontró, y nos hizo suyos, y nos libró de todos nuestros pecados, y aborrecimos todo lo que no le honra, por eso nos aborrecemos a nosotros mismos cuando vemos nuestra naturaleza.
La semana próxima, d. v., les digo cosas sobre la edición de Protestantismo Español e Inquisición en el siglo XVI, de E. Schäfer, traducido por Francisco Ruiz de Pablos. Tres volúmenes, el tercero ha habido que dividirlo en dos tomos, tiene más de mil pág.
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