Hubo un tiempo, hace sólo unos pocos años, cuando la simple referencia a la “Teología de la Liberación” hacía arquear muchas cejas en el Vaticano. Aquellos tiempos ya han pasado. Lo que se percibió e incluso se denunció públicamente como una de las más peligrosas amenazas a la que se enfrentaba la Iglesia Católica, se ve ahora como una legítima, por no decir también necesaria, corriente de su vida en constante expansión.
La Teología de la Liberación como era entonces
“La Teología de la Liberación” es el título de un influyente libro publicado en 1973 por el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez en el cual defendía la idea de que la teología debería estar al servicio de la liberación “integral”, es decir, la libertad económica y espiritual que surgiría como resultado de la justicia social. Era una nueva forma de hacer teología que priorizaría más el clamor de la gente “desde abajo”, que las expectativas de la jerarquía eclesiástica intelectual “desde arriba”. Haría su camino de abajo hacia arriba más bien que de arriba hacia abajo y consideraría a los pobres como el principal actor teológico antes que recibir el final de las decisiones tomadas por los ricos. También denunciaría como opresivo el
status quo capitalista que en cambio la Iglesia Católica ha asumido en Latinoamérica. Otros destacados exponentes son Leonardo y Clodoveo Boff de Brasil, Jon Sobrino de España y Juan Luis Segundo de Uruguay.
Sus críticos relacionaron la Teología de la Liberación con la ideología marxista, la antropología materialista y la política revolucionaria, que cambiaría drásticamente la enseñanza y la práctica tradicionales de la Iglesia. La Iglesia Católica reaccionó enérgicamente contra la misma. Juan Pablo II, al tiempo que “de palabra” aparentaba estar de acuerdo con las inquietudes expresadas por la Teología de la Liberación, fue muy activo en tratar de silenciarla tanto como pudo. A mediados de la década de los ochenta su perro guardián teológico, el Cardenal Ratzinger, entonces a cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe, trabajó muy duro para limitar su influencia. Esos días se han acabado. ¿Por qué?
Mutatis mutandis, ¿la Teología de la Liberación ha cambiado su mensaje fundamental o la Iglesia ha modificado su postura? Lo último parece ser lo cierto.
La Teología de la Liberación como es ahora
Dos variaciones sustanciales han hecho posible este cambio. Una es, por supuesto, que desde el año 2013 el Papa es latinoamericano. Si bien no se puede clasificar a Francisco como liberacionista, comparte, no obstante, la preocupación por los pobres, el interés por los límites del mundo y el reconocimiento del catolicismo popular. El, sencillamente, parece que no ve las categorías marxistas funcionando en y mediante lo que la Teología de la Liberación intentaba articular. El “Evangelio suave” del Papa pone menos énfasis en los temas ideológicos y teológicos y al hacerlo así ha suavizado significativamente la controversia. El otro cambio es que el actual dirigente de la Congregación para la Doctrina de la Fe es el Cardenal Gerhard Ludwig Müller (desde 2012), alemán al igual que Ratzinger pero, a diferencia de su predecesor, discípulo y admirador de Gustavo Gutiérrez. Roma está ahora en la posición de valorar de nuevo la Teología de la Liberación, incluso más allá de las pasadas evaluaciones críticas y las medidas disciplinarias.
Dos libros recientes escritos por Müller ilustran la forma en que el Vaticano contempla ahora la Teología de la Liberación desde una perspectiva completamente diferente. “
An der Seite der Armen: Theologie der Befreiung” (Del Lado de los Pobres: La Teología de la Liberación) es un título alemán que el Cardenal escribió en 2004 con el propio Gutiérrez. “
Povera per i poveri: La missione della chiesa” (Pobres para los pobres: La misión de la Iglesia) es un título que acaba de publicarse en 2014 por la Vatican Press.
En estos libros tan sofisticados, Müller argumenta que la Teología de la Liberación es una teología “regional” que encuentra su hogar en la “catolicidad” de la Iglesia Romana y continúa con la teología clásica de la iglesia. Fue precedida por la
Nouvelle Théologie (Nueva Teología) la cual antecedió al Vaticano II y con posterioridad fue preparada por la teología de Karl Rahner. Desde Henri De Lubac, la Teología de la Liberación aprendió que la gracia obra dentro de la naturaleza y no fuera de ella. Desde Rahner adoptó la idea de que la gracia se encuentra ya en la naturaleza y no es algo ajeno a la misma. Desde el punto de vista de Müller, la Teología de la Liberación es una aplicación regional de lo que la corriente principal de la teología católica había ya afirmado antes y después del Vaticano II.
La Teología de la Liberación ya no se considera como una pseudo teología empapada de la ideología marxista, sino una hija plenamente reconocida de la Iglesia que se tomó seriamente la reorientación que el Vaticano II dio a la teología católica y la puso en práctica en el contexto particular de Latinoamérica. Este es el último ejercicio de la catolicidad romana, por el cual algo que está en aparente conflicto es visto en su lugar como una parte del todo, o sea, la síntesis católico romana.
Si quieres comentar o