J.E. Pacheco, Fin de mundo (Desenlace). México, Era, 2000, p. 36.
Una de las cosas que algunos le criticaron a la poesía de José Emilio Pacheco, fue su supuesta orientación al “pesimismo apocalíptico” y a las quejas existenciales expresadas mediante un lenguaje coloquial que cada vez se desembarazó de cualquier ropaje afectado o seudo-profético. Muy temprano en su obra, JEP (como firmaba sus textos en prosa) asumió el lenguaje de la desolación, para decirlo de algún modo. Hace ya tiempo que surgió una posible explicación de este modo de asumir su lugar en el mundo fue su cercanía al lenguaje bíblico como vehículo lírico. En varios momentos, este poeta ha dado testimonio de que su afición a la Biblia se consolidó gracias a Carlos Monsiváis, amigo suyo desde la juventud. Otra prueba de ello es su versión (o “aproximación”, como solía llamar a estos ejercicios) del Cantar de los Cantares (2009). Quien escribe estas líneas comenzó, desde 1991, una indagación en ese sentido al advertir que buena parte de los textos más conmovedores de JEP se ocupan de subrayar esa mirada apocalíptica sobre la marcha de las sociedades humanas en detrimento cada vez mayor de la naturaleza, encaminadas como están en un proceso de (auto)destrucción incontenible. Acerca de esto, Vicente Quirarte afirma: “Sin abandonar su preocupación por lo mexicano, José Emilio mira la tierra, sus devastaciones, sus ruinas, pero también sus treguas y epifanías. Su poesía se convierte en un inventario del paso de los días, donde no cuenta el testimonio personal sino se privilegia la voz del poeta”.2La constatación de esta nueva realidad del deterioro ecológico lleva a Pacheco a otorgar cada vez mayor importancia a la observación y al estudio de la naturaleza. No sorprende, por tanto, encontrar una visión plenamente romántica en “Las ostras”, un poema de su penúltimo libro, en el que la definición del arte como “atención enfocada” ilustra bien la nueva tendencia menos culturalista, y más atenta al entorno natural, de su poética:
Pasamos por el mundo sin darnos cuenta,
sin verlo,
como si no estuviera allí o no fuéramos parte
infinitesimal de todo esto.
No sabemos los nombres de las flores,
ignoramos los puntos cardinales
y las constelaciones que allá arriba
ven con pena o con burla lo que nos pasa.
Por esa misma causa nos reímos del arte
que no es a fin de cuentas sino atención enfocada.
No deseo ver el mundo, le contestamos.
Quiero gozar la vida sin enterarme,
pasarla bien como la pasan las ostras,
antes de que las guarden en su sepulcro de hielo
(El silencio de la luna, p. 97).3
En un segundo intento, ya en 1994, se avanzó en la revisión de dicho énfasis con mayor detalle.5 Una tercera ocasión se presentó en 2003, donde se abarcó también El silencio de la luna, recopilación de 1994, en donde nuevos textos, como “Prehistoria” o “Adán al revés es nada”, dan fe de esa misma orientación crítica.6 En 2006 apareció un volumen colectivo de ensayos inéditos (José Emilio Pacheco: perspectivas críticas) que incluyó un trabajo de Carmen Dolores Carrillo Juárez sobre la presencia de la tradición bíblica en la poesía de JEP.7 Coincidentemente, en el homenaje que se le rindió por sus 70 años de vida, compartimos la mesa con esta autora y, para nuestra sorpresa, el poeta estuvo presente. Allí fue leída la última versión del ensayo en curso que incorpora algunas observaciones de Carrillo Juárez y dialoga con su perspectiva.8Entre tanta destrucción queda una parte edificante. En el zafarrancho general de la vida, en la guerra perpetua y la separación interminable, sobreviven, y nada puede ya borrarlos, el segundo de amor, el minuto de acuerdo, el instante de amistad. Basta para vivir agradecidos con esos nombres que no volveremos nunca a pronunciar. (p. 22)
El tiempo no es eterno.
Acabará también como el Sol.
Lástima de verdad no estar aquí
para ver rencorosos la caída
del intangible inmenso que nos hizo
y con la misma naturalidad nos deshace. (p. 95)
Los versos se transforman en escepticismo melancólico con pocas notas de esperanza, es verdad, pero redimidos por la capacidad lírica de sobreponerse para decir lo que el paso del tiempo produce en el sujeto hablante: poesía, apocalipsis y fugacidad. Desde esa tesitura, para terminar, leamos estos poemas:
El fin del mundo ya ha durado mucho
Y todo empeora
Pero no se acaba (p. 94)
De sobra
Al planeta como es
no le hago falta.
Proseguirá sin mí
como antes pudo
existir en mi ausencia.
No me invitó a llegar
y ahora me exige
que me vaya en silencio.
Nada le importa mi insignificancia.
Salgo sobrando porque todo es suyo. (p. 63)
Palinodia
Me arrepiento de todo lo que dije
y de cuanto callé.
Pido perdón al silencio.
Lamento haber interrumpido la Nada. (p. 88)
Plegaria
Dios que estás en el No
bendice esta Nada
de la que vengo y a la que regreso. (p. 94)
Diluvio
Ahora la lluvia le dice basta a la tierra.
Quiere recuperar lo que fue suyo. Desde hoy
todo será de nuevo el absoluto imperio del agua.
Se reblandecen y se vienen abajo
los monumentos erigidos para glorificar nuestra nada,
para creernos un poco menos efímeros.
Sólo hubo un Arca. Sus vestigios se pierden
en el Monte Ararat inalcanzable. Ya no hay salida.
El aire mismo está anegado de lluvia.
Lo que era el sol se ha vuelto apenas la sombra
en donde cae para siempre la lluvia.
No arde la luz enteramente construida de agua.
Nadie pensaba que el mundo
se iba a acabar otra vez por la lluvia.
(p. 27)
2 V. Quirarte, “José Emilio Pacheco”, en Los días que no se nombran. Selección de poemas 1985-2009. México, Asociación Nacional del Libro, 2011, p. 26.
3 N. Binn, “Los indicios del fin. La poesía ecologista de José Emilio Pacheco”, en Literatura y Lingüística, Santiago de Chile, 2011, www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-58112001001300010.
4 L.C.-O., “José Emilio Pacheco, un enamorado del lenguaje bíblico”, en Encuentro, revista del Presbiterio Juan Calvino, julio de 1991, pp. 4-7.
5 L.C.-O., Idem, en El Faro, revista de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México, noviembre-diciembre de 1994, pp. 175-178.
6 L.C.-O., “El lenguaje bíblico en la poesía de José Emilio Pacheco”, en Signos de Vida, Consejo Latinoamericano de Iglesias, septiembre de 2003, pp. 37-39.
7 C.D. Carrillo Juárez, “La poesía de José Emilio Pacheco y la tradición bíblica”, en P. Popovic Karic y F. Chávez Pérez, coords., José Emilio Pacheco: perspectivas críticas. México, Siglo XXI, 2006, p. 193ss.
8 L.C.-O., “El lenguaje bíblico en la poesía de José Emilio Pacheco”, en Letralia, año XIV, núm. 213, 6 de julio de 2009, Cagua, Venezuela, www.letralia.com/213/ensayo01.htm.
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