La máquina de café

Toda una vida terrena esperando la salvación eterna garantizada desde el día de su conversión llegaba a su cumplimiento tras una muerte tranquila. Dormido en el sofá con la chimenea encendida fue la última escena que protagonizó en este mundo.

Por fin el Cielo. Tras pasar por un túnel de luz, vino a parar ante una puerta altísima junto a la que merodeaban algunas almas en su misma situación, todas esperaban que abriesen.

La bendición preparada para él, el lugar de disfrute, el consuelo de sus penas, el descanso eterno de sus trabajos, la glorificación de su ser… las lágrimas descendían por sus mejillas. Ya empezaban los goces a la misma puerta del Cielo, ¿qué no sería una vez dentro?

Secándose los ojos, mientras digería tantas emociones, vio que al lado de la puerta de perla había una máquina expendedora de café.

—¡Anda! —se dijo en medio de tanto contento —me tomaré uno.

Se rascó el bolsillo buscando unas monedas, pero ¡qué sorpresa!, el servicio era gratuito. Todo redundaba para mayor goce de los redimidos.

El café en un vasito de plástico aún desprendía su aroma tentador cuando la pesada puerta comenzó a abrirse.

Le llegó el turno. Con la confianza que le proporcionaba su historial piadoso dispuso adentrarse por el vano de aquella puerta hasta que un hombre barbudo, con voz severa, le interrumpió el paso.

—No, lo siento señor, con el café no puede entrar.