El ansia de vagar

Luis y Alexis Racionero son padre e hijo. Luis, licenciado en Ingeniería Industrial y en Ciencias Económicas, con un doctorado por la prestigiosa Universidad de Berkeley, en Estados Unidos, es un autor reconocido en las letras españolas. Escribe en catalán y en castellano. Ha publicado obras de ficción, ensayos y biografías que han merecido numerosos premios, como el Espasa y el Anagrama de Ensayo, el Premio Lara de biografías y Memorias, y otros. Ha sido director de la Biblioteca Nacional de España y del Colegio de España en París.

Alexis es licenciado en Geografía e Historia, doctor en Historia del Cine por la Universidad de Barcelona, profesor de Estética, Análisis y Estilos Audiovisuales en la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. Trotamundos incansable, como su padre, ha publicado varios libros de viajes y rodado documentales sobre el mismo tema.

En EL ANSIA DE VAGAR los dos autores narran viajes en tren, en barco, en coche, en avión, a pie por diferentes partes del mundo, desde Egipto al Tíbet, de la Borgoña a Odesa, de la Costa oeste de Estados Unidos a la India, del Himalaya a los Alpes. “Luis viaja desde el recuerdo evocado con ese aire aristocrático del viajero colonial que sabe ser austero si es preciso, en tanto que Alexis lo hace desde la observación precisa y escrita en cuadernos de viaje, como un vagabundo del “dharma”, nacido en la opulencia.

Al libro escrito a cuatro manos le fue concedido el Premio Eurostars Hoteles de Narrativa de Viajes 2013.

Bella cita del poeta anglo-indú Rabindranath Tagore: “el viajero debe llamar a cada una de las puertas ajenas para encontrar la suya propia, uno debe vagar por todos los mundos exteriores para alcanzar el templo más profundo de su ser”.

Las 175 páginas de EL ANSIA DE VAGAR dan hospitalidad a siete breves capítulos que los autores dividen en dos partes, más un epílogo que pone fin a todos los relatos.

Para Racionero padre, sus viajes favoritos son “el barco y, en menor grado, el tren. El coche y el avión, lo peor, por incómodos”. Habiendo viajado quien escribe por todos los medios que Racionero menciona, a lo largo de 83 países, coincido plenamente con él cuando afirma: “de todos ellos, el más cómodo es el barco, de línea, crucero o yate. Una habitación con la ropa colgada que nos sigue en viaje agradable”. En el barco uno está rodeado de agua por todas partes, en el centro de un círculo perfecto. Viajero afortunado y con cartera abultada, Luis cuenta un viaje en yate por el mediterráneo, siempre surcando mares: “en yate he recorrido desde las islas Eólicas hasta Capri, desde Corfú hasta Itaca o por las islas griegas”.

El mar, la mar, como escribía Albertí, fascina a Racionero padre y le dedica muchas páginas. Cuando Don Quijote y Sancho, a quienes llevo dentro de mí y sólo abandonaré cuando del cuerpo se separe mi alma, contemplan extasiados el mediterráneo a su llegada a Barcelona, el mar “parecíales espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera”. A nuestros personajes, oriundos de tierra secana, el espectáculo del mar les pareció interesante y maravilloso. Para Luis Racionero, “esa agua esmeralda entrevista, resplandeciendo, entre rocas recortadas y frutales, es el arquetipo de lo mejor que encontrará el viajero”.

Tras el barco, el autor dedica un puñado de páginas al tren. Este medio de viajar le supone “una cadencia y un ritmo de vida. Un mantra sonoro que relaja mientras lees o escuchas la música favorita, contemplando el paisaje”.

Luis Racionero evoca viajes en tren por su Cataluña natal, por naciones de Europa, las grandes estaciones de París, la Gare du Nord y la Gare d´Austerlitz principalmente. En una de las dos Humphrey Bogart se despide con besos y lágrimas de Ingrid Bergman cuando escapa de París rumbo a Marruecos en la película CASABLANCA.

Alexis, Racionero hijo, se identifica en el libro tan viajero como su progenitor. Por otros mundos, con otro vocabulario, persiguiendo otros objetivos. Confiesa que vio la luz “en un entorno muy contracultural “hippie”. Razón tiene cuando escribe que “los hippies” eran hijos de papá, adinerados “baby boomers” crecidos durante la era de la opulencia. En busca de los “hippies” anduvo desde Seattle hasta San Diego, desde Los Ángeles a San Francisco, lugares donde nació el movimiento “hippie” en torno a los años 60, como continuación de la “Beat-Generation”, verdadera generación de escritores y poetas como Allen Ginsberg y Lawrence Ferlinghetti, dos de los poetas más representativos de aquél movimiento. Después de recorrer América, Alexis Racionero continúa alforjas y caminos por lugares cercanos, como Egipto, Atenas y Florencia, y tan lejanos como los Himalayas, siempre identificándose con las culturas y las gentes que encuentra a su paso, siguiendo así el consejo de Ortega y Gasset: “Viajar no es tan sólo moverse en el espacio. Más que eso, es reacomodar el espíritu, predisponer el alma y aprender de nuevo”. O, como lo expresa el personaje de LA ISLA DEL TESORO, “todo perfecto viajero crea siempre el país por donde viaja”.

El epílogo del libro tiene como título el que era de esperar: “fin de viaje”. Dicen los autores, y lo suscribo, que “en el viaje aprendes costumbres, a mirar y contemplar, a sonreír, a disfrutar de los momentos más insignificantes o a relacionarte con las personas y entender que “el otro” puede ser esencial para comprenderte a ti mismo”.

Concluyen: “esperamos que quienes sientan el ansia de vagar sigan recorriendo ese sendero en el que todos los viajeros nos acabamos encontrando”.