Mater semper abscondita. Todo comenzó a partir de un daguerrotipo que Linda Fregni Nagler encontró en eBay. La foto mostraba a un niño posando tan seriecito sobre un bulto sospechoso: la madre, que sostenía al bebé envuelta en una sábana que le servía de camuflaje para no salir en la foto. A partir de ahí, consiguió reunir en siete años más de mil fotos de la época victoriana de niños sostenidos en la pose por madres ocultas. El resultado, conmovedor a la vez que inquietante, publicado en el libro
The hidden mother, “La madre oculta” (Mack, Londres, noviembre de 2013), fue exhibido en una gran instalación en la pasada edición de la Bienal de Venecia.
La popularización de la fotografía en la última mitad del siglo XIX favoreció una gran demanda de retratos, también de niños. La escasa sensibilidad de las placas, unida a la pobre luminosidad de los objetivos exigía unos tiempos de exposición en torno a los treinta segundos para hacer la foto. Para fotografiar adultos, los fotógrafos disponían de unos soportes reposacabezas para apoyar la nuca y mantener así la inmovilidad durante la exposición. Pero pedir a un bebé o niño que se estuviera quieto medio minuto era y es un imposible. ¿La solución? Los brazos de la madre.
Y aquí es donde surge el problema. ¿Cómo valerse del concurso de la madre para la pose sin que ella salga en la foto? De las maneras más diversas. El repertorio de disfraces y camuflajes va desde ocultarse tras una silla, agacharse detrás de un sofá o esconderse detrás de una cortina desde donde sujetan al niño hasta taparse completamente con una cretona o una sábana blanca para sujetar a los niños en el regazo.
Las fotos de la madre oculta, que tienen su origen en torno a 1850 y se han venido haciendo hasta 1920, recuerdan en cierto modo a la trampa en la que creen a pies juntillas los niños cuando, al taparse los ojos, piensan que son invisibles. En algunas fotos, el camuflaje no ha evitado que asomen una mano, un brazo, un pie de la madre ‘desaparecida’. En otras, la cabeza de la madre fue tapada por las bravas con tinta negra en la copia de papel o directamente raspada de la placa, el negativo.
Lo que los padres encargaban al fotógrafo era la foto del niño… sin la madre. En una época de gran mortalidad infantil, la foto del niño era la prueba documental de que el niño estaba vivo. Puede especularse con que la imagen del niño solo favorecía la relación entre el nuevo miembro de la familia y el observador, mientras que de aparecer en la foto con la madre, la relación subyacente a la imagen era la del niño con la madre.
Una explicación más sociológica es la posibilidad de que las madres no eran de suficiente valor como para poder aparecer en las fotos. En todo caso, la respuesta a “la madre oculta” nos lleva al laberinto de la psicología social, la antropología, la sociología histórica de la familia, todo ello bajo el prisma de la moral victoriana.
El trabajo de Linda Fregni Nagler está dando pie a no pocas reflexiones en torno a la ruptura de la iconografía madre-niño. Las madres ocultas en las fotos, ¡sorpresa!, rompen con la iconografía clásica de la Virgen y el Niño, lo cual no deja de ser una ‘herejía’. Estamos en el XIX, el siglo del individuo. El niño burgués adquiere el derecho a su propia personalidad única.
La mujer, en cambio, se degrada voluntariamente -o no tanto- a su papel subordinado en la familia burguesa como un soporte pasivo y anónimo, una percha inanimada, “con la pata quebrada”. Este “borramiento” de la madre habla de la naturaleza de la paternidad y del lugar de la mujer,sin identidad propia en una sociedad patriarcal.
Bella Bathurst recordaba
The Guardian el 2 de diciembre de 2013 un dato revelador: muchas de estas fotos cabe deducir que están hechas por mujeres. Por la década de 1860, en Inglaterra la fotografía se había convertido en una de las pocas profesiones consideradas respetable para las mujeres de la clase media, hasta el punto de que entre 1861 y 1871, el número de fotógrafas se cuadruplicó. “Al igual que sus homólogos masculinos”, señala Bathurst, “se convirtieron en expertas en mantener a los bebés quietos por las buenas o por las malas.” Algunas utilizaban para mantener fija su atención animales en el estudio, como monos mascotas o pájaros.
“Niños, fingid que vuestra madre no está disfrazada de silla”, titulaba Sarah Malm en un reportaje sobre fotos de madre oculta en
Daily Mail el 6 de febrero de 2013. Kathryn Hughes, por su parte, concluía su artículo el pasado 5 de diciembre de 2013 en
The Telegraph sobre el libro de Linda Fregni Nagler con estas palabras:
“Vistas en conjunto, estas imágenes de madres ocultas, simultáneamente ausentes y presentes, ilustran algo que todavía resuena hoy. Disfrazadas como sillones, escondiéndose detrás de columnas o en cuclillas sobre la alfombra, estas figuras fantasmales nos recuerdan la forma en que todos nosotros, independientemente de nuestra edad o circunstancia, continuamos siendo guiados por esos brazos maternales que reconfortan y aprisionan.”
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