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Protestante Digital

 
Los cristianos y el dinero (VI)
1
 

Servir a Dios o al dinero

Se sacan textos bíblicos fuera de su contexto para enseñar que los cristianos hemos de depositar todo lo que tenemos en las arcas del ‘templo’ o ‘casa de Dios’ por ellos gobernadas; condición que revelará el ‘tamaño’ de nuestra fe.
AGENTES DE CAMBIO AUTOR Óscar Margenet Nadal 31 DE ENERO DE 2014 23:00 h

“Iba yo pidiendo, de puerta en puerta por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro se apareció a lo lejos como un sueño magnífico.Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería el rey de Reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo y pensé que mis días malos se habían acabado.
Tu carroza se paró a mi lado. Tu mirada cayó sobre mí y bajaste sonriendo. Sentía que finalmente había llegado el momento supremo de mi vida. Al fin había llegado la felicidad. Pero Tú, en un gesto de humildad, te despojaste de tu turbante.


Te inclinaste a mi altura y de pronto me tendiste tu mano diciéndome: “¿Puedes darme alguna cosa? ¿Qué me quieres dar?” ¡Ah, qué regalo fue aquello de extender tu palma de rey para pedir a un mendigo! Confundido e indeciso saqué de mi saco un granito de trigo y te lo di. Tú contestaste con un gesto de benevolencia. Abriste un cofrecillo, guardaste el grano y subiste a la carroza.
Pero ¡qué grande fue mi sorpresa cuando, al atardecer el día, al vaciar mi saco en el suelo, encontré entre el poco trigo un granito de oro!

Lloré amargamente por no haber tenido el corazón de entregarte todo lo qué poseía.”(1)

Con su fina sensibilidad Rabindranath Tagore nos hace vivir en este cuento-poema, uno de los legados de su pluma feraz, el hipotético encuentro entre el rey (el Hijo de Dios) y él mismo (el mendigo). Lo considero un ejemplo muy apropiado de la literatura que nos acerca a lo que nuestro Señor enseñó respecto del valor real del dinero.

No puedo menos que comparar ese relato con el de Marcos, uno de los cuatro evangelistas, que nos ubica en el momento en que el Maestro de Galilea está con sus discípulos junto al gazofilacio del templo herodiano (2).

“Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.”(3)

Un relato utópico, el primero, tiene sin embargo un realismo que lo hace plausible. El bíblico muestra una escena de la vida real en los días que Jesús vivió en la tierra y es parte de Su enseñanza sobre la relación que hemos de tener con el dinero si deseamos servir a Dios.

Debemos lamentar que historias como la de esta viuda – de cuyo nombre, edad o conformación familiar nada dice el relato – sean usadas para torcer la enseñanza del Hijo de Dios respecto de nuestro uso del dinero. En este caso, son esos carismáticos predicadores mediáticos que congregan a enormes auditorios instando a los presentes a pactar con Dios sumas de dinero, y aún bienes raíces, asegurando que Dios se las multiplicará como respuesta. Sacan textos bíblicos fuera de su contexto para enseñar que los cristianos hemos de depositar todo lo que tenemos en las arcas del ‘templo’, o ‘casa de Dios’ por ellos gobernadas; condición que revelará el ‘tamaño’ de nuestra fe. El dinero así colectado sirve parar sufragar fines que rara vez concuerdan con los propósitos de nuestro Señor.

No deja de llamarme la atención el hecho de que algunos de estos mercaderes del evangelio de Cristo hayan sido denunciados por ex seguidores por usar prácticas similares a las impuestas por el movimiento Opus Dei (4).

Os invito a descubrir juntos algunas verdades bíblicas a las que apuntan los artículos de esta serie, con el objetivo de aplicarlas a las distintas circunstancias de nuestra realidad actual, allí donde el Señor nos haya llamado.

EL CONTEXTO GENERAL
Es necesario ubicarnos en la época, lugares y circunstancias en que Jesús era escuchado por no poca gente, atacado por poderosos enemigos y seguido por un puñado de modestos discípulos. No hacerlo, pone en peligro no solo nuestra comprensión de Su doctrina sino también la beneficiosa aplicación de sus verdades en las distintas áreas de nuestra vida cotidiana, dos milenios después.

El sacerdote diocesano Fernando Camacho Acosta describe de manera singular la situación en que Jesús encuentra a su pueblo:

“La Palestina del tiempo de Jesús constituía una sociedad teocrática, que giraba en torno a la Ley mosaica y al Templo de Jerusalén, fuertemente jerarquizada y de tipo patriarcal, en donde el padre de familia estaba investido de la autoridad suprema en el ámbito familiar. Dicha sociedad vivía de la agricultura, la artesanía y el comercio, y estaba compuesta por tres estratos sociales: superior, medio y bajo.

Al estrato superior pertenecían los príncipes y miembros de la familia real de Herodes, los altos dignatarios de la corte, la aristocracia sacerdotal o sumos sacerdotes, y las familias de abolengo, junto con los grandes terratenientes, comerciantes o negociantes.

El estrato medio, bastante reducido y apreciable sobre todo en Jerusalén, en los círculos cuyas fuentes de ingresos procedían del Templo y los peregrinos, estaba integrado, fundamentalmente, por los pequeños comerciantes, los artesanos propietarios de sus talleres, los dueños de las hospederías y los sacerdotes y levitas que no eran miembros de las grandes familias sacerdotales.

Al estrato bajo, formado por la inmensa mayoría de la población, pertenecían los jornaleros, tanto obreros como campesinos, los pescadores, los innumerables mendigos y, finalmente, los esclavos, Estos últimos, a diferencia de lo que ocurría en el resto del Imperio, no desempeñaban ningún papel relevante en la economía rural, ya que, fuera de la corte de Herodes, su número era muy reducido y se encontraban sobre todo en las ciudades, al servicio de las familias adineradas.” (5)

Más adelante, el autor describe la influencia ejercida en esa sociedad por el Imperio Romano y su cruel explotación del país:

“… esta situación se mantuvo a lo largo de todo el siglo primero. A ello contribuyó en gran medida la explotación abusiva del país por parte de Herodes y de sus sucesores, y más tarde, cuando Roma fue poco a poco asumiendo el control y la administración de Palestina, los impuestos que pesaban sobre el pueblo y la mala gestión de los prefectos y procuradores romanos. El hambre y la carestía que reinaban por doquier fueron el resultado de tal explotación. Esto hizo que tanto en la época de Herodes, como después durante el breve reinado de Agripa I (41-44 d.C), tuvieran que arbitrarse medidas extraordinarias para paliar el hambre de la población.” (6)

EL CONTEXTO PARTICULAR
Jesús está enseñando a esa gente, en esas circunstancias; y es de relevante importancia conocer lo que historiadores y comentaristas describen de esa época para comprender la importancia que tenían allá y entonces las palabras de Jesús, si hemos de valorarlas cabalmente aquí y ahora.

Ese pueblo, que era el remanente de los que habían estado esclavizados por el Imperio Babilónico, son los que quedan del reino de Judá, los descendientes de ex esclavos ahora explotados por el rey Herodes Antipas, colaborador complaciente de un emperador poderoso como pocos (el César romano) hasta que Calígula, cansado de sus escándalos lo deportase a lo que es hoy Francia, sustituyéndolo por su amigo Herodes Agripa(7). El escritor católico romano, sin embargo, rescata el celo de algunos pocos judíos que mantenían vivo un pasado marcado por la fuerte presencia del Dios vivo:

“A diferencia de la insensibilidad que, como se ha visto, reinaba el Imperio respecto al pobre y la pobreza, el judaísmo del siglo I, como lo atestiguan los escritos de Qumrán, la literatura rabínica y los llamados escritos pseudo-epígrafos, mantenía vigente la preocupación veterotestamentaria de ayudar al pobre, a la viuda, al huérfano y al extranjero.

Al menos la teoría estaba clara y era repetida y conocida por todos: el rico no debe explotar al pobre: el judío fiel a Dios ha de ser, como él, misericordioso y justo; todos han de amar al prójimo. Otra cosa era la realidad: de hecho, muchísimos judíos palestinos del tiempo de Jesús no tenían otro medio de vida que la mendicidad, eran explotados por los poderosos y los ricos, y discriminados por los observantes religiosos. Por otra parte, los maestros de la Ley discutían entre sí sobre el alcance del precepto del amor al prójimo, sin llegar a un acuerdo acerca de si tal obligación debía o no de hacerse extensiva a los paganos.” (8)

En resumen,tenemos una situación en la que el poder dominante se basa en la clase política (el invasor extranjero y sus cómplices locales: nobleza y cobradores de impuestos), en la clase religiosa (los que servían en el templo, los escribas y fariseos) y en los muy pocos ricos (acaparadores, proveedores del templo y de las pocas familias con alto nivel de poder adquisitivo). El resto, la mayoría, es gente que sufre a causa de la explotación impiadosa, abundando los mendigos. En el trasfondo hay un debate académico sobre la relación entre el poder y la pobreza.


LECCIONES QUE NO CESAN CON EL TIEMPO
El Maestro de Galilea viene de compartir la parábola de la viña y los labradores malvados que asesinan al hijo del dueño para quedarse con todo. Les está resumiendo el mensaje mesiánico del AT en el que la vid es símbolo del pueblo escogido de Dios; pueblo que se rebeló una y mil veces al mandato divino yendo tras los ídolos de moda de sus vecinos; nación que quiso tener un rey humano, cansada de tener a Dios como rey; gente contumaz que codició las riquezas de este mundo antes que el Reino de Dios; generaciones de hijos desobedientes que perseguían a los profetas para matarlos por causa de que estos exponían y denunciaban ante ellos su apartamiento de Dios y el incumplimiento de su prometida obediencia; con el resultado anticipado de que matarían al Mesías, el mismo Hijo de Dios, que era Él, el que les estaba hablando y ellos se confabulaban para matarle.

Como resultado, los de la clase religiosa se dan por aludidos e intentan prenderle y matarle; pero, recapacitan y se contienen a causa de la multitud que escucha de buena gana a Jesús porque les habla en un lenguaje que llega a lo profundo de sus corazones hambrientos de justicia y de pan, tan distinto al encriptado lenguaje de los religiosos (9).
Los del poder terrenal, sintiéndose amenazados y celosos del éxito de este predicador callejero, acuerdan en seguir a Jesús para escucharle decir algo contrario a la Ley o los profetas y poder acusarle públicamente (10).

En el primero de una serie de diálogos incisivos el Señor desnuda las intenciones de los religiosos y políticos con su respuesta a la pregunta sobre la legitimidad de pagar o no tributos al invasor. Les pide una moneda y que le informen de quién es la figura y escritura allí acuñadas. Los provocadores responden y Jesús les reconviene:

“Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él.”(11)

Luego, arremeten los saduceos; estos le plantean una pregunta sobre la resurrección, aunque no creían en ella. En su respuesta, Jesús les revela la ignorancia con que leen, interpretan y enseñan las Escrituras. Les recuerda que Moisés habla del Dios de Abraham, Isaac y Jacob; por lo que es Dios de vivos, no de muertos (12). Anticipó así nuestra salvación, porque si Él no hubiese resucitado hoy creeríamos en vano en Él y en su segunda venida (13).

Uno de los escribas, intérpretes de la Ley desde el regreso del cautiverio, aprobando lo que escuchaba de boca del Maestro galileo le pregunta –más para beneficio de quienes le rodean y escuchan en la sinagoga que para el suyo propio- cuál es el primer mandamiento de todos (14). Jesús debe haber disfrutado mucho con esta pregunta que le insta a repetir lo que el Padre había escrito en las piedras de la Ley entregadas tantos siglos atrás a Moisés:

“El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.”(15)

No obstante, porque Él es el amor de Dios viniendo en la persona de Su Hijo, no puede menos que concluir con lo que Él mismo está practicando durante todo su ministerio terrenal:

Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.”(16)

El escriba no estaba lejos del Reino. Sabía de qué trataba el mensaje de Jesucristo. Conocía que mejor que quemar holocaustos y efectuar toda clase de sacrificios es amar a Dios y al prójimo de manera sincera, voluntaria y fiel.

¡Cuántas enseñanzas valiosas compartió el Señor entre conciudadanos de todos los niveles en ese día! Podemos decir que no quedó nadie fuera: religiosos, políticos, intelectuales, gente del vulgo y pobres de la tierra, todos le oían y se maravillaban de sus enseñanzas. ¡Qué lección nos da a los que nos gusta socializar entre creyentes!

Pero, en lugar de celebrar, Jesús ahora pasa a denunciar la hipocresía de algunos de sus destacados interlocutores. Lejos de buscar congraciarse con ellos y pasarlo bien, sin temor a las duras represalias que recibiría a cambio, da cumplimiento a otro de los objetivos de su ministerio: condenar el pecado, desnudar a los falsificadores de la Verdad y advertir a la gente para que se cuide de ellos (17). Notemos bien: la denuncia la hace desde el templo. No es en un sitio donde pudiese sentirse seguro, protegido, entre amigos. Es el lugar de culto; desde allí salen esos que buscan pillarle en algún error –por minúsculo que fuera- para poder deshacerse de Él y de su molesta docencia.

Destaco de sus atronadoras denuncias esta:

“Guardaos de los escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.”(18)

Les está describiendo la conducta de esos que –en teoría- son los dueños de la verdad, pero que –en la práctica – se aprovechan de los demás. Para nuestro caso, esos que devoran las casas de las viudas’;los que aprovechan la gran necesidad de aquellas que no tienen ya quién las sustente y defienda. En el Evangelio tanto ellas, las viudas, como sus hijos –los huérfanos de padre- son prioridad entre aquellos que deben ser atendidos con toda solicitud por los genuinos seguidores de Cristo. La enseñanza apostólica es extensa en este sentido. Pero, en el contexto de este artículo quisiera destacar lo que dice el apóstol Santiago:

“La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.”(19)

Precisamente allí, en el lugar de culto de los religiosos de su tiempo, es que Jesús denuncia a los falsos maestros, a los que interpretan la Palabra a su personal conveniencia y llevan a la condenación a mucha gente junto con ellos. Esos que cogen el atajo de la prosperidad material del hoy, perdiendo la herencia de las riquezas en gloria por toda la eternidad, son los que van a devorar los bienes que las viudas han heredado. Cualquier similitud con lo que ocurre en nuestros días NO es casualidad. Son los nuestros, días en que el dinero lo domina todo. Sea por deudas o por acreencias el dinero se ha convertido en amo de los seres humanos. Y es aquí donde debemos detenernos y meditar si no será esta la piedra en nuestro camino que debemos sortear con sabiduría una y otra vez para no caer.

Todo gira alrededor de una máxima central al mensaje liberador del Evangelio de Jesucristo y Sus apóstoles:

“Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”(20)

Sobre este punto debemos focalizar nuestra atención, hasta que volvamos para concluir con la segunda parte de este artículo en el que veremos, D.M., ‘La lección de la viuda’. Será hasta entonces, con la paz del Señor.

****

Notas
Ilustración: www.mundopoesia.com
1. Primera parte de uno de los relatos de la obra ‘Ofrenda lírica’, por Rabindranath Tagore (1861-1941, Calcuta, India). En él narra el hipotético encuentro entre un mendigo y un rey. Porque habla en primera persona podemos inferir que es entre él mismo y el Señor Jesucristo
2. Gazofilacio, término que proviene del latín gazophylacium, y éste del griego gazophylakion (gaza: tesoro, y phylax: guarda). El relato del NT se refiere a este lugar donde se recogían las limosnas y ofrendas del templo de Jerusalén, presumiblemente un cofre de madera. Mencionado por Flavio Josefo en su libro ‘La guerra de los judíos’, libro VII, escrito en griego
3. Marcos 12:41-44; también en Lucas 21:1-4
4. Algunos escritos sobre la desviación de estos predicadores son altamente urticantes; pero, no se les puede negar verosimilitud.Uno de ellos es ‘Radiografía de un farsante’, por Ramón H. Herrera; link: http://www.enlineaconlapalabra.com/revista/farsante.htm
5. ‘Jesús, el dinero y las riquezas’; http://servicioskoinonia.org/relat/248.htm
6. Ibíd. 5.
7. Los evangelios mencionan al rey simplemente como Herodes. Pero son varios: Herodes el Grande apodado ‘Genio diabólico de Judea’ fue quien reconstruyó el templo destruido luego en el 70, y que reinaba al nacer Jesús; él ordenó la matanza de los niños, fue la causa de la huída de José, María y Jesús a Egipto, por indicación divina. Al morir le sucede uno de sus hijos: Arquelao, mencionado en Mateo 2. A este le sucedió Antipas, que casó a Herodías –esposa de su hermanastro Felipe- decapitó a Juan, el que bautizaba e hizo crucificar a Jesús. Los Herodes mencionados en el libro de los Hechos son dos: Agripa I (nieto de el Grande), que muere y es hecho comida de gusanos (12:23) y le sigue su hijo Agripa II que por poco es convertido por el testimonio de Pablo (capítulo 26)
8. Ibíd. 5.
9. Marcos 12:1-12
10. Ibíd. 13
11. Ibíd. 14-17
12. Ibíd. 18-27
13. 1ª Corintios 15:14
14. Marcos 12:28-34
15. Ibíd. 29-30
16. Ibíd. 31
17. Ibíd. 35-40
18. Ibíd. 38-40
19. Santiago 1:27
20. Lucas 16:13; Mateo 6:24 es similar, aunque dice ‘Ninguno’ donde Lucas dice ‘Ningún siervo’
 

 


1
COMENTARIOS

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Respondiendo a

luis alberto
09/02/2014
20:35 h
1
 
¿Hay alguien aquí que que no ame al dinero? Los padres de la Iglesia decían que el dinero es el excremento del Demonio. Hoy, dinero es sinónimo de pasarlo bien.
 



 
 
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