Dijo Jesús que el Reino de los cielos es de los niños. Esos pequeños que él utilizó para referirse a cosas más trascendentes, como ese reino por el que se hizo hombre. Ese Reino grande pero que se puede comparar con un grano de mostaza.
Dios lo trastoca todo. Nos imaginamos el impacto que causó Jesús diciendo lo que dijo sobre los niños en su época. Como era de costumbre, intentan apartarlos para que no molestaran. Pero para sorpresa de ellos, da una contraorden:
No los apartéis… Y les dice que para entrar en su Reino debían de ser como ellos.
Quizá nuestra memoria es frágil y vamos olvidando ese pasaje de Jesús y los niños. A veces puede ser que no lo consideremos relevante ni tenga un lugar importante en nuestras lecturas, enseñanzas y recomendaciones. Y, por lo tanto, no lo aplicamos en nuestra vida diaria en la que los niños están por todas partes: en la casa, en la calle, en los parques, escuelas, guarderías, bibliotecas, iglesias…
Su comportamiento, costumbres, su manera de reaccionar frente a toda circunstancia, va a depender, sobre todo, de la formación que han recibido en el hogar. De la influencia también de los compañeros de aula, del barrio, de los maestros que le acompañan día a día en la escuela. Es necesario educar en el aspecto cognoscitivo, pero también social, afectivo, de valores...
¿La iglesia tiene algo que decir? Sin duda alguna. Es la comunidad que centraliza los distintos grupos familiares; es una gran familia de familias.Tal vez es demasiado ambicioso decir que allí, en la iglesia, los niños pueden acceder a los medios que les ayuden a crecer espiritualmente y formarse en valores cristianos; adentrándose en las bases que van a sustentar su fe. Debe haber una mecánica solo para ellos, de modo que entiendan lo que hacen los adultos cuando adoran, se bautizan, sirven… Hacerles partícipes.
Dejad que los niños se acerquen a mí…Eso lo dijo Él, Jesús. Y lo dijo sin ambigüedades, sin metáforas… S
on los mimados de Dios; privilegiados que atraen todos sus cuidados. Él mismo eligió venir al mundo siendo un niño. Y dice que Dios quiso mostrar la grandeza a través de lo pequeño, poniéndolo todo al revés de lo que nosotros pensamos y creemos.
Jesús de niño pasó a ser un adolescente que se perdió, pero que fue encontrado por sus padres que lo buscaban como locos. ¿Te parece cercana esa historia? Significa que él se hizo como uno de nosotros. Se hizo pequeño para dar ejemplo.
Incluso para responder a la conflictiva pregunta que se hacían sus discípulos, dice Marcos que
se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. Y que
luego tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándolo en sus brazos, les dijo: El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió. Es como si dijera que el que recibe, ama, acoge, educa, enseña, escucha, consuela, da de comer, discipula, busca, a uno de ellos… por Él lo hace.
Ahora nos preguntamos si aquellos que son difíciles porque vienen de las calles, de hogares desestructurados; o que han sido abandonados, maltratados, violados, explotados laboralmente… no tienen derecho a ser considerados de este modo. ¿Los tomaría en su regazo Jesús? ¿Sugeriría que los incluyesen en los planes, presupuestos y cronogramas del momento? Conocemos la respuesta.
¿Qué haríamos nosotros? Por un momento surge la duda. Lo haría, no lo haría. Sí o no. Pensemos: alguien dio la vida por ti, sin merecerlo. Para que tengas vida y la tengas en abundancia. Ahí está la respuesta.
Miles de niños mueren diariamente en el mundo por desnutrición. Otros trabajan desde los cuatro años vendiendo chicles, frutas, papel higiénico, en plena madrugada, por las calles y aeropuertos de Lima, por ejemplo. O en la India, donde como esclavos laboran día y noche para que tú y yo luzcamos atractivas prendas de vestir. O en Colombia, Andalucía, Canarias o Extremadura… No importa de dónde claman. Solo pregunto: ¿Merecen nuestra atención por un momento?
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