En la misma de su maestro, el apóstol Santiago acometió la tarea de instruir y orientar a las comunidades donde tenía influencia. Su empeño se situó, como casi la totalidad del Nuevo Testamento, en proveerlas de recursos para resistir los embates de diversos tipos que enfrentaban en su diario acontecer. Participando también del horizonte escatológico, es decir, del contexto de profunda crisis, desencanto y desilusión que producía la esperanza en una intervención directa de Dios para arreglarlo todo, y de un ambiente de persecución y rechazo hacia el testimonio de Jesucristo en medio del Imperio Romano, se dirige “a todos los miembros del pueblo de Dios dispersos por el mundo” (1.1), lo que demuestra una visión totalizante, universal, y hoy diríamos, global. De ahí procede su inicial insistencia y exhortación para resistir los embates de todo tipo y, paradójicamente, vivir con alegría en medio de las pruebas (v. 2). Ellas incitan y obligan a fortalecer la fe como propósito central, para lo cual es necesaria una fuerte dosis de constancia y perseverancia.
Siguiendo el análisis de Frank Pimentel, biblista dominicano, podemos decir que la orientación mayor es a resistir mediante las herramientas provistas por Dios mismo. Como parte de un proyecto alternativo de existencia personal y colectivo a partir de la fe en Jesucristo como enviado de Dios (el Reino), se plantea la posibilidad de vivir y pensar también de manera alternativa:
El/la creyente, por tanto, debe tomar conciencia de que las dificultades asumidas por la causa del Proyecto alternativo de Dios nos ofrecen la posibilidad de fortalecer nuestra fe. El profeta, en su condición de persona comprometida con la causa de Dios y de los hermanos más empobrecidos y débiles debe vivir con alegría aun en medio de las pruebas y las persecuciones. Así lo había querido Jesús, cuando propuso un estilo de vida diferente a sus discípulos (cf. Mt 5.12). Esa alegría, mostrada por los seguidores del carpintero de Nazaret, se convertirá en un testimonio creíble para tantas personas que, por miedo al conflicto y a las dificultades, no asumen un compromiso con la causa de los más débiles.1
El despliegue hábil de la capacidad de resistencia a los ataques desde diversos frentes es a lo que aquí Santiago denomina constancia. Es la fortaleza de espíritu capaz de contestar creativamente con una práctica comunitaria sólida y transformadora, organizada y efectiva para trastocar las imposiciones del sistema imperante. Comenta Pimentel:
Santiago, y su comunidad de fe, desafían la opinión tradicional, según la cual Dios probaba a sus fieles, y en ocasiones los metía en la tentación para asegurar si en verdad querían permanecer como discípulos/as suyos. Santiago parece compartir la opinión de Pablo, según la cual las pruebas y tentaciones que nos vienen no son superiores a nuestras fuerzas, simplemente porque Dios no lo permite. Su presencia en medio de nuestro camino de fe y solidaridad nos da la certeza de que podremos superar las pruebas, porque “con la tentación nos dará el modo de poder resistir con éxito” (1 Co 10.13).
Una fe probada en el sufrimiento produce la paciencia (1.3). Sin embargo, no se trata de asumir una actitud pasiva o estoica; más bien se trata de la actitud fundamental que necesita el/la creyente para vivir con coherencia y dignidad. Por otro lado, en medio de la resistencia es necesario realizar acciones concretas que expresen nuestro compromiso con la causa de la justicia. De nada valdría la resistencia, la paciencia en el sufrimiento, si no es para producir los frutos del amor solidario que van gestando una sociedad alternativa y que van haciendo la realización del Proyecto de Dios en medio de la sociedad en la que se vive.
El/la creyente debe conocer el origen de la prueba y la tentación. Es de dentro de nosotros/as mismos/as de donde nace la codicia y el deseo de dominar a los/as hermanos/as. Formamos parte de una humanidad herida por el pecado. Por eso cuando no se vive en actitud de continua resistencia nos dejamos llevar por nuestras propias pasiones; pero eso sólo nos conduce a la muerte y a la vida sin sentido. (Idem)
Se trata, entonces, en nuestros tiempos, de “resistir exitosamente”, no de sumarse a la idolatría del éxito a toda costa. La sobrevivencia se basa en superar los guiones escritos de antemano por el sistema para cada uno. Tal como lo propone Walter Brueggemann en sus 19 tesis al respecto: resistir espiritualmente consiste en ser constantes y fieles al proyecto al que Dios nos ha llamado. Y no es cosa fácil, por lo que mutuamente hemos de convocarnos a esa fidelidad, constancia y compromiso.
Si quieres comentar o