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Protestante Digital

 
Los cristianos y el dinero (IV)
 

Tropezar dos veces en la misma piedra

Mirando atrás, reconozco que he tropezado cuando confié en mí, mis proyectos y posibilidades, más que en la gracia inmerecida y fiel provisión del Señor.
AGENTES DE CAMBIO AUTOR Óscar Margenet Nadal 18 DE ENERO DE 2014 23:00 h

Concluyendo con la nota que comenzamos con el título ‘Poderoso caballero es don Dinero’(1), nos introducimos ahora a la segunda parte; no sin antes invitaros a descubrir nuevas lecciones a partir de la apasionante historia de Abraham y Sara.Pido a nuestro Padre de amor que Él nos ayude a ponerlas en práctica y crecer en nuestra fe.

Habrá cristianos nominales que, por vivir inmersos en el sistema consumista, no se sentirán muy cómodos leyendo estos artículos. Este autor desearía que los que se defienden con justificativos tales como ‘pero yo siempre voy a la iglesia’ hicieran un esfuerzo extra y se animasen a algo más que eso. Están esos otros cristianos, mansos y valientes, que libran diarias batallas de fe en el mundo donde viven y al que no pertenecen. Ellos están preparados para dar razón ante quienes se lo exijan de la esperanza que los anima y mueve (2).

A todos los lectores, se sientan o no incluidos en lo dicho anteriormente, propongo un breve test personal. Invito a que nos preguntemos: ¿practico la autocrítica, aunque más no sea de vez en cuando? Si decimos que sí, que lo hacemos, respondamos: ¿reconozco algún error en el que haya vuelto a caer cuando creía haberlo superado?

Nadie se beneficia ocultando los tropiezos sufridos a lo largo de su vida cristiana. En mi caso, hubo piedras que me hicieron tambalear, con buenos sustos incluidos; aunque el Señor me sostuvo para no caer de la fe que solo proviene de Él. Al tropezar y perder la vertical el entorno se vuelve confuso; los puntos de vista se mezclan y las metas se oscurecen; y a todo ello se le suma la vergüenza de sentirse observado por los demás. Es en situaciones incómodas – como cuando tropezamos - que uno descubre la diferencia que hay entre lo que parecemos ser y lo que somos en realidad. Hubo quienes buscaron para solidarizarse conmigo, fortalecer mi espíritu con la Palabra adecuada; y hubo otros, como una persona que, al saber por lo que yo estaba atravesando, tras una breve visita antes de irse me dijo: “Oscar, honestamente, jamás hubiese pensado que eso podría pasarte”. Se despidió; y jamás volví a verla a pesar de ser influyente en la iglesia. Mirando atrás, reconozco que he tropezado cuando confié en mí, mis proyectos y posibilidades, más que en la gracia inmerecida y fiel provisión del Señor. Además, sé que mis tropiezos también influyeron en otras personas de mi entorno.

Estoy persuadido que no necesariamente seremos mejores cristianos por sentirnos seguros y protegidos en las reuniones de la congregación. Es recomendable congregarse, pero es justamente fuera del lugar de culto, en el mundo secular donde pasamos la mayor parte de nuestra existencia, que el Señor espera que nosotros vivamos nuestra fe. Allí aparecen – no obstante - piedras de todo tipo y tamaño que ayer no estaban y hoy dificultan el camino, poniendo a prueba nuestra fe. Por eso, nunca más oportuna esta sabia advertencia paulina:

“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” (3)

Vivir solo nominalmente la fe incrementa un falso sentido de seguridad. Los falsos maestros hacen presa fácil de los tibios con sus inventos y enseñanzas. No hay otra explicación que esa para entender el éxito que tienen los que tuercen las Escrituras para beneficio personal, como es el caso del ‘evangelio de la prosperidad’. Citan a Abraham como epítome de la prosperidad que Dios desea dar a todo cristiano; pero nunca dicen que el patriarca tropezó – al menos - dos veces con la misma piedra. Defendiendo su falsa doctrina prefieren ocultar el hecho de que Abraham fue un hombre de carne y hueso, como nosotros; no un ‘súper héroe’. Repasemos:

Cuando incursionamos en ‘I. Abram, Sarai en Egipto’,(4) vimos a Abram salir de Canaán – donde lo había guiado Jehová – e ir rumbo al sur; fue una decisión tomada por él frente a la hambruna que asolaba la tierra.

Antes, en el encino de More que estaba en Siquem (en hebreo ‘hombro’), Abram había levantado un primer altar a Jehová por haberle aparecido y prometido a su descendencia la tierra aun habitada por los cananeos; (5) construir ese símbolo elevado fue producto de un gesto voluntario muy humano; muy de varón, si se quiere, como cuando se le ‘pone el hombro’ a una tarea que requiere esfuerzo.Luego llegó a Betel y allí edificó otro altar en el que invoca el nombre de Dios. Desde Babel – bajo el reinado del poderoso Nimrod - habían pasado todas las generaciones hasta Abram, sin que nadie invocase el nombre del Altísimo.

La fe de Abram en el Invisible crecía de a poco. Todavía había mucho del hombre natural en él que lo hacía anticiparse a los tiempos del Altísimo. Su crecimiento no fue instantáneo; por el contrario, fue progresivo. Porque Abram todavía era carnal seguía tomando decisiones humanas, sin consultar previamente con Dios.

Como todo hombre fuerte y práctico, Abram actuaba conforme a su capacidad mental, sus conocimientos adquiridos y sus perfeccionadas habilidades; en suma, era un típico ‘self-made-man’(6) como gusta decir al hombre de negocios seguro de sí mismo, que no es afecto a depender de los demás y presume de su autosuficiencia. ¿Conocemos a algunos de ellos en nuestro círculo de pertenencia?

Ir hacia el sur es, figuradamente hablando, tomar decisiones propias olvidando Sus promesas. Dios es el norte de todo el que cree en Él (7), cual la aguja imantada de la brújula.

Obligado por los ricos egipcios a regresar al norte, significó para Abraham volver al Invisible a por más fe.

Ahora él avanza un paso más en el altar que había edificado en el monte ubicado entre Betel (en hebreo ‘casa de Dios’) y Hai (en hebreo ‘ruina’) antes de ir al sur. Allí él invoca nuevamente el nombre de Jehová (8).

Notemos la implicación espiritual que trae el contexto geográfico de este nuevo gesto suyo: Abram está, simbólicamente hablando, entre la casa de Dios y un lugar en ruinas. Le pasaba – como nos pasa a menudo a los cristianos – que, si no estamos sintonizados permanentemente con nuestro Dios, bastará una circunstancia externa inesperada, una caprichosa idea que nos presiona interiormente, o una pequeña distracción, para dejar de estar donde Él quiere que estemos. Es en ese momento que nuestra vida corre peligro de caer en ruinas. Perder el norte significó – para fuertes y bien diseñados navíos – quedar atrapados y crujiendo en mares embravecidos; hasta algunos equipados con excelente instrumental naufragaron. Lo mismo ocurre con nosotros, aunque vayamos a todas partes con la Biblia bajo el brazo.

Abram olvidó lo que había prometido en gratitud a Jehová; cambió el rumbo para llevar adelante su plan, se equivocó, fue expulsado del mundo que se maneja con el oro y la plata y tuvo que regresar al punto de partida.

De igual manera, dejar de mirar a Cristo es para nosotros perder el rumbo de nuestra vida,cambiarle el sentido.

Insistir en hacer nuestra voluntad y no la Suya nos lleva a tropezar, nuevamente, con viejas piedras. Veremos a continuación que eso mismo le vuelve a pasar a quien es ahora Abraham (9).

II. Abraham y Sara en Gerar

En los capítulos 17 a 22 de Génesis leemos sobre lo acontecido con Abraham luego de su separación de Lot. Solo nos ocuparemos de un suceso – el del título de esta segunda parte – por tratarse del que está justo a mitad de camino en la historia de este hombre elegido por Dios. Pero, debemos tener en cuenta que todos los sucesos tienen lecciones enriquecedoras para el buen lector. A solo efecto de definir bien el contexto histórico-geográfico de nuestro análisis mencionaremos algunos otros: la destrucción de Sodoma y Gomorra, la huída de Lot, la muerte de su esposa convertida en pila de sal, el incesto cometido por las dos hijas de Lot, la visita de los tres ángeles a la tienda de Abraham y, la más importante de todas las historias, la dramática secuencia del sacrificio de Isaac (‘Akedá’, en hebreo, que significa: atadura, ligadura) cuando Abraham obedece a Jehová, ahora sí, en el clímax de su fe. Este hecho - ocurrido unos quince siglos antes del sacrificio voluntario de Jesucristo - prefigura en el AT la entrega del Hijo por parte del Padre, según el plan de Redención que fuera ‘atado o ‘ligado’ por el Todopoderoso antes de la fundación del mundo (10).

Como contraste, aparece la interesante historia en la que participan Abimelec - rey de Gerar-, Abraham y Sara.




En el capítulo 20 de Génesis leemos:

“De allí partió Abraham a la tierra del Neguev, y acampó entre Cades y Shur, y habitó como forastero en Gerar.” (11)

El texto arriba citado nos dice que allí donde estaba Abram era el norte; que desde allí parte hacia el sur. Un buen mapa muestra que la porción de tierra del Neguev se encuentra debajo de donde Abram había levantado los altares a Jehová.La historia secular asegurará que la movilidad de Abram es típica de esos habitantes que practicaban la ganadería trashumante (algunos hasta hoy). Sea por este aspecto cultural o por decisión personal de Abraham una cuidadosa lectura del texto bíblico nos revela que este varón vuelve a mirar al sitio opuesto de aquel señalado por el Invisible. Baja, entonces, hasta el paraje llamado Gerar (que en hebreo significa ‘alojamiento transitorio’), cuyo rey era Abimelec.

Ahora bien, esta área estaba cerca del campo de batalla donde habían combatido aquellos reyes (12). Tal cercanía permite pensar que Abimelec difícilmente ignorase la manera en que Abraham había derrotado a esos reyes. Gerar estaba ubicada sobre la cresta de la montaña desde donde se divisaba la gran llanura en la que florecían Sodoma y Gomorra; de modo que, así como Abraham fue testigo del juicio de Jehová sobre aquellas, también Abimelec pudo haber visto la lluvia de fuego y azufre y el humo de su destrucción; y enterarse de que los únicos sobrevivientes habían sido el sobrino de Abraham y sus dos hijas. Todo rey bien informado sabría que todo lo ocurrido no hubiese sido posible, a menos que interviniese el Todopoderoso. Y Abimelec no era la excepción.

Abram está acampando temporariamente en Gerar.

“Y dijo Abraham de Sara su mujer: Es mi hermana. Y Abimelec rey de Gerar envió y tomó a Sara.”(13)

Al encontrarse Abram con el dueño del lugar repite la misma fórmula usada con el Faraón, quizás porque habrá pensado que –después de todo, aquella vez– no le había ido para nada mal. Como seguiremos viendo, el forastero Abraham está a punto de tropezar con la misma piedra con la que había tropezado cuando era Abram.

Abimelec tiene buen gusto y – sabiendo que el lugar de una bella mujer como la forastera Sara no es un campamento de sucios trashumantes sino un palacio – sin más trámite la lleva a su casa. No puedo dejar de preguntarme qué pasaría por la mente de Abraham imaginando a Sara en la casa del rey.

“Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche, y le dijo: He aquí, muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido.”(14)

¡Vaya reacción divina! Quienes atacan las Escrituras desde una posición feminista lo hacen para acusar a Dios de aprobar el machismo a lo largo de la Antigüedad.También hay una corriente dentro de las iglesias renovadas que lucha abiertamente a favor de la ‘restauración de la mujer a su estado y dignidad originales’. Los que intentan devolverle estatus a la mujer, erróneamente ven a Jesucristo como quien vino a hacerlo. Se apoyan – usándolo fuera de su contexto – el texto que afirma que en la iglesia de la que Él es Señor, cabeza y esposo:

“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.”(15)

En este pasaje temprano de las Escrituras Dios establece de manera clara e irrefutable que –entre estos dos hombres y esa mujer- Él está de lado de la mujer. Lo que esos dos hombres están haciendo con ella es un asunto tan grave a sus ojos que no hesita en dar por muerto al rey de Gerar por haber tomado como su mujer a Sara, la esposa de Abraham, Su profeta. Aquí tenemos una prueba concluyente de que Dios no está a favor del machismo; como tampoco lo está del adulterio. Está muy por encima de ambos pecados; tanto que no los tolera. Él es sumamente celoso de lo que pacta y no permite que nadie lo anule por omisión o comisión. El álgebra divina es distinta a la nuestra; para Él dos cosas equivocadas nunca hacen una tercera correcta (16).

Pero, Abimelec no es hombre de doble mensaje; como aún no había tocado a Sara responde de manera desafiante a Dios:

“Señor, ¿matarás también al inocente? ¿No me dijo él: Mi hermana es; y ella también dijo: Es mi hermano? con sencillez de mi corazón y con limpieza de mis manos he hecho esto.” (17)

Sorprende al usar el mismo razonamiento que usara Abraham cuando intercedió por Sodoma y Gomorra; pero, además, corrobora la presunción de que Abimelec sabía que aquellas ciudades habían sido destruidas a causa de su corrupción. Sorprende aún más, porque llama a Dios ‘Señor’; estamos frente a un rey que se humilla ante el Rey de reyes; con una rectitud firme presenta una defensa simple e impecable de su conducta; no recurrió a la acusación fácil; citó fielmente los dichos de sus problemáticos huéspedes; y así reforzó su posición ante la justicia divina.

Sin saberlo Abimelec protegió el derecho de Abraham y Sara de hacer su defensa ante Dios. Obró de manera totalmente distinta a lo que uno ve y escucha a diario, de los que hacen responsable a Dios por las catástrofes causadas por conductas injustas y perversas de los humanos; ¿Por qué permite Dios las guerras, las muertes de inocentes, las catástrofes climáticas, la pobreza, el hambre, el sufrimiento humano?, repiten siempre. Con tal planteo el rey prueba su inocencia, la de su familia y la de su reino, en contraste con los de Sodoma y Gomorra.

¿Quedarán en el planeta todavía algunos monarcas, gobernantes y políticos como Abimelec?

En sueños Dios no tarda su respuesta y concuerda con lo expresado por Abimelec. Le dice:

“Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te permití que la tocases.” (18)

Hasta donde llegaba su conocimiento Abimelec obró con rectitud. En su omnisciencia Dios obra siempre con justicia; porque no hay nada que Él no sepa. Sabía lo que había en el corazón de Abimelec; por eso lo libró de pecar. Todo pecado tiene una triple dimensión: ofende a Dios, porque solo Él es santo; ofende al que peca porque lo hace merecedor del castigo divino; y ofende al prójimo al que afecta. En este caso Dios no le quitó la vida a Abimelec y aceptó su descargo hecho en total integridad; pero no quedó allí. Le ordena al rey:

“Ahora, pues, devuelve la mujer a su marido; porque es profeta, y orará por ti, y vivirás. Y si no la devolvieres, sabe que de cierto morirás tú, y todos los tuyos.” (19)

Lo que Dios hace por Abimelec es incondicional. Su amor por el pecador es inmutable. Pero, cuando Él perdona al pecador lo hace para profundizar su relación, atraerlo para que desee estar con Él. Entonces, le amplía su revelación: le informa que Abraham es profeta y que habrá de orar por él. Y le ordena qué hacer de allí en más. Abimelec debe demostrar con hechos lo que supo expresar tan bien con palabras. Dios requiere obediencia de parte del hombre, no sacrificios innecesarios. Abimelec nunca condicionó a Dios; Él sí condicionó a Abimelec.

Es una herejía, por lo tanto, la enseñanza de ‘pactar con Dios’; como si la criatura pudiese condicionar al Creador. Porque Dios es soberano, le ordena devolver la mujer a su marido. En hebreo el verbo empleado es ‘shuv’: ‘restaurar’. Restaurar es bastante más que simplemente retornar lo que se tomó. Restaurar requiere producir, efectuar una tarea tras la cual aquello que se restaura queda mejor que como estaba. Dios está probando a Abimelec; espera que actúe con Sara, haciendo uso de la misma rectitud con que se había defendido.

Esta tercera dimensión del pecado es muy a menudo olvidada por los cristianos. Si ofendimos a alguien, sabemos pedir perdón con palabras de compromiso: “si en algo te he ofendido te pido disculpas”. Sabemos en qué ofendimos, pero no lo puntualizamos. El consejo apostólico no falta en este punto:

“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáissanados” (20).

De la misma manera oramos: “Perdóname Señor todos mis pecados”. ¿Por qué no confesamos uno por uno todos esos pecados? ¿Somos tan orgullosos que no estamos dispuestos a reconocer en qué pecamos?

Como no lo hagamos, cualquiera de nuestros pecados pasados se presentará nuevamente como nuestra piedra de tropiezo hoy, o mañana. Y entonces ya no tendremos excusas si nos fuera mal.

¿Pasará Abimelec la prueba que le impone Dios? ¿Restaurará a Sara? ¿Cómo lo hará? ¿Recurrirá a su poder económico, como hizo Faraón, e indignado expulsará de sus tierras al matrimonio? ¿Vivirá o morirá?

No me queda espacio como para terminar aquí este artículo. Pido disculpas a los lectores por dejar sin respuesta las preguntas que propongo. Os invito a que las busquéis vosotros en vuestra Biblia hasta volver a encontrarnos.

Cómo termina y de qué sirve al creyente en Cristo esta historia es lo que veremos, si el Señor lo permite, en la última nota de esta serie que titularé: ‘Billetera no mata galán’. Será hasta entonces, con la paz de Cristo Jesús.

_______________________________________

Notas
1. P+D, Agentes de cambio, Magacín 12/01/14
2. 1ª Pedro 3:15b. Pedro define aquí qué es eso de ‘dar testimonio’. Encuentro un mal uso de esa expresión en reiteradas ocasiones. Dar testimonio de algo es ser testigo. El testigo fiel expone clara, justa y razonablemente aquello que ve y oye, aunque no reciba alabanza a cambio, o arriesgue su reputación al hacerlo. No es lo mismo ‘dar testimonio de Cristo’, que ‘tener un buen testimonio de la gente’. Muchos fieles testigos de Jesucristo fueron martirizados por su testimonio; pero, hay otros que andan bien con el mundo cuyo testimonio es inocuo
3. 1ª Corintios 10:12
4. Génesis 12:8-10
5. Ibid. 5-7
6. Expresión coloquial inglesa usada para describir al individuo que se tiene fe, que tiene una alta autoestima y que todo lo logra en base a su esfuerzo personal; se jacta así de no depender de nadie para lograr sus objetivos
7. El ‘norte’ es un punto cardinal de suma importancia en todas las Escrituras. En el libro de Job encontramos estas palabras que revelan qué es esto de tener nuestro norte en Dios: “Por más que el hombre razone, quedará como abismado. Mas ahora ya no se puede mirar la luz esplendente en los cielos, luego que pasa el viento y los limpia, viniendo de la parte del norte la dorada claridad. En Dios hay una majestad terrible. Él es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder; y en juicio y en multitud de justicia no afligirá. Lo temerán por tanto los hombres; Él no estima a ninguno que cree en su propio corazón ser sabio.” Job 37:20-24; comparar con Salmos 27:1; Isaías 45:22 “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.” El Señor Jesucristo dijo a quienes quisieran escucharle: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” Mateo 11:28. La certeza del cristiano es esperar en el día del Señor; como ya lo cantaba el salmista: “Grande es Jehová, y digno de ser en gran manera alabado En la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo. Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, es el monte de Sion, a los lados del norte, la ciudad del gran Rey. En sus palacios Dios es conocido por refugio.” Salmos 48:1-3
8. Ibid. 13:3,4. La Biblia revela aquí que Abram fue el primer hombre en invocar Su nombre después de Babel, donde los hombres, ensoberbecidos, quisieron llegar a Dios y hacerse de un nombre; fueron esparcidos por la tierra, y su idioma común dividido en muchos lenguajes diferentes
9. El viejo hombre, Abram, levantó un altar en un acto más carnal que espiritual; el nuevo hombre, Abraham, ha crecido en la fe; pero, eso no es garantía de que no habrá de tropezar. Con todo, tropezar no es pecado; pecamos si reincidimos voluntariamente en aquello que nos hace tropezar
10. Quizás no haya una palabra que haya causado mayor controversia que ‘religión’ entre los humanos. Me gusta la opinión de José Ortega y Gasset en este punto:“Cuando el hombre cree en algo, cuando algo le es incuestionable realidad, se hace religioso de ello. ‘Religio’ no viene, como suele decirse, de ‘religare’, de estar atado el hombre a Dios. Como tantas veces, es el adjetivo quien nos conserva la significación original del sustantivo, y ‘religiosus’ quería decir ‘escrupuloso’; por tanto, el que no se comporta a la ligera, sino cuidadosamente. Lo contrario de religión es negligencia, descuido, desentenderse, abandonarse. Frente a relego está nec-lego; ‘religente’ (religiosus)se opone a negligente.” En ‘Del imperio romano’, José Ortega y Gasset, Obras Completas, Tomo VI
11. Génesis 20:1
12. Ibíd. 14:7; aquí se menciona a Cades
13. Ibid. 20:2
14. Ibíd.3
15. Gálatas 3:8
16. En relación a la ‘regla de los signos’ por la cual menos por menos es igual a más (- x - = +)
17. Génesis 20:4, 5
18. Ibid. 6
19. Ibid. 7
20. Santiago 5:16. Comparar con Efesios 4:32; Colosenses 2:13; 3:13
 

 


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