Lo que los demás entienden es una pista importante sobre lo que les estamos diciendo. Es cierto que el filtro de los medios de comunicación está sumamente intoxicado y que pueden manipularlo todo según sus propios intereses. Las entrevistas y los discursos pueden ser arreglados por los medios de comunicación de tal forma que llegan a convertirse en algo totalmente diferente de sus contenidos e intenciones originales. No obstante, lo que la gente toma en consideración es una combinación de lo que ellos quieren oír y de lo que nosotros les permitimos que oigan.
Al evaluar los primeros meses del pontificado de Francisco, los medios de comunicación laicos continúan notificando lo que es su percepción en lo referente a lo que el Papa ha dicho hasta este punto. Por una parte,
existe una amplia fascinación por su estilo austero, su encantadora personalidad y su lenguaje atractivo. Por otra parte, hay un reconocimiento a su teología “innovadora” o falta de insistencia en los postulados tradicionales de la doctrina católico romana. Dos recientes comentarios acerca de la teología de Francisco merecen cierta atención.
EL RECHAZO DEL DOGMA DE LA IGLESIA
Curiosamente,
el 20 de noviembre, cuando Time en principio nombró a Francisco como candidato al premio “hombre del año”, la página web señaló que se le nominaba por su “rechazo del dogma de la iglesia”. Fue después de algún retroceso por parte del mundo de tweeting cuando
Time cambió la descripción y pasó a decir “rechazo del lujo”. En realidad, Francisco nunca ha desechado ningún dogma de la iglesia, pero vale la pena considerar la percepción de los medios de comunicación seculares.
“Rechazar el dogma de la iglesia” es una tremenda exageración, pero restar importancia, marginar y poner la doctrina en segundo plano tal vez se acerca más al punto deseado.
A
Francisco se le percibe como un Papa para quien el dogma es menos importante que la actitud, la misericordia más pertinente que la verdad y la generosidad de espíritu más conveniente que la afirmación de la creencia tradicional. Algunas de sus declaraciones (p.e. “El proselitismo es un solemne sinsentido”, “¿Quién soy yo para juzgar a una persona homosexual?”, “Cada uno tiene su propia idea del bien y del mal y debe elegir y seguir el bien y combatir el mal en la forma en que los concibe”) se han convertido en slogans que resuenan bien entre los seculares. Apenas representan la visión cristiana y es precisamente por este motivo que los laicos hallan en el “evangelio” de Francisco un mensaje que queda lejos del dogma de la iglesia. No es un rechazo abierto del mismo, pero lo entienden como un distanciamiento significativo.
Después del dogmático Benedicto XVI, Francisco es considerado un Papa menos rígido en términos de doctrina. Se le ve más relajado al defender la identidad teológica de su iglesia y más comprometido en centrarse en cuestiones no divisivas. Los católico romanos deberían preguntarse si el hecho de ser considerado para el honor de “hombre del año” es un auténtico logro o un asunto que debe suscitar preocupación.
LA ABOLICIÓN DEL PECADO
Aún hay otro comentario que refleja las extensas interpretaciones del Papa Bergoglio.
El editor del periódico italiano La Repubblica, Eugenio Scalfari, que se reunió con Francisco y publicó su conversación hace un par de meses, escribió un artículo (29 de diciembre) en el cual argumenta que la mayor consecución del Papa hasta ahora es que ha abandonado prácticamente la tradicional doctrina del pecado. “Ha suprimido
de facto el pecado”. No está diciendo que Francisco ha declarado abiertamente que la teología católico romana oficial está equivocada en sus enseñanzas sobre el pecado, sino que más bien sugiere que Francisco percibe que la misericordia está por encima del pecado hasta el punto de eclipsarlo prácticamente y hacerlo irrelevante. Cuando habla del pecado, lo hace en referencia a sí mismo (“Yo soy un pecador”) o aludiendo a los aspectos estructurales del pecado (p.e. la opresión de los pobres), pero nunca implicando la idea de la radical separación de Dios y del juicio divino. Subraya que Dios está presente en todas las personas y al hacerlo así minimiza la trágica realidad del pecado. Esto es una abolición
de facto.
Los secularistas aplauden esta evolución porque en general piensan que “el pecado” es el mayor obstáculo para que la conciencia moderna haga las paces con la religión cristiana. Si se trata o no de una evaluación justa de los puntos de vista del Papa, está por ver. No obstante, es una cuestión de hecho que su popularidad entre los medios de comunicación se basa en la percepción de que el Papa es un líder cristiano dogmáticamente fluido y abierto. ¿Es éste un tema totalmente dependiente de la manipulación de los medios de comunicación o es también un síntoma de que Francisco realmente dice cosas confusas y engañosas? Ahora volvemos donde hemos empezado, es decir, lo que los demás entienden es una pista importante sobre lo que les estamos diciendo.
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