Alejados de fábulas judaicas, no está fuera de lugar ocupar nuestro lugar en la Historia. Daniel proporciona unas lecciones valiosas para hoy.
Ante la presencia de su Dios, y con la presencia y memoria de su pueblo, Daniel tiene que confesar que lo nuestro es la confusión de rostro. Con Daniel, sin la presencia de su Dios, sin reconocer su confusión de rostro, tantos han pretendido que la Historia sea según su cara, su rostro, donde no hay confusión. Podría decirse que quieren que sea conforme a su imaginación, a su “cara bonita”.
Joaquín de Fiore (1135-1202) anticipó mucho de lo que luego vino. Su esfera del Espíritu, su edad del Espíritu, llenó el horizonte de algunos. No es tema menor, Fernando el de Maquiavelo procuró “historiadores” y teólogos, hermeneutas, que le colocaran como el personaje donde se sustenta esa parcela; Cisneros estuvo en el centro de las “profecías”; añádase la cuestión de Tierra Santa; el tiempo del fin ha venido. Incluso, puestos a poner, hasta Colón se valió de esa interpretación. El emperador Carlos mandó que se divulgase, pensaban sus consejeros que con Fiore se allanaban obediencias.
Pretender conocer (para controlar) el futuro es meta de tantos. Nabucodonosor vio en sueños, Daniel da a conocer. Ahora, cuando el imperio ha pasado, pasa las páginas de la Revelación, y lee la Historia. Es el tiempo de regresar de la cautividad. Toda una experiencia; Daniel dibuja los trazos del futuro, pero ya ha pasado una parte, ha “vivido” un trozo de la Historia. Todos nosotros hoy también hemos visto pasar una parcela de la misma; ha pasado parte de lo que nos atañe, como simples habitantes, especialmente como pueblo del Señor de la Historia, hemos pasado por los planes trazados.
Ahora leemos 2014, y es parte del dibujo trazado, que el Señor conoce y da a conocer como él quiere. Daniel se ve ante la justicia y misericordia de Dios y no tiene más que confusión de rostro. Esa es su fuerza. No el poder de los tiranos, ni la moral, nada nuestro. ¿Ni el pueblo judío con su Templo? Menos que nada, aunque sus jerarcas quisieron hacerlo centro de todo, como ahora. Su Templo será abominación; el Mesías lo aplasta.
Leemos 2014, y oramos. Cuando avisas de la caída de todos los reinos, nos dices que todos han venido a ser reinos del Cristo. Con Daniel, luego de afirmarse la cruz, estamos afirmados en el triunfo de Redentor. Con Daniel afirmamos que antes y ahora solo nos queda confusión de rostro, como a nuestros padres, a los suyos en Israel, y a nosotros con ellos y todos los que luego vinieron (¿también los de la Reforma? Todos, siempre).
Tú, Señor, revelas en símbolos el tiempo, tu Historia; cada uno luego hace su estatua particular, y quieren que los demás la adoren. Explicas a Daniel, revelas a tu Cristo y la das por Juan. Solo confusión de rostro, espera, oración, obediencia a la fe. Tantos Belsasar que usan los utensilios de tu Templo a su antojo, tantos que confunden con su cara. Ya es su hora. 2014 con nosotros, Dios con nosotros.
Tantos profetas del Templo que matan al Cristo, tantos anticristos. Tantos que hacen la Historia a su medida, la Palabra a su medida, la salvación a su medida.
Han sido medidos, es su final. 2014, triunfo, victoria del resucitado. Y él nos lleva en su triunfo. El tiempo en el Señor no es en vano. Volvemos nuestra mirada al Señor en la comunión de su resurrección.
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