Queridos reyes Magos: Os llamo “reyes” sabiendo yo, que vosotros no os considerabais como tales, pues bien claro teníais que erais “Magos”, científicos del estudio de los astros, pero os defino así por la tradición; y en esta ocasión, para compartiros, para vuestra alegría, que la Televisión de nuestra Autonomía tiene previsto dedicaros muchas horas de vuestra cabalgata por tierras nuestras; mientras que al rey de España, no se le pudo dedicar ni media hora, para su discurso, que bien leído es más abierto que el mensaje del gallego RAJOY ¡ved que sois bien importantes!
Os escribo también para que sonriáis un poco, ante el curioso pensamiento de un prestigioso cineasta como Woody ALLEN, al que le asignan estos pensamientos:
“El mago hizo un gesto y desapareció el hambre, hizo otro gesto y desapareció la injusticia, hizo otro gesto y se acabó la guerra. El político hizo un gesto y desapareció el mago”; pero vosotros existís en la memoria histórica, y tal recuerdo e importancia viene de que vosotros, guiados por el Creador que rige todas las estrellas, viajasteis con fe, sin pensar si los viajes son buenos, porque lo bueno es ser buenos viajeros, y llegasteis a Belén, y donde muchos pudieron descubrir algo tan tierno como un nacimiento, vosotros visteis a Dios. Y os escribo, porque ya niño yo, tanto mis abuelos maternos como mi propia madre, me hacían escribiros cartas ya desde primeros de Diciembre, aun a sabiendas de que los regalos los recibía sacrificial pero dignísimamente de mi madre viuda, y ante mi protesta de que no existíais me motivaban con aquello de:
“así mejorarás tu caligrafía y aprenderás a escribir cartas” y ya veis, este aprendiz de escribidor sigue con las cartas; bien que os suplico que no las compartáis con nadie, menos con teólogos eruditos, pues si analizan ésta de forma profunda, pueden hasta considerarme hereje.
Os escribo también, porque creo que expreso sentires de muchos cristianos, que nos hemos portado bien en este año transcurrido y ello nos da pie a pediros algunas cosas. Nos hemos portado con paciencia al aguantar escándalos, regulaciones de empleos sin provocar una revuelta, por asistir como espectadores a bochornos sobre la luz y los recibos, por aceptar ser más pobres mientras otros se hacen más ricos, por resignarse con miles de funcionarios que no perciben sus pagas extraordinarias, mientras sindicalistas subvencionados saborean mariscadas de postín. Nos hemos portado bien, conformándonos a escasos días de vacaciones, en la que es particularmente nuestra Fiesta, mientras los señores parlamentarios pagados por todos nosotros, se toman semanas de descanso. Nos hemos portado bien al no exigir a la Real Academia de la Lengua que considere la modernización del lenguaje, pues si en Oriente Medio los ladrones son
amputados, en Islandia son
imputados, en España son
diputados.
Nos hemos portado bien siendo gente pacífica, como el pacifismo que conocemos de vuestra historia, que para no discutir con el cruel Herodes, marchasteis por otro camino, como nosotros, que ante el dolor de la tiranía de los países musulmanes que masacran a cristianos hermanos nuestros, no vamos por el camino de la denuncia a nuestros políticos para protestar de sus ayudas, subvenciones y ricas prebendas a comunidades islámicas. Somos defensores de la paz, entendiendo por pacificadores, no aquel que no hace daño, sino el que hace la paz. Y la paz no es sólo la ausencia de la guerra, como el amor no es sólo la ausencia de odio, es algo positivo y ardiente. La paz como el aire que nos sonríe y nos mantiene sin que nos demos cuenta, el sol común, la flor de la justicia; la alegría del hombre, que se reconoce en los ojos de los otros, que se satisface con ella, que crece y la deja en herencia a los que lleguen.
Y “Desde el Corazón” puedo deciros que seguimos portándonos como hijos de Dios, imperfectos, pero pacificadores. No quemamos mezquitas, ni amenazamos a nadie como los fanáticos mahometanos, cuando se insulta y ridiculiza nuestra fe, antes bien oramos para que conozcan al verdadero Dios, y siguiendo el cántico de la Navidad, que vosotros pudisteis escuchar, deseamos la Paz para todos los hombres. Porque sin verdadera paz, no hay hombre verdadero –es decir, no aterrado ni ciudad verdadera, ni mundo verdadero. “Desde el Corazón” supongo que la gran Historia de la Humanidad se abriría al lograrse la paz que trajo el Niño a quien descubristeis como Dios.
Y así, como si fuera un niño, os mando esta carta, creyendo que por portarnos algo bien, podemos pediros que nos traigáis algunas cosas; pero esta segunda con sus peticiones, vendrá en otro escrito.
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