En la primera entrevista entre el pastor Mumma y el filósofo Camus, el francés alude al sermón que el primero pronunció el domingo anterior desde el púlpito en la Iglesia Americana, a la que había asistido.
-Después de este sermón -dice Camus- me fui a casa y cogí mi Vulgata en latín. Busqué el relato de Adán y Eva y la serpiente.
Mumma le interrumpió con una pregunta: -¿no tiene usted una Biblia en francés?
Camus confiesa que sólo disponía de la Vulgata, que le había sido regalada cuando niño por el párroco de la Iglesia católica a la que solía acudir su madre.
Resulta desconcertante que un hombre de su cultura y su fama, autor de numerosos libros traducidos a los más importantes idiomas, nunca hubiera leído la Biblia en su propia lengua.
Mumma habla con el pastor oficial de la Iglesia, el doctor Cayton Williams, y le pide un ejemplar de la Biblia en francés para su amigo Camus. Es el propio Williams quien le hace entrega del Libro sagrado en la oficina de la Iglesia, al tiempo que le dice:
-Es un placer para mí obsequiarle con una traducción francesa y moderna de la Biblia. Estoy seguro que el doctor Mumma estará feliz de guiarle en el aprendizaje de la lectura de la Biblia. Espero que usted encuentre algo de sabiduría en ella.
-De eso estoy seguro, respondió Camus al tiempo que se despedía de los dos clérigos.
Buen regalo llevó el escritor. La Biblia contiene la revelación de Dios, pero también es una obra literaria de primera magnitud. La Biblia es conocida como el Libro de los libros, porque los supera a todos en historia, en teología, en filosofía, en sociología, en ensayo, en drama, en poesía, en la relación entre los seres humanos.
En la siguiente entrevista con el pastor, Camus le habla de su lectura. Dice:
-He terminado los libros del Génesis y el Éxodo. Me han encantado los relatos del viaje de los hijos de Israel a la tierra prometida.
-Estupendo –articula Mumma- me alegro de que esté pasándolo bien.
-Pero -continúa Camus sin mucho entusiasmo- estoy ahora con el libro de los Números, habiéndome saltado gran parte del Levítico. De hecho encuentro muy aburridos estos dos libros.
Aconseja el pastor:
-Albert, aunque la Biblia es literatura, no tiene que leerla como si fuera una novela o una obra de teatro.
Llega la pregunta que Howard Mumma estaba esperando. El filósofo hurga en la conciencia del creyente. Quiere respuesta a lo que considera una cuestión muy importante:
-¿Toma usted en serio todo lo que dice la Biblia?
La réplica del pastor es relativamente extensa:
-La Biblia no es una obra científica. A la Biblia le interesa una realidad más allá del ámbito de la ciencia y la historia. Hay algunos pensadores que desprecian la Biblia tomándola como una simple colección de fábulas sin ninguna base en los hechos o sin relevancia para nuestras vidas. Yo creo que todos los autores de la Biblia fueron inspirados por el Espíritu de Dios de tal forma que sus capacidades y facultades no fueron apartadas o suprimidas, sino que más bien fueron mejoradas y desarrolladas en una colaboración entre sus mentes y espíritus con el Espíritu de Dios. Al final, podemos llamar a la Biblia la Palabra, y no las palabras, de Dios.
Camus confiesa su desconcierto:
-Sí, una vez oí o leí que la Biblia era considerada como Palabra de Dios, pero no entiendo lo que significa esto.
El pastor continúa explicando al filósofo:
-Se le llama la Palabra de Dios porque es, ante todo, constancia escrita de la revelación de Dios, a la vez que es la evolución de la fe de los antiguos israelitas. Es razonable que Dios diese al mundo una revelación de Sí mismo: la Biblia, como la Palabra de Dios. Parte de nuestra fe compartida es que Dios aún utiliza la Biblia para mostrar su rectitud y la disponibilidad de su amor, misericordia y perdón. Leyendo la Biblia, se puede encontrar uno a sí mismo enfrentándose a Dios y pensando en Dios.
Tras un rato de silencio y cavilación por ambas partes, Camus plantea un tema profundo:
-Dígame, Howard, ¿la Biblia arroja luz sobre los problemas de hoy?
El pastor vacila, duda, permanece en silencio unos instantes. Al final, confiesa:
-No hay respuestas fáciles a esa pregunta. Para mí, los principios que sirven de guía en la vida se encuentran en las lecciones de la Biblia. Aquí Dios se dirige de forma directa al caos económico, el desempleo masivo y el conflicto de clases de los últimos cien años. Él nos da la clave para comprender el universo y nombra el trabajo que tenemos que hacer para traer el Reino de Dios a nosotros. Su poder está al servicio de nuestra redención. Nos convence de que no estamos solos.
Metido ya en la literatura francesa y de haber dispuesto de más tiempo, Mumma pudo haber referido a Camus el magnífico libro de Jacques- Bénigne Bossuet (1627-1709) POLÍTICA SACADA DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS. En esta obra Camus habría hallado completa respuesta a su pregunta sobre la vigencia de la Biblia en el mundo de hoy. Él, reputado filósofo, habría descubierto que la filosofía bíblica ha merecido, desde tiempos antiguos, gran interés por parte de reputados conductores del pensamiento.
La Biblia decepciona bastante, escribió a principios del siglo XX el escritor y político británico John of Blackburn, Vizconde de Morley. Camus no pensaba igual.
La lectura de la Biblia no le decepcionó. Despertó en él sentimientos contrarios a la decepción. En la última entrevista con el pastor Mumma, el filósofo Alberto Camus, supuestamente ateo, supuestamente existencialista, supuestamente racionalista, confiesa al servidor de Dios:
-Desde que estoy leyendo la Biblia, siento que hay algo, no se si tiene forma personal o si es una idea grande o una poderosa influencia, pero hay algo que es capaz de dar sentido a mi vida. Existe algo que es invisible. Puede ser que no podamos oír la voz pero hay alguna forma por medio de la cual nos podemos dar cuenta de que no estamos solos en este mundo y de que hay ayuda para todos nosotros. He leído el Antiguo Testamento al menos tres veces ya, y me he dado cuenta de muchas cosas que hay en él. En sus páginas he encontrado gente que estaba absolutamente confusa respecto de la vida, de lo que deberían hacer y de lo que Dios quería que hiciesen.
Bienaventurados los que creen, porque de ellos es el reino de los cielos.
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