Cuando vi la foto que reproduzco, no pude resistir entrar al link para enterarme de qué iba (1). La crítica que hacen los responsables de la nota se centra en la radicalizada actitud de algunos fundamentalistas de EE.UU. que – lamentablemente – ha logrado instalar una visión distorsionada del Evangelio en muchas iglesias de ese país y de gran parte de América Latina.
Creyendo que defienden la ‘American way of life’ (2), los que actúan de esa manera no se diferencian de los promotores del ‘Evangelio de la Prosperidad’ (3).
No pude menos que relacionar esa imagen con las Bienaventuranzas que compartiremos en esta última nota. Estas tienen mucho que ver con el rol de actores en la obra visceral y completa de Jesucristo; o, en su defecto, con el de espectadores que aplauden o critican todo el tiempo, sin que ello mejore su calidad de vida.
Me permito recordar que no podemos elegir entre las Bienaventuranzas; las aceptamos como un todo, o las dejamos de lado a todas. Con una o más, no basta.
Ahora, entramos a considerar bienaventuranzas que hablan acerca de la disposición del cristiano, del carácter que posee quien ya ha sido descrito por las cuatro anteriores. Jesús pone esta piedra fundacional de lo que será la enseñanza a lo largo del NT: que para obrar como cristianos, primero hemos de ser cristianos. Para nuestro Dios las intenciones de nuestro corazón son más importantes que nuestras acciones. Él no se detiene en las apariencias externas, la cantidad, el tamaño y los resultados visibles; le interesa más el origen y finalidad de las intenciones.
Nunca seremos mejores cristianos por tener un frondoso currículum, o por organizar tours para mostrar nuestras obras. Quienes vivan aferrados a esas evidencias externas todavía no saben la diferencia entre ser ‘cristiano’ y ser ‘mundano’; entre ser ‘carnal’ y ser ‘espiritual’. La persona que se maneja como si fuera dueño de su vida y de sus circunstancias, desconoce que el Espíritu Santo lo hace mejor pues opera desde el centro mismo de su persona. Por esforzarse en hacer, impide que el Espíritu transforme progresivamente su ser. La persona que ha nacido de nuevo no sobreviviría sin la ayuda de quien le dio la vida.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (4)
La misericordia no forma parte del ADN de los humanos. No se nace naturalmente misericordioso. Todos hemos nacido en pecado, pecamos porque somos pecadores. Sólo Dios puede cambiar en misericordioso a un pecador; porque Dios siempre ha sido, es y será misericordioso.
Solo aceptando de que toda nuestra vida es una proclamación de lo que somos realmente, sabemos si somos o no ‘pobres en espíritu’; si ‘lloramos’ o no; si somos o no ‘mansos’; si tenemos o no ‘hambre y sed de justicia’; y si somos o no ‘misericordiosos’. Para el Señor Jesucristo ser cristiano es ser todo eso.
Es peligroso confundir ‘misericordia’ con ‘sincero afecto’, ‘paciente tolerancia’, o ‘sentida compasión’. La gente de carácter apacible y tranquilo puede creer que ‘laissez faire et laissez passer’ también es tener misericordia (5).
Los confundidos caen en actitudes permisivas, sonríen cuando debieran ponerse serios, quedan callados cuando debieran denunciar actitudes que violan las leyes, las normas éticas y la convivencia pacífica; yerran, ignorando que en Dios la misericordia va siempre de la mano con la justicia; porque sólo Él es misericordioso y justo.
Respondiendo a un judío experto en la Ley que le preguntó “quién es mi prójimo”, Jesús le trae la figura del samaritano que yendo por un camino ve a un hombre medio muerto, tras haber caído en manos de ladrones (6).
Otros que pasaron antes por el mismo sitio no se habían detenido para hacer algo por esa víctima. Pero este extranjero no solo tuvo compasión sino que actuó movido por ella; dejando en segundo plano sus asuntos y planes, priorizó la ayuda a ese desconocido en peligro de muerte, lo sacó de su situación e hizo lo necesario para asegurar su recuperación. Ser prójimo de otros es usar de misericordia con ellos; no quedarse en la compasión.
Esto es lo que hizo Jesús por el mundo. Obedeció a Dios Padre, dejó el cielo, vino a nacer de una muchacha judía (no de una noble romana) y vivió como hombre perfecto hasta cumplir con la misión encomendada. Honró el nombre que le impusieron: ‘Y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.’ (7) Como los suyos no lo recibieron, a todas las personas que le recibieron (y le reciben aún hoy) los empodera para llegar a ser hijos e hijas de su Padre eterno (8).
Porque miran sólo a Jesucristo como su modelo, los genuinos cristianos acuden en ayuda del necesitado sin que se les pida, se conduelen con los engañados y con humildad les muestran la verdad, nunca reaccionan con violencia, no se enfadan cuando los traicionan, no se vengan de quienes los maltratan, no levantan falso testimonio ni pasan chismes contra otros, no se sienten víctimas inocentes ni preguntan una y otra vez ¿por qué a mí Señor? Pero van aún más allá: olvidan el daño sufrido, perdonan y bendicen a sus enemigos intercediendo por ellos en oración.
Muchos interpretan mal las bienaventuranzas, y ésta en especial. Dicen “Debo ser misericordioso porque si no, Dios no tendrá misericordia de mí.” Es idéntico al que dice “Debo perdonar al que me ofende; de lo contrario no recibiré el perdón de Dios.” Si tales afirmaciones fuesen verdaderas, ningún ser humano alcanzaría misericordia y perdón de parte de Dios. ¿Puede acaso un pecador tener espíritu de misericordia y perdón si Dios no se lo ha dado primero? ¿Cómo se recibe ese espíritu? Arrepintiéndonos de nuestros pecados; en primer lugar por fallar muchas veces y no cumplir con nuestra promesa de fidelidad al Señor; y luego, porque nunca obramos de la misma manera con todos.
¡Gracias a Dios que Él ya hizo por nosotros todo lo necesario para nuestra salvación y santificación! Ya no debemos hacer esto o aquello para acumular puntaje, y ser recompensados. NO. Todo lo recibimos de Gracia, para que demos de gracia. Si así no fuese nadie podría creer en Jesucristo, ser salvo y dar su testimonio a otros.
Solo los misericordiosos alcanzarán misericordia. Dios los prosperará en la hora de la aflicción otorgándoles templanza, fe y paz; Él completará lo que les falte antes de que desfallezcan. Esta prosperidad es la única real.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios (9)
¿Quién no desea ver a Dios? Seguramente los que viven siguiendo sus propios deseos, inmersos en el sistema mundano de pecado y, lo sepan o no, como hijos y esclavos del diablo, que es al padre de mentira (10). Los que deseen de todo corazón ver a Dios lo verán; pero hay una condición ineludible: su corazón debe estar limpio. Me emociono al escuchar a los niños cantar esas líneas que yo mismo aprendí a entonar en mi niñez:
“Negro por el pecado estaba mi corazón; mas con su sangre preciosa Cristo me lo lavó. Y por las calles de oro, alegre caminaré; pues en Su palabra me dice que yo con Él estaré.”
Solo los de limpio corazón verán a Dios. Tanto en el AT como en el NT esta verdad irrefutable es el hilo de oro que atraviesa todo el mensaje de la Biblia; desde el principio hasta el final. El Plan divino de Redención se centra en la sangre del Hijo de Dios vertida en la cruz; sangre que libera al pecador del pecado y su hediondez. Por Su gran misericordia, Dios envió al mundo a Su hijo - único hombre con corazón inmaculado desde el seno de su madre y hasta su muerte – para que los que se arrepientan sean limpios, crean en Él y se encuentren con Dios.
En el AT ese hilo salvador reluce en la recomendación del rey sabio: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” (11)
En el NT el hilo de oro pareciera relucir con más quilates, cuando Jesús enseña que todo el que ama a Dios y a su prójimo ya ha cumplido con la Ley y recomienda:
“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón (12). Y sigue estando en el centro de la Revelación cuando leemos que Pablo, discipulando con amor paternal a Timoteo, le recomienda mandar “a algunos que no enseñen diferente doctrina (…) Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida,” (13)
El Evangelio de Jesucristo y Sus apóstoles se diferencia de todo otro evangelio (el de la ‘prosperidad’ incluido) en que la recompensa a los que lo creen y practican no viene como consecuencia del éxito. Los que se resisten a creer en Cristo critican a los cristianos porque siguen a uno que fracasó con su filosofía. ‘No tuvo éxito’, dicen. Este mismo enfoque se infiltra en los que enseñan desde el púlpito una doctrina diferente a la de Jesucristo. Por querer borrar lo que aparenta fracaso en los que tienen genuina fe en el Señor, recubren la verdad con el oropel de lo temporal y perecedero; así, se apartan del hilo de oro purificado que conduce a la prosperidad eterna.
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios (14)
No todos pensamos lo mismo al escuchar la palabra paz. Esto ocurre, por extensión, con la palabra pacificador. ¿A qué se debe?
La Biblia enseña que al desobedecer a Dios el ser humano cortó su relación con el Creador; se enemistó con Él. La paz desapareció de la faz de la tierra cuando el árbol de la vida que estaba en Edén tuvo que ser defendido por “querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados” (15).
Prueba de ello es el primer homicidio perpetrado por el hombre cuando Caín mata a su hermano Abel (16).
En el AT la recomendación del salmista es “Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela.” (17)
En el NT el nacimiento de Jesús fue anunciado como un hecho rodeado de gloria, paz y buena voluntad: “¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (18)
La tierra donde nació Jesús no había conocido lo que era vivir en paz por mucho tiempo. Palestina, por entonces, era una provincia del Imperio Romano (temido porque ‘pacificaba’ arrasando todo a su paso) y la gente vivía bajo opresión por partida doble: también tenían a un rey injusto y despiadado. Como ocurre en estos casos, todo atisbo de liberación política, económica o religiosa, es recibido con esperanza.
Jesús envía a sus discípulos en sus primeras misiones a las ovejas extraviadas de Israel (19) . Deben ir casa por casa y saludar diciendo: Paz (shalom) (20). Solo quedarían para anunciar la llegada del reino eterno allí donde fueran recibidos con paz.
Cuando la gente oyó hablar a Jesús creyó que era el rey prometido a David, cuyo reino volvería y no tendría fin. Y lo reciben cantando loas reales (21). Se cumple así la profecía cantada siglos antes por el rey David:
“Oh Jehová, sálvanos ahora, te ruego; te ruego, oh Jehová, que nos hagas prosperar ahora.
Bendito el que viene en el nombre de Jehová; desde la casa de Jehová os bendecimos.” (22)
Sin embargo, el que la gente deseaba entronizar y ya mismo ser por él prosperada, deja perplejos a los suyos:
“No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.” (23)
¿Por qué tal contraste? Porque el pecador asocia la paz con la prosperidad material, terrenal y temporal. Está dispuesto a luchar y pagar el coste que sea por lograr buena salud y largo bienestar mientras viva.
Para dejar en claro este concepto, cuando les anuncia que debe partir, Jesús calma a sus discípulos diciéndoles:
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (24)
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (25)
El cristiano es pacificador porque testifica que Jesucristo venció al maligno que causó el cisma entre Dios y Su creación; proclama la buena noticia de que, en la cruz y tumba que quedaron vacías, Dios le quitó al pecado el poder de atemorizar al cristiano con el aguijón de la muerte; y que Él ha fijado un día para ponerle fin al sistema pecaminoso que – en todos los órdenes - esclaviza a la humanidad hasta el presente. El mensaje cristiano cala hondo: llega al tuétano del ser con la espada de dos filos que es la Palabra que él proclama. Divide lo falso del espíritu materialista, consumista y esclavizante de lo verdadero que es el poder de Dios para salvación a todo el que cree; libera al que oye, se arrepiente y vive para seguir a su Señor, pero condena al que endurece su corazón, se aferra a los tesoros que tiene en la tierra, y no le importa el mañana.
No da igual ser pacifista que ser pacificador. Los pacifistas luchan por una causa endeble y de corta vida: festeja la Declaración de los Derechos Humanos, celebra la Caída del Muro de Berlín, se alegra porque Siria afirme que no usará más armas químicas, aplaude la limitación de presupuestos bélicos y su reconversión en fondos para dar agua y comida a los que carecen de ellas. Pero su lucha nunca arranca el origen de los males que faltan combatir.
Los pacificadores son llamados hijos e hijas de Dios, adoptados en virtud de la obra de Jesucristo, Su Hijo. No hay misión diplomática en el planeta que pueda ser comparada con la misión de un cristiano, de un pacificador.
Ser pacificador significa: no alentar esperanzas en una falsa prosperidad que alivia el dolor pero no impide la muerte; no practicar pactos legalistas para negociar con Dios lo que Él ya ha nos ha concedido por sola Gracia; no exhibir ante los demás el éxito de nuestras empresas como trofeos de fe y victoria espiritual, cuando ello solo genera falsas expectativas, codicia, ambición, envidia, orgullo, crueles comparaciones, desengaños, rencores y revanchismo. Quienes así actúan no son pacificadores, ni pacifistas; son contumaces engañadores disfrazados de bondad (26), ciegos guías de ciegos que arrastran a multitudes tras sí para conducirlos a su propia destrucción (27).
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos (28)
Esta bienaventuranza es doble. Abarca dos versículos y repite el concepto: el bienaventurado es perseguido y maltratado con toda clase de mal. ¿Puede alguien ser doblemente feliz, bendecido en grande, si debe estar expuesto a burlas, injusticias, chistes y discriminaciones?
Muchos preguntan si se puede ser feliz cuando le acosan, ponen en peligro su dignidad, su buen nombre, su estabilidad económica, su vida y la de sus familiares. Reiterando lo que ya dijimos en la cuarta bienaventuranza, lo que se trata aquí es no el ser perseguido por cuestiones, actitudes, transgresiones o errores humanos; entonces, la única respuesta es rotundamente afirmativa.
El cristiano afronta la persecución con paz mental y de corazón, cuando es por causa de la justicia. Agradece a Dios porque el hecho de ser perseguido y maltratado es una prueba evidente de que es un hijo, una hija de Dios.
En el evangelio de la prosperidad este tema no se trata porque espanta a las masas. Esos predicadores necesitan auditorios llenos de ambición, movidos por el deseo de una pronta respuesta gratificadora.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo (29)
Para no dejar lugar a dudas, el Señor se pone al frente de sus discípulos como la única causa por la cual habrían de ser perseguidos, maltratados y aún muertos – como el Evangelio demuestra que ocurrió con muchos de ellos – y, por eso mismo, ser bienaventurados.
Vente siglos después, nada ha cambiado de nuestro Señor; nada ha cambiado de la verdad evangélica. Miles son discriminados, acosados, ninguneados, perseguidos, despojados de todo, encarcelados y hasta asesinados. Son bienaventurados – mucho más que si fuesen falsa y temporalmente prosperados – son doblemente felices y serán felicitados por el propio Señor al entrar en la gloria. Porque de ellos, como de los pobres en espíritu, es el reino de los cielos.
Al estimado lector de estos modestos comentarios, le deseo una Navidad Bienaventurada. Será hasta la próxima, si el Señor lo permite.
Notas
1. ‘Cruz de Navidad’ en la puerta de un hogar en EE.UU. Para quienes no deseen ir al link, advierto que la nota relaciona esa cruz con las que encendían los racistas blancos de la secta de extrema derecha del país del Norte (Ku Klux Klan, o KKK) creado en el siglo XIX – y aún activo - cuando incendiaban las casas de los negros: http://www.nopuedocreer.com/quelohayaninventado/8534/cruz-de-navidad/
2. ‘American way of life’, es un eslogan que se refiere a la forma de vida de los que viven en los Estados Unidos de América. Es una manera de definir una modalidad de comportamiento que viene desde el siglo 17 hasta hoy, desarrollando una moralidad o ética nacionalista que pretende adherirse a los principios de "vida, libertad y la búsqueda de la felicidad." Se relaciona con el famoso ‘sueño americano’
3. Un comentario sobre el Evangelio de la Prosperidad, del libro “Blessed” por Kate Bowler. El que sigue es solo un par de párrafos del comentarista (autor del libro ‘God's Forever Family: The Jesus People Movement in America’, Oxford University Press) Larry Eskridge, que es Director asociado del Instituto para el Estudio de Evangélicos de EE.UU, Wheaton College; para Christianity Today: “ Bowler cuestiona la tendencia del Movimiento de Prosperidad a inclinarse por las respuestas corto placistas a los problemas económicos sin tener en cuenta las soluciones sistémicas. Además, le preocupa que en los últimos tiempos, el Movimiento se vuelque más a la especulación y apoye casi incondicionalmente una visión sionista de Israel. A lo largo de su libro hay anécdotas y ejemplos de interpretación bíblica que sin duda harán que los que están fuera del Movimiento de Prosperidad sacudan sus cabezas en asombro. No obstante, desde un punto de vista global, Blessed sirve como un correctivo a falsos estereotipos. Nos recuerda, también, de la coherencia interna que hay en el Movimiento, y de su importante función en la vida de muchos cristianos de EE.UU. como fuente de esperanza, valores y superación personal y comunitaria.” No he leído el libro aún, pero sirva esta crítica para alentar a los interesados en el tema a hacerlo; es una manera de saber qué relación hay entre la ‘American way of life’ y el ‘Evangelio de la Prosperidad’, y cómo llega a la cultura hispano-latinoamericana
4. Mateo 5:7
5. La frase completa, en francés, es: ‘Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même’: Dejen hacer, dejen pasar, el mundo va solo’
6.Lucas 10:29-37
7. Mateo 1:21
8. Juan1:12
9. Mateo 5:8
10.Juan 8:44
11.Proverbios 4:23
12.Mateo 6:19-21
13.1ª Timoteo 1:3-6
14.Mateo 5:9
15.Génesis 3:24
16.Ibíd. 4:8
17.Salmos 34:14
18.Lucas 2:14
19.Mateo 9:36; 15:24.
20.Lucas 10:5,6
21.Mateo 21:9, 15; Marcos 11:9,10; Juan 12:13
22.Salmos 118:25,26
23.Mateo 10:34-39
24.Juan 14:27
25.Ibíd. 16:33
26.1ª Timoteo 4:1
27.Mateo 23:16-24; 1ª Timoteo 6:9
28.Ibíd. 5:10
29.Ibíd. 5:11
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