El tiempo de Adviento nos presenta la oportunidad de confesar nuestra fe por medio del canto. Los himnos y villancicos confiesan la encarnación, el hecho de que Dios se hizo uno de nosotros. Pero también confiesan las razones por las cuales Dios envió a Cristo al mundo. Nos hablan de un Dios que cree en su creación y que busca obrar a su favor. Cantamos los himnos navideños, de nuevo, porque no hemos perdido la esperanza. Dios obró, Dios está obrando y Dios obrará.
En la primera navidad muchas personas cantaron su confesión y su alabanza a Dios
. Los primeros dos cantos que confesaron lo que Dios estaba haciendo en Cristo son los que cantaron dos futuras madres primerizas (Lucas 1). Elizabeth y María se juntaron para celebrar que Dios les había dado el privilegio de ser madres en situaciones milagrosas. Pero también confesaron que Dios había prometido que estas dos vidas en gestión tendrían un papel protagónico en el proyecto divino.
Al cantar estos cantos de nuevo, nos damos cuenta de los profundo de lo que Dios está haciendo en Cristo. Los cantos siguen siendo poderosos porque nos siguen recordando que los cristianos tendemos a olvidar que la salvación de Dios en Cristo tiene que ver con toda la existencia humana. Cristo vivo para darnos paz con Dios, pero también para traer justicia y esperanza a los que viven lejos de esas realidad el día de hoy.
Elizabeth y María cantaron porque sabían que Dios estaba ofreciendo esperanza a los que no contaban con esperanza humana. Estos cantos ponen de cabeza las normas “comunes” de su mundo y del nuestro. En estos cantos los hambrientos salen saciados y los ricos con las manos vacías. Los poderosos pierden sus posiciones de privilegio y los humildes son exaltados. Las confesiones sobre el bienestar para los marginalizados se ponen al mismo nivel que el perdón de pecados, siendo que todas las confesiones de los cantos son parte de la promesa divina y de lo que Dios está haciendo.
Estos dos cantos nos recuerdan, de nuevo, que la obra de Dios en Cristo tiene que ver con la totalidad de la experiencia humana, tanto vertical como horizontal. Al cantar con Elizabeth y María confesamos que nuestra esperanza en Cristo pone de cabeza las esperanzas “normales” de nuestra sociedad. La bendición y la esperanza de nuestro sistema económica es tener riqueza y posición.
Pero nosotros cantamos la promesa de que Dios ofrece esperanza a dos mujeres del margen, a los pobres, a los humildes y a los que reconocen la necesidad del perdón de pecados. Cantemos con estas mujeres marginadas que reconocen que Dios quiere poner cosas al revés.
Pero cantar estas confesiones nos llama compartir esta esperanza con los marginados de nuestro mundo hoy. También nos llama a vivir a la luz de estas confesiones. Si Dios está poniendo las cosas al revés, entonces estos cantos nos invitan a vivir conforme a los valores de ese mundo al revés. También nos invitan a practicar esa esperanza hacia los pequeños.
En esta navidad pongamos nuestros valores navideños al revés.Es tiempo de caminar con los marginados, regalar para que los pobres salgan saciados, de humillarnos ante de los pequeños que Dios quiere exaltar, reconociendo nuestra necesidad de la luz y paz y el perdón de pecados.
Bendito el Señor Dios de Israel,
Que ha visitado y redimido a su pueblo (Lucas 1:68)
¡Feliz navidad!
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