Una persona a la que respeto mucho suele decir, “Hábito de palabra crea hábito de pensamiento”. Y, de hecho, el hábito de pensamiento crea la plataforma sobre la cual tomamos las decisiones del día a día; las decisiones con las que enfocamos nuestra vida.
Pienso que, aunque pudiese ser que se este hablando de lo mismo, las palabras que se eligen para comunicar nuestra vida tienen más peso de lo que pensamos. Y, mucho más cuando esas palabras se refieren a la meta de nuestras vidas.
La palabra de moda, que de hecho lo está tanto en círculos cristianos como en no-cristianos, es “éxito”. Uno puede leer cosas como “la clave del éxito está en obedecer la voluntad de Dios”, o “razones por las que copiar a gente exitosa te hará exitoso”, o “claves bíblicas para alcanzar el éxito”. En una cultura global donde la información de dónde o cómo está cada persona vuela en tiempo real, la idea de perseguir la felicidad se convierte en la idea de perseguir el éxito.
Las escuelas están llenas de esta misma obsesión. En cualquier área en la que uno se esté formando es fácil escuchar cosas como “si quieres tener éxito en este campo...”.
Tener éxito se refiere, en general, a tres cosas. Se refiere a notoriedad, a que sea lo que sea que hagas, la gente tiene que saber quién eres. Se refiere también a influencia. En otras palabras, la gente tiene que escuchar lo que dices. Y se refiere también a dinero.
¿Te consumen estas ideas? Fama, poder y dinero. La tríada que me domina cuando menos me lo espero.
Vivimos en una sociedad que camina hacia la obsesión con el éxito.
Pero es importante empezar a cambiar el lenguaje que usamos. Quizá es tiempo de dejar de hablar de éxito y empezar a hablar de virtud. No es que se excluyan mutuamente, ni siquiera que la primera tenga que ser negativa en sí misma. Pero cuando se nos bombardea con el mismo lenguaje de éxito una y otra vez corremos el riesgo de olvidarnos qué significa ser humano.
Por siglos - si no milenios - las culturas más influyentes en occidente enfatizaron la idea de virtud. Esa es la idea detrás de “el necio y el sabio” en Proverbios, detrás del “conocimiento verdadero y discernimiento moral” en el lenguaje del apóstol Pablo (Filipenses), o detrás de la
Ética a Nicómaco de Aristóteles. Y tiene que ver, sobre todo, con dos cosas. La primera es la capacidad de ser humano; la capacidad de moldear la parte inmaterial de uno mismo, el espíritu, para ser una persona completa por dentro. Tiene que ver con el “carácter”, que al final es lo único - ¡lo único! - sobre lo que de verdad tienes control. Muy pocas personas hablan de un delfín que sea más delfín o menos delfín. Pero las personas tenemos la posibilidad de alejarnos de nuestra humanidad, y de moldear, mejor o peor, nuestro carácter. La segunda, es la capacidad de tomar buenas decisiones. O, en otras palabras, la capacidad de vivir entre el exceso y el defecto. Es la capacidad de construirse como ser humano aparte de los resultados que puedan llegar.
La gran diferencia está en mirar a las decisiones desde el punto de vista de cómo afectan a mi propio carácter y no solo a los resultados que puedan traer.
Éxito y virtud pueden estar relacionadas, pero son dos palabras muy diferentes. En el fondo, la primera tiene que ver con lo que hacemos y la segunda tiene que ver con lo que somos.
¿Podemos empezar a señalar a líderes y pastores que buscan la virtud y no el éxito?
¿Podemos hablar de una educación que forja la virtud en el individuo y no el hambre de éxito?
¿Podemos empezar a asistir a convenciones que nos ayuden a ser personas de virtud y no personas de éxito?
Más que nunca necesitamos dejar de hablar de éxito y empezar a hablar de virtud, porque eso es lo que en realidad todos estamos buscando, lo que nuestros vecinos están deseando ver. Pregúntate por un momento, ¿cuál es la persona que tiene una vida interior completa y que refleja lo mejor de lo que significa ser humano? Parafraseando a N.T. Wright en su libro
After You Believe, la virtud es la vida futura del cielo interrumpiendo en el presente. ¿No suena genial? Repítelo otra vez, “la vida futura del cielo irrumpiendo en el presente”.
Como dije antes, nada de esto es nuevo. Pablo escribió que una vida nutrida por el Espíritu produce un carácter de amor, de alegría, de paz, de paciencia, de buscar el bien de los demás, de bondad, de autocontrol y más (Gálatas 5). No sé tú, pero yo quiero vivir en un mundo donde cada vez las personas tengan conversaciones sobre cosas que giran alrededor de estas palabras y no sobre la clave del éxito.
Así que la próxima vez que lo vayas a poner en Twitter, recuerda cambiar tu lenguaje: la obediencia a Dios no te lleva al éxito, te lleva a la virtud.
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