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Prosperidad y Evangelio (VIII)
8
 

La prosperidad de las Bienaventuranzas

El único camino que nos lleva a la prosperidad es Cristo Jesús. Y si hemos de ser glorificados como Él lo ha sido y sigue siendo por la eternidad, hemos de pasar por lo mismo que Él pasó.
AGENTES DE CAMBIO AUTOR Óscar Margenet Nadal 01 DE DICIEMBRE DE 2013 23:00 h

Cuando niño, mis padres me llevaban a la escuela dominical. Allí aprendí a memorizar párrafos selectos del AT y NT de la Biblia; uno de ellos, consistía en las bienaventuranzas proclamadas por el inigualable Maestro de Galilea, en el llamado ‘Sermón del Monte’.

Poder recitar sin errores era lo importante. La técnica era repetir el texto una y otra vez.

No comprendía el significado de todas las bienaventuranzas; ni imaginaba el impacto que llegarían a tener en mi vida futura. Al mirar atrás, tengo la idea de que me costó bastante salir de la niñez y vivir como adulto.

Recién en mi tardía adolescencia supe que sufrir las injustas contradicciones y crueles avatares de este mundo es lo que nos madura o echa a perder. Sólo de adulto entendí cuán hondo calan las verdades eternas en el corazón y mente humanos. De allí la tremenda importancia de instruir a nuestros hijos en la sabiduría divina (1).

Aunque ahora disfruto de una etapa reflexiva y apacible, como adulto mayor doy fe de que todavía me sorprendo y maravillo al leer esos textos dorados. Y me gozo cuando compruebo que mis hijos y nietos también abrevan de la misma e inagotable fuente de sabiduría. No hay mejor semilla de prosperidad que la Palabra viva de Dios (2).

Para concluir con estos modestos escritos sobre ‘Prosperidad y Evangelio’ no he encontrado mejor propuesta que analizar las bienaventuranzas de nuestro Señor Jesucristo. Quiera el Espíritu Santo usar este escrito para que sea de bendición a los lectores, sean o no cristianos.

¿QUIÉNES SON LOS BIENAVENTURADOS?
Bienaventurado es sinónimo de ‘afortunado’, ‘feliz’. Una persona ‘bienaventurada’ es aquella que goza de buena fortuna, que ha alcanzado la felicidad; podríamos decir, sin dudarlo, que esa es una persona ‘realizada’; tengamos en cuenta estas oportunas aclaraciones al leer lo que enseñaba Jesús a discípulos:

“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.”
(3)

Algunos opinan que las bienaventuranzas son normas morales a ser seguidas solo por los cristianos. Otros dicen que es una enseñanza para todos los seres humanos: “Si todos siguiesen esas pautas el mundo sería mucho mejor”, afirman. Sin negar que algo de razón tengan, uno se pregunta en la misma línea de pensamiento:

¿Por qué razón, según leemos en el AT, los israelitas no mejoraron a partir de contar con los diez mandamientos?

¿Qué es lo que le impide al ser humano llevar a la práctica aspectos tan precisos y claros como son los fijados por Jehová Dios a Israel en la Ley dada a Moisés en el Monte Sinaí?

La Biblia enseña que el pecado es lo que distorsiona la íntima relación que hay entre conocer el bien, querer practicarlo y darnos cuenta de que no podemos. El racionalismo radical podrá seguir negándolo; pero, Pablo lo explica de excelente manera tanto a judíos como a gentiles en su carta a los romanos (4).

Resumiendo: las bienaventuranzas no son el equivalente a una nueva ley. Los oyentes del sermón del monte eran mayoritariamente judíos. Nadie mejor que Jesús para decirles, sin más rodeos, y en seis declaraciones que siguen inmediatamente a las bienaventuranzas , que Él venía a cumplir con la Ley y los profetas:

“Oísteis que fue dicho (…) Pero yo os digo….” (5)

La Ley era para ellos parte inseparable de su cultura. Ahora viene este profeta a repetirles lo que algunos habían aprendido de memoria desde niños. Sin embargo, lo hace de manera que entendiesen que ellos la transgredían permanentemente de adultos, que no podían hacer el bien exigido por la Ley que ellos decían guardar.

Por eso los sorprende cuando les dice ‘Pero yo os digo’.

Ese ‘Pero’ es una conjunción adversativa que, según la gramática de nuestra rica lengua, contrapone dos oraciones o términos sintácticos. La contrariedad puede ser parcial o total; la parcial expresa una corrección o restricción en el juicio de la primera oración, de modo que la coordinación es restrictiva: "mas", "pero", "aunque".

Y es este el uso que le da Jesús en esta enseñanza clave del sermón. Es decir: no niega la validez de la Ley en su aspecto moral, sino que profundiza su objetivo, tanto que convierte a la pauta en algo mucho más difícil de cumplir partiendo de la voluntad humana. Por eso, ser moralista no da la talla ante los ojos de Dios (6).

¿Por qué habría de mostrarles Jesús a sus oyentes los impedimentos que tenían y que desagradaban a Dios?

¿Por qué no se ocupaba mejor de seguir haciendo milagros, si quería atraer la atención de ellos hacia su persona?

¿No era, acaso, eso lo que la gente esperaba para aceptarlo, alabarlo, seguirlo y hacerlo famoso en todas partes?

¿Qué clase de predicador es éste que incomoda a la gente en lugar de hacerla reír, festejar y gritar ¡Amén! a cada una de sus intervenciones?

¿Por qué no aprovechó su magnetismo personal y con las multitudes que lo seguían inaugurar su reino?

¿Por qué era tan esquivo a la opulencia?

¿Equivocó la fórmula Jesús al no decirle a la gente lo que ella deseaba oír?

No faltan los adictos al éxito que afirman que Jesús fracasó con su doctrina y que por eso lo mataron (7).

Lo cierto es que, lejos de un código moral para ser buenas personas, las bienaventuranzas describen la conducta de los que han sido alcanzados por la Gracia de Dios. Ellas son las que pintan de cuerpo entero, literalmente, cómo lucen – o debieran lucir - los hijos de Dios.

Invito a los lectores a descubrir, a la luz de estas bienaventuranzas que nos legó en su paso por la tierra nuestro amado Señor Jesucristo, la clave de la prosperidad del único Evangelio, el de Cristo y sus apóstoles.

En todas las enseñanzas de Jesús hay un orden. Las bienaventuranzas no son una excepción. Son, en realidad, un modelo de orden pedagógico. Hay un crescendo que descubrir para encontrarles sentido. Comienza bien abajo, con una condición humana; sigue con la emoción extrema trasuntada por el llanto; y en tercer lugar describe el estado propio de quien ha descargado su profunda pena. Así, las tres primeras bienaventuranzas no hacen sino ocuparse del pecador y de su natural ineptitud para dejar de pecar por sí mismo.

Luego, en el centro mismo de la serie, aparecen los rasgos del pecador que ha sido transformado por la obra salvífica de la cruz y ya no se ocupa de sí mismo sino de su prójimo en necesidad. Porque ha sido objeto de la Gracia ahora la comparte con sus semejantes. Porque ha recibido de gracia (gratis), da a otros de gracia (gratis).

El cristiano bienaventurado demuestra que habiendo sido justificado ha sido convertido en instrumento de justicia: está limpio, no vive con dobles intenciones; no tuerce la verdad para beneficiarse. Es así, y así se conduce con todos porque la paz de Dios ha llenado su vida; no busca peleas ni disputas por palabras.

En estos cuatro pasos íntimamente ligados a la activa obra del Espíritu Santo en su vida, el genuino cristiano alcanza una prosperidad tal que genera envidia, celos, codicia y odio. Comprueba que es como un espejo que desnuda todo el pecado de los que se miran en él. Pero, al mismo tiempo, comprueba que aún no ha llegado a la perfección. Es ahora una nueva lucha la que emprende día a día: la de la carne contra el espíritu, y el espíritu contra la carne (8).

Y entonces llegamos a las dos últimas bienaventuranzas. Son las de máxima para todo verdadero cristiano: llegar a ser objeto de falso testimonio, burlas y acosos. Los que son perseguidos y sufren todo tipo de discriminaciones y vejaciones. Y hay quienes pagan con sus vidas el soportar todo por amor de Jesucristo. Es lo que leemos, oímos y vemos en los medios.

Cada día decenas y cientos de hijos e hijas de Dios son perseguidos, maltratados y muertos por los violentos.

¡Vaya prosperidad, dirán muchos! ¿Quién quiere ascender en esa escala de sufrimiento?

¿Puede una persona ser feliz, afortunada, siendo acosada, burlada, perseguida, torturada o muriendo por su fe?

¿Es esa la prosperidad que me ofrece Jesucristo?

¿No es acaso mucho mejor y más actualizado el ‘evangelio de la prosperidad’?

No. De ninguna manera. El único camino que nos lleva a la prosperidad es Cristo Jesús. Y si hemos de ser glorificados como Él lo ha sido y sigue siendo por la eternidad, hemos de pasar por lo mismo que Él pasó.

No hay mayor privilegio para el cristiano. Pero, no todos califican para llegar a ser probados como lo fueron hombres y mujeres que han dejado huellas profundas en la historia de la humanidad por su fidelidad a Cristo.

Como hemos de ver al finalizar esta serie, quien no acepta este camino se pierde el reino de los cielos, no tendrá consolación ni recibirá la tierra por heredad cuando Cristo venga a reinar, nunca será saciado ni alcanzará misericordia. Lo peor: no verá a Dios, ni será llamado hijo de Dios; porque tal persona ya no tiene parte en el reino de los cielos.

Invito a los lectores a leer Mateo 5 y a encontrarnos D.M. nuevamente para compartir una por una estas bienaventuranzas que son la clave de la verdadera prosperidad del cristiano.

Hasta entonces me despido deseando a todos la paz del Señor.
-----------------------
Notas
1. “Instruye al niño en su camino, y aún cuando fuere viejo no se apartará de él.” Proverbios 22:6
2. Los evangelistas de la prosperidad instan a plantar una semilla en dinero, a hacer un pacto con Dios a cambio de ser prosperados
3. Mateo 5:1-12
4. Romanos 6 y 7
5. Mateo 5:21-48 (negritas del autor) “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio. Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
6. Recomiendo el libro ‘Mas yo os digo’, por John Mackay, Buenos Aires: Editorial Mundo Nuevo 1927; México: Casa Unida de Publicaciones, 1952, ignoro si hay ediciones más modernas. Samuel Escobar hace mención especial de este autor en su libro “En busca de Cristo en América Latina”, Ediciones Kairós, 2012; página 25 ‘Un punto de partida’, página 39 ‘El análisis de Juan A. Mackay’ y ss
7. Según los humanistas que buscan exaltar la capacidad del ser humano para trascender, Jesucristo fue un fracasado. Se considera que el norteamericano Phineas Parkhurst Quimby (1802-1866) es el padre del movimiento del pensamiento positivo. Este norteamericano fue influido por las enseñanzas del alemán Mesmer, basadas en su teoría del magnetismo animal, la fuerza o energía que liga a los humanos con el universo. Quimby fue influido por su conciudadano Ralph W. Emerson cuyo trascendentalismo afirma que Dios impregna la Naturaleza; lo que asimismo creen los panteístas. Con su teoría de que la mente tiene poder para sanar el cuerpo pronto tuvo seguidores por todas partes; Mary Baker Eddy, originariamente puritana y luego fundadora de la Ciencia Cristiana, fue una de ellos. El ‘pensamiento positivo’ permeó distintos niveles educativos de EE.UU. por más de 75 años y reapareció después de la Guerra Mundial II para convertirse en la base de la pedagogía del marketing. En esa línea aparecieron luego los pioneros del Counseling secular y el método de autoayuda tan en boga en los multimedios y en la literatura actual. Son los mismos que utilizan los predicadores de la prosperidad.
8. Mateo 26:41; Marcos 14:38; Juan 3:6; 6:63; Romanos 7:5, 18, 25; todo el capítulo 8; 2ª Corintios 7:1; Gálatas 2:20; 3:3; 5:17, 24
.
 

 


2
COMENTARIOS

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Respondiendo a

Sergio de Lis
04/12/2013
18:50 h
2
 
En bastantes predicaciones, he oído que el sermón del monte iba dirigido a los discípilos de Jesús; y creo que se debe a que en la Revisión de 1995 de la Reina-Valera -la que uso habitualmente-, el relato de acercarse los discípulos y comenzar a hablar Jesús, es frase ininterrumpida. Sin embargo, en la versión de la Biblia de las Américas -mi preferida-, esa acción de los discípulos se acaba con un punto y seguido. A continuación se relata el comienzo del sermón, que -es lo que parece más lógico- va dirigido a todos; los discípulos, aunque 'cerca' de su reciente maestro, forman parte del enorme auditorio, 'multitudes', a las que ya había predicado y sanado, en 'toda Galilea' y regiones de al
 
Respondiendo a Sergio de Lis

luis alberto
02/12/2013
16:57 h
1
 
Primero agradecer a Oscar por invitar a compartir estas Bienaventuranzas y en segundo lugar manifestar que es uno de los capítulos más importantes que han marcado mi vida cristiana. Antes quisiera decir que el Maestro empieza con muchos “discursos”, es decir, desde los capítulos 5,1-48; 6,1-34 y 7, 1,27 que es la “suma” de todo el cristianismo. San Gregorio de Nisa comentando estas Bienaventuranzas dice bellamente: “Lo mismo que suele acontecer al que, desde la cumbre de un monte alto, mira lo dilatado del mar, esto mismo le sucede a mi mente cuando desde la altura de la voz divina mira la inestimable profundidad de su contenido”.
 



 
 
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