Poner los cinco sentidos en alguna actividad significa cumplirla con meticulosa perfección.La máxima actividad que el ser humano tiene encomendada –aunque sólo fuese porque abarca y comprende todas las demás- es la de vivir y “Desde el Corazón” opino que si la cumplimos con tantas deficiencias (escribo de mí y de quienes puedan asimilarse) es porque no ponemos los cinco sentidos en vivir.
Los sentidos son los puentes levadizos a través de los que nuestras más o menos profundas moradas interiores se comunican con el mundo, incluyendo el de nuestros semejantes. Tales puentes, con desacertada asiduidad, en lugar de estar abatidos, sin obstáculos, para facilitar el paso de buenas sensaciones, están levantados, obstruidos para que nada entre del todo con plenitud y con comodidad.
No en vano el Maestro por excelencia, recordaba a sus discípulos, que la lámpara del cuerpo es el ojo: así que si el ojo era bueno, todo el cuerpo estaría lleno de luz, pero si el ojo era maligno, todo el cuerpo estaría en tinieblas. La visión llegaría pues al alma, tergiversada, y los obstáculos de los prejuicios, infectos celos, estrabismado orgullo, por mencionar unos pocos obstáculos, producirían tinieblas y así vemos la vida a rachas, nebulosa, sin visión; la saboreamos aprisa y sin regusto, que la oímos sin atención, que la olemos fruncidos y a distancia; que la palpamos como si quemara.
O sea, que
las taras del pecado, afectando todos nuestros sentidos, hace que vivamos a medias, que convirtamos en verdad la ominosa antífona gregoriana
“media vita in mortes sumus”que se traduce como
“en medio de la vida estamos en la muerte”y que se ha traducido a muchas otras lenguas, como en 1524, por
Martin LUTERO, como “Mytten wir leben ym synd”(ahora en el himnario
Evangelischen Gesangbuch) y por
Thomas CRANMER“In the midst of life we are in death”(cuya versión se convirtió en parte del servicio de entierro en el
Libro de Oración Común).
Pero
hoy “Desde el Corazón”, y pronto descubrirán que todo lo dicho anteriormente, es un pretexto para sacar del que enumeramos “quinto sentido” una práctica lección. Los otros cuatro están situados en lo que sin duda poseemos de más personal: la cabeza, y por tanto, nos parecen los más significativos, equilibrados, ecuánimes, competentes e informativos para nuestro ser interior; evidentemente sin tratar por ahora, la majestuosidad del espíritu.Pero
el tacto es como nuestra frontera toda, nos envuelve por donde quiera que vayamos. Todos hemos conocido personas sordas, ciegas, agéusicas y anósmicas, pero a la única gente sin tacto que podemos conocer es a la maleducada.
Gente queno tiene tacto.No me refiero ahora a ese natural y bello idioma mudo: el beso, la caricia, el amor que es tan hermoso como medio de expresión y tan honroso cuando es puro.
Me quiero referir a los
que tienen poco tacto, más concretamente a los que pasan sin tocar ni practicar las más elementales normas de urbanidad. Era asignatura en aquellos años, prácticamente obligada, conocer las reglas de urbanidad. En la actualidad prácticamente ha desaparecido de los planes de estudio.
Hubo un tiempo que en pasadas encuestas, allá por los 80 y los 90, levantadas entre la población joven, se preguntaba una lista de las cualidades más importantes que se había de transmitir a los niños. En 1994, la primera era “el sentido de responsabilidad”; en una segunda encuesta, a corta distancia, surgió la de los “buenos modales” y en ese tiempo, ya no se hablaba tanto de “honradez”; “gusto por el trabajo”; “cortesía” ni de la buena educación, cuya esencia es la simetría, el tacto, la delicadeza, el respeto. La cortesía, como el conducirse con tacto y delicadeza, surge de una entrega auténtica y de ceder voluntariamente al otro parte de nuestro poder, de nuestro placer y quizá de nuestra comodidad... de poco nos servirá ser las personas más cultas y correctas si estas cualidades no nos proporcionan la sensación de bienestar y paz que obtenemos al dar un poco de nosotros mismos.
Las fórmulas de cortesía son pequeñas frases hechas y utilizadas muy a menudo en nuestra vida diaria. Las mismas pueden ir acompañadas, en algunos casos, por gestos como una sonrisa, una leve inclinación de cabeza, un saludo con la palma de la mano.
El tacto social, cuyo mejor Maestro fue Jesús, debe considerarse como el más alto y más sublime grado de la cortesanía y cortesía que el cristiano debe manifestar en su vida, pues él supone un gran fondo de dignidad, discreción y delicadeza; y es por esto por lo que las personas de tacto son las que mejor conocen los medios de ocupar siempre en sociedad una posición ventajosa, las que tienen el don de agradar en todas ocasiones, las que se atraen en todas partes la consideración y el cariño de los demás, aquéllas, en fin, cuya compañía es siempre apetecida y siempre se echa de menos, porque son personas de muchotacto. Porque sólo se vive aquí una vez, hay que vivir con los cinco sentidos, y a éstos añadir las potencias del Espíritu.
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