Que en medio de la corrupción aparece la luz es evidente en muchos espacios de la Historia. Estamos en el siglo XVI, en aquella España, en Sevilla, con Constantino de la Fuente; con nuestra Reforma Española, y allí vemos mucho de nuestro presente; es más, lo vemos con mejor nitidez.
Nuestro presente aparece en su clara confusión, y corrupción, precisamente desde la luz de aquella situación del XVI, donde se vive la luz de la Escritura, en medio de la corrupción propia de la época. Se ve España ahora desde la perspectiva de otros países que favorecieron la Reforma, y que les reportó frutos de libertad social y la creación de una ética que se contrapone a la que surge en los dominios eclesiásticos de la Iglesia romana.
Se podría incluso declarar que si en España hubiera triunfado la Reforma, tendríamos otro país y otra historia. Eso es una verdad que requiere explicación en los que la proponen. Me temo que “Reforma” es un término equívoco en ese discurso. Parto de la convicción de que veremos los frutos de la Reforma Española en nuestro mapa actual; pero es evidente que no pocos de los que afirman las bondades de la “Reforma” tienen en mente una figura falseada.
Un líder evangélico, profesor de seminario, que ha escrito libros, cuya opinión tiene peso, en su madurez (no como desliz de inicios), afirmó públicamente, para explicar qué es la Reforma, que eso viene de la “protesta” que Lutero puso en sus tesis, que todas empiezan por “protestamos”, pues ya me dirán qué significado puede tener en su discurso (es solo un ejemplo). Otro puede decir, sin inmutarse, que la “Reforma” es la enseñanza del libre albedrío. Para otro ni siquiera es un problema la Reforma, que fructificase aquí o no, el problema es la expulsión de los judíos; si no los expulsan, todo bien. En fin, que convendrá aclarar conceptos.
En mi posición (con otros también, claro), España hizo una contrarreforma contra la Reforma Española. Ésa es la Reforma que aquí no triunfó; esa es la que triunfará; la que nuestro Redentor nos ha preparado. Una Reforma repudiada por el papado; repudiada por una buena parte del mundo evangélico actual.
Es una Reforma Española. En
Luz para el conocimiento de los gentiles, de Alonso de Oropesa, 1468, hay con mucho una mejor y más extensa exposición bíblica de la doctrina de la salvación, hay más Evangelio del Antiguo y Nuevo Testamento, que en todas las 95 tesis que clavó Lutero en 1517 (y que despertaron energías hasta provocar la Reforma Protestante), o en su previo comentario a Romanos. De esa circunstancia, de la conversión verdadera a la fe verdadera de judíos hispanos, tratamos en nuestro congreso hace unas semanas. Les indiqué unas notas sobre una de las conferencias la semana anterior. Se trataba del entramado financiero de los beneficios, esencial en la vida económica de la Iglesia romana.
Una buena cantidad de datos sobre este asunto puede encontrarse en Max. Barrio Gozalo,
El Clero en la España moderna, 2010, y
El sistema beneficial de la Iglesia española en el Antiguo Régimen (1475-1834), 2011. Pero el colocar esa investigación en la reflexión de Reforma Española se hizo en el congreso; ése es su especial valor. Es un ámbito donde todos aprendemos. (Algunas conferencias se colgarán en la web que ya indicaré.) Una nota: en esa misma intervención, el doctor Antonio J. Díaz hizo mención de la crítica de fray Paolo Sarpi (1552-1623) contra esos sistemas beneficiales. Existe esa obra en castellano. Pero también mencionó algo que me interesó especialmente; éste Sarpi puede encuadrarse dentro de un tipo de “Reforma” (me parece cercana a la nuestra, lo miraré más), y Venecia, con él, estuvo a un paso de convertirse en una república protestante. (Por supuesto, el Vaticano lo intentó matar; lo dejaron por muerto acuchillado, pero sobrevivió. Sus libros en el Índice; uno importante, sobre el concilio de Trento, donde rechaza el absolutismo papal y sus pretensiones.)
De esto se trata; en medio de la corrupción de ese tiempo surge la luz de esa Reforma Española, con la Escritura, toda la Escritura; con una ética de calificación absoluta del pecado y de la gracia, pero con una vivencia de tolerancia. Tenemos, por lo tanto, una situación hoy que merece reflexión. (Pienso en las declaraciones de César Vidal.)
A España no vino la Reforma europea (varias); pero realmente lo que pasó fue que expulsó a la propia, la quemó y persiguió a muerte. Pero esa Reforma nuestra sigue viva; para muchos evangélicos, sin embargo, es “cosa extraña”. No está en su discurso, no se ven en ella ni con ella.
Les pongo otra nota sobre el pasado congreso en la Complutense. Se trata de la conferencia del doctor José Luis Egío (UNAM) en la que nos dejó una mirada a los primeros momentos de la conquista y el deseo de algunos para que al Nuevo Mundo llevaran clérigos adecuados; que la corrupción propia de estas tierras no se llevara como “cristianismo” a aquéllas. Triunfó luego el peor modelo, donde se trasladó toda la corrupción y supersticiones a las nuevas tierras, y los ciudadanos propios se “convirtieron” a esas miserables fórmulas anticristianas, del anticristo. Pero que hubiera voces y miradas que estaban en contra, es muy ilustrativo. En ese modelo tenemos algo de sumo interés; algunas obras de nuestro Constantino (con el que estamos en estas reflexiones, y seguiremos, d. v., la semana próxima) se propusieron para uso en la evangelización, en la presentación del cristianismo. Queda constancia de que fray Juan de Zumárraga, el primer obispo de México, editó dos veces, 1545 y 46,
Doctrina Cristiana de Constantino (modificada en algunos pormenores no esenciales).
También hoy, en medio de la corrupción brota la luz, y vence.
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