Ya sé que llego tarde a escribir sobre esa idiotez del “Jalobuin”, pero voy a hacerlo porque, esta vez no es tanto “Desde el Corazón”, pues se ha apoderado de mí durante unas horas un placer perverso, el de preguntarme qué hace una humanidad tan culta como pretende, participando de la tontería del “Halloween”.
Este perverso placer, me apareció cuando leí en el boletín de la Iglesia Bautista de Zaragoza, unas estupendas frases:
“En esta casa no celebramos Halloween” porque, entre otras cosas, no queremos ensuciar nuestra casa con brujitas, fantasmas y emblemas satánicos” y me sonreí por dentro, y me imaginé unos niños, acompañados por sus botarates padres, disfrazados de brujos, pidiendo caramelos por las casas, pues si no, mandarían maldiciones a tal casa, decir a sus mayores: “papá vamos a otra casa que en esta no tenemos nada que hacer”.
Y disfruté del placer perverso y me puse a reír yo solo.
Porque vamos a ver. Que me expliquen el porqué de esta ridícula fiesta en una España que se dice Católica, que ya no es Celta, ni sus ciudadanos somos descendientes de los Irlandeses, ni tenemos comisión de los expendedores de fiestas mercantilistas “made in EEUU”, que si se pronuncian estas letras fuertes y sonoras casi dan miedo. Una fiesta que incluye la creencia de brujas, fantasmas, duendes, dráculas, monstruos, diablos de toda especie, calabazas… es decir, una ensalada mental.
Y, “Desde el Corazón”, siento unas terribles ganas de reírme –si no fuera tan triste‑ cuando pienso en estas manifestaciones, en los movimientos pacifistas que protestan contra las armas nucleares que van a destruir la humanidad, o los que critican una pobre cultura que arruinará la intelectualidad. ¡Pero si no hace falta!. ¡Pero si la humanidad ya está medio destruyéndose, desmedulándose, atontándose, enloqueciéndose, cloroformizada, brujerizándose, vuelta necia y vacía, como un cántaro seco, sustituido todo lo que era vida, virtud, valor, genuina fe, por esa festiva colección de mentiras con que nos distraemos y alimentamos y nos convencemos a nosotros mismos de que somos sabios y libres!.
¿Es que no es humanidad de brujas, el que con tal que nos divirtamos haya que aceptar que los niños al visitar las casas de los vecinos, exijan dulces a cambio de no hacerles daño? ¿Qué experiencia moral o cristiana queda en el niño que para “divertirse” haya usado disfraces de diablos, brujas, muertos, calaveras, vampiros y demás personajes relacionados con el mal y el ocultismo, sobre todo cuando la televisión y el cine identifican esos disfraces con personajes contrarios a la sana moral, a la fe y a los valores del Evangelio? ¿Con tales disfraces, ritos, macabros juegos, no estamos promoviendo en la conciencia de los pequeños que el mal y el demonio son sólo fantasías, un mundo irreal que nada tiene que ver con nuestras vidas y que por tanto no nos afectan? ¿Qué experiencia religiosa o moral queda después de tal estupidez?
Si aceptamos esas necedades y las tomamos a la ligera en “aras de la diversión” ¿qué diremos a los jóvenes –a quienes de niños les permitimos jugar al “Halloween”‑ cuando acudan a los brujos, hechiceros, médiums, echadores de cartas y el oscuro mundo del oscurantismo?
Escribo todo esto llorando. Bien que me veo como el niño que era raro que terminara una página de caligrafía sin echar algún borrón de tinta o de lágrima que emborronaba mis hojas, especialmente cuando mi madre no me dejaba ni hacerme un disfraz de brujo; ¡pero qué sabia era!
Ahora que escribo en ordenador ya no emborrono mis hojas, pero lloro por muy diferente razón, por esta humanidad de diablos, de brujos, de ciegos que prefieren la muerte como tema de diversión, y no la luz, la vida y la verdadera sabiduría cual es el mensaje de Dios.
Cierro aquí mi “Desde el Corazón”;
no puedo seguir escribiendo ante la triste idea de que me leerán los que prefieren lo fantasmal a lo real, lo diabólico a lo divino, la mentira y las tinieblas a la verdad y la luz. Y lloro porque los tales no entrarán en el Reino de la Verdadera Vida.
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