El filósofo francés Alberto Camus, Premio Nobel de Literatura en 1958, falleció en accidente de automóvil el 3 de enero de 1960. Había nacido en Mondovi, departamento de Constantina, en Argelia, el 7 de noviembre de 1913.
Este mes se cumplen cien años de su nacimiento. Con tal motivo Protestante Digital quiere honrar la memoria del ilustre ensayista, dramaturgo y novelista francés con una serie de artículos que analizan su persona y su obra.
Este es el primero de esta serie.
DOS FILÓSOFOS DEL EXISTENCIALISMO
Después de la segunda guerra mundial que se inicia en septiembre de 1939 con la invasión de Polonia por las tropas de Hitler y termina en agosto de 1945 con el crimen atómico en dos ciudades japonesas, Hiroshima y Nagasaki, surgen en Europa, concretamente en Francia, dos grandes filósofos, ambos Premios Nobel de Literatura: Juan Pablo Sartre y Alberto Camus. En sus libros, que fueron muchos, ambos autores apuntan la filosofía del existencialismo, dedicando miles de páginas a discutir los eternos temas de Dios, la fe y la existencia humana.
Motivos existencialistas se han querido encontrar en el pensamiento de Platón y Aristóteles. Pero el existencialismo verdadero, el existencialismo contemporáneo, nace en Europa en los albores del siglo pasado. Precursores de este existencialismo fueron, entre otros, el alemán Arturo Schopenhauer (1788-1860) y el danés Soren Kierkegaard (1813-1855), muy difundido en España por el filósofo Miguel de Unamuno.
Resulta difícil dar una definición del existencialismo. No es exactamente una filosofía ni una escuela. Es, ante todo, una actitud ante la vida. Una dimensión de la vida que no siempre cabe en la doctrina del Cristianismo.
Tanto Sartre como Camus fueron considerados en su día abanderados del existencialismo. Para mí, que he estudiado a los dos, hay profundas diferencias entre ellos.
El de Sartre es un existencialismo ateo.
El de Camus es un existencialismo esencialmente humano, una expresión de la crisis espiritual de nuestra época, un movimiento espiritual que tiene también manifestaciones religiosas, artísticas y políticas.
EL EXISTENCIALISMO ATEO DE SARTRE
El pequeño libro de Juan Pablo Sartre, EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO (1), pudo haberlo titulado EL EXISTENCIALISMO ES UN ATEÍSMO. Por mucho que mareemos sus obras en busca de una abierta declaración de fe en la Divinidad, el ejercicio resulta negativo. Sartre fue un filósofo ateo. El grito de Nietzsche hacia finales del siglo XIX, “Dios ha muerto”, lo repite Sartre en 1945 ante las ruinas de un París destruido por la guerra. El existencialismo de Sartre conduce a la desesperanza. “Aún cuando Dios existiese nada cambiaría. Al hombre no puede salvarle ni siquiera una prueba valedera de la existencia de Dios”, estampa en las páginas de EL EXISTENCIALISMO NO ES UN HUMANISMO.
EXISTENCIALISMO DE CAMUS, HUMANISTA TRAS LAS HUELLAS DE DIOS.
El existencialismo que proponía Camus carece de un fondo ateo. Es un existencialismo desprovisto de desesperaciones, de congojas, de náuseas y de absurdo. En uno de sus mejores libros, EL HOMBRE REBELDE (2), Camus denuncia la idea de la totalidad humana. El hombre no es señor de sí mismo. El hombre no es el centro de su propia humanidad. Un hombre desembarazado de Dios es un hombre solitario y sin amo. El existencialismo de EL HOMBRE REBELDE tiene dimensión de trascendencia. Toda vez que el motivo de este articulo es Alberto Camus, creo de justicia limitarme a su obra, ignorando a Juan Pablo Sartre y a otros grandes autores contemporáneos de Camus.
PERFIL BIOGRÁFICO
Para centrar al personaje creo imprescindible unas notas biográficas, que no pretendo sean completas, teniendo en cuenta lo mucho que hizo en pocos años de vida.
El padre del escritor, miembro de una familia originaria de Alsacia, ese eterno campo de batalla entre Francia y Alemania, se llamaba Lucien Auguste Camus. Quedó huérfano al cumplir un año y fue educado en un orfelinato protestante. Al abandonar el mismo se dedicó a humildes trabajos manuales y agrícolas. Murió en el campo de batalla, durante la primera guerra mundial, el 11 de octubre de 1914, cuando su hijo Alberto sólo tenía once meses de edad.
La madre, Catherine María Cardona, a su vez hija de José Cardona y Pons, procedía de una familia española originaria de las islas Baleares que emigró a Argelia. Alberto Camus sentía auténtica pasión por la madre, fácilmente identificable en varias obras del escritor, especialmente en EL EXTRANJERO.
Los biógrafos del premio Nobel concuerdan en que siempre proclamó el orgullo de sentirse español por el lado materno, que le era tan querido. Una de sus obras de teatro, EL ESTADO DE SITIO, desarrolla la acción en Cádiz, la tacita de plata de Andalucía, esplendor y prestigio de la España marinera. Pedro Laín Entralgo y Milagro Laín Martínez, traductores al castellano de EL ESTADO DE SITIO, afirman que los españoles debemos gratitud a Alberto Camus “porque decidió elegir a Cádiz como contorno teatral de su ensueño, de su gran esperanza, y porque en un mozo gaditano quiso encarnar la figura del héroe que con su muerte hará posible la realización histórica de ese ensueño y de esa gran esperanza”.(2)
Cuando Camus publica en 1948 la pieza teatral EL ESTADO DE SITIO, el filósofo y crítico literario francés Gabriel Marcel reprueba que sitúe la acción en España y no en un país del este de Europa, entonces bajo la dominación de la Unión Soviética. La respuesta de Camus es rápida y dura. Le dice: “Usted, cultivando el olvido, ya se preparaba para estar mal informado, porque olvida que las primeras armas de la guerra totalitaria se empaparon en sangre española. Olvida que en 1936 un general rebelde sublevó, en nombre de Cristo, a un ejército de moros para arrojarlo contra el gobierno legal de la República española. ¿Por qué España? Porque, como muchos otros, usted ha perdido la memoria. En mi obra de teatro tenía que decir cuál fue el papel de la Iglesia en España. Y si lo pinté odioso es porque a la faz del mundo, el papel de la Iglesia de España fue odioso”(3).
Continuando con sus perfiles biográficos, Alberto Camus se impone a la pobreza familiar, a las miserias del barrio donde residía y con una tremenda fuerza de voluntad, el joven Camus lee, estudia, observa. Sus compañeros de juego son los árabes del barrio. Con ellos recorre las calles de la ciudad y da largos paseos por las playas de Argel, donde la madre, viuda a los 25 años, se traslada en busca de mejores oportunidades económicas. En la capital de Argelia consigue terminar los estudios de bachillerato. Ingresa en la Universidad y actúa como guardameta del Racing Universitario de Argel. Una tuberculosis grave le obliga a dejar los iniciados estudios de Filosofía.
Camus no permite que la enfermedad le doblegue. El carácter es la energía sorda y constante de la voluntad. Camus lo sabe. Consigue un empleo como redactor en la prefectura de Argel. Como le queda tiempo libre en la oficina, lee y escribe. En Argelia publica sus dos primeros libros. EL REVÉS Y EL DERECHO y BODAS. Entra como redactor jefe en el periódico ALGER REPUBLICAIN, que dirige su amigo Pascal Pía. Con otro grupo de amigos, especialmente musulmanes, funda una compañía de teatro y estrena obras que él mismo escribe o adapta.
La fama de Alberto Camus llega a la metrópoli. París le llama. En 1940, cumplidos 27 años, se instala en la capital francesa. Entra de secretario de redacción en el diario PARÍS SOIR. Estalla la segunda guerra mundial y Camus se repliega con el periódico a Clermont-Ferrand. Forma parte del grupo de resistencia COMBAT. Regresa a París y vive en la clandestinidad. En 1942, en plena guerra mundial, publica dos de sus mejores libros: EL EXTRANJERO y EL MITO DE SÍSIFO. Aunque quiere pasar desapercibido, pronto se convierte en el escritor más célebre de Francia.
Tras la liberación de París el 24 de agosto de 1944, Camus se entrega en cuerpo, alma y mente a la tarea de escribir. Su profunda y original obra es reconocida mundialmente en octubre de 1957, cuando la Academia sueca anuncia la concesión del Premio Nobel de Literatura a Alberto Camus “por su importante producción literaria, que ilumina con seriedad y clara visión los problemas de la conciencia humana de nuestro tiempo”.
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1. Juan Pablo Sartre, EL EXISTENCIALISMO NO ES UN HUMANISMO, Editorial Sur, tercera edición, Buenos Aires 1973.
2. Pedro Laín Entralgo y Milagro Laín Martínez, ESTADO DE SITIO, Alianza Editorial, segunda edición, Madrid 1976.
3. Alberto Camus, OBRAS COMPLETAS, Alianza Editorial, Madrid 1996, tomo II, págs. 771-773.
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