Hoy he leído algo que me obliga a escribir del Protestantismo y los protestantes evangélicos de España.
El país de más talento natural de Europa. El anhelo del gran Saulo de Tarso. La tierra que ha impregnado su belleza en la palabra y en el gesto. De Séneca a Goya, de Velázquez al preciosismo de todos sus escritores y poetas, de Cipriano de Valera y Casiodoro de Reina, de Cervantes a Juan Ramón Jiménez.
Puerta abierta de los navegantes y descubridores: de Colón a Hernán Cortés. Ingenioso pueblo que ha enriquecido el lenguaje con voces nuevas y ricas lenguas.
Cristiana desde que el Senador Pablo sembró el Evangelio en tierras de Tarraco. Y me faltarían muchas páginas de “Desde el Corazón” para llenarlas de corrido de nombres que influyeron en la Música, la Escultura, la Música, la Filosofía, la Teología, la Arquitectura la Ciencia y de gentes humildes que recrearon el talento, que saben trabajar el campo y el mar y llevar la sonrisa en el rostro ante las adversidades.
Hoy he leído un texto que me ha producido estupor y repugnancia. Textos de un desconocedor profundo –aunque en otros textos parezca lúcido e inteligente-de lo que es el Protestantismo Evangélico y lo que representa. Me estoy refiriendo a textos del admirado por muchos, Jaime Balmes.
Éste en su artículo “El Protestantismo comparado” escribió ripios como estos: “El principio esencial del Protestantismo es la negación total de toda autoridad religiosa, o, en otros términos, el espíritu privado, examinándole en todas su facetas, en todas sus épocas, en su nacimiento yen su desarrollo, le hallaréis vacío en todo, sólo constante en la resistencia a la autoridad. Es decir, que en su elemento constitutivo es un principio disolvente”.
¡Vaya con el monje!; ¡qué pavoroso desconocimiento! Cuando los elementos constitutivos del Protestantismo son los sólidos cimientos de la “Sola Palabra”; “La Sola Gracia” y “La Sola Escritura” y el concepto de salvación es la disposición del corazón rebelde a una “Rendición”, bien explicada por Pablo, cuando expresó: “Señor ¿qué quieres que haga?”, de ahí una conversión de obediencia a Dios y asunción de Su Palabra como la norma de fe y práctica.
Sigue el monje de Vic (Barcelona) despotricando del “Protestantismo”: “Con solo una mirada al Protestantismo, ora se le considere en su estado actual, ora en las varias fases de la historia, ‘es’ con suma dificultad que se pueda encontrar en él nada de constante,… por-que incierto en sus creencias… las modifica de continuo y las varía de mil maneras, vago en sus miras, y…”
Un texto el de don Jaime insulto para él mismo, manifestando un desconocimiento de superlativa ignorancia y un reconocimiento de inferioridad desoladora. Pues de conocer el Protestantismo Evangélico, vería que las doctrinas del Credo Niceno, bien Evangélico, no se han cambiado en nada, las modificaciones han sido de formas no de doctrinas básicas, pues las mantiene en la más pura esencia a la doctrina de los Apóstoles, no como el Catolicismo Romano Balmesiano de su tiempo y el de ahora que no sólo no sigue las doctrinas bíblicas, sino que ha añadido a su antojo, políticas y ensoñaciones de Papas incultos, doctrinas que no tienen el mínimo aserto en las Sagradas Escrituras.
Aún se hunde más don Jaime en su abismo de desconocimiento, pues afirma: “… si se quiere atacar al protestantismo en sus doctrinas, no se sabe a dónde dirigirse, porque no se sabe nunca cuáles son estas y aún el propio lo ignora, pudiendo decirse bajo este aspecto el Protestantismo es invulnerable, porque invulnerable es lo que carece de cuerpo…”
¡Qué curiosa y filosófica afirmación!, en cuyo caso le recordaría al filósofo una frase de uno de los obispos de preferencia, el de Meaux quien escribió: “¡Tú varias, y lo que varía no es la verdad” y para varios desvaríos doctrinales, Roma se lleva la palma.
El autor de estos pobres escritos y argumentos, de seguro no conocía que el Protestantismo, se ha nutrido, se nutre y seguirá nutriéndose de un libro tesoro de un pueblo, adonde han ido a beber su divina inspiración los grandes teólogos del mundo, poetas y mártires, sobre el cual se han enseñado las sagradas doctrinas y los más altos valores éticos y sociales y en el cual han aprendido las Iglesias Cristianas a levantar los corazones y arrebatar las almas de las tinieblas con sobrehumana y poderosa Gracia, sin el mercantilismo ceremonioso y supersticioso de Roma. Ese libro es la Biblia, el libro por excelencia.
Sagradas Escrituras, que deben sus versiones en latín, castellano, valenciano y catalán con fechas anteriores al siglo XVI, y que no deja de ser significativo que hasta el siglo XI no se produce la sumisión de la Iglesia Cristiana de España a la de Roma, contando incluso con la oposición de la “voluntad de los cristianos de Castilla” ¡Más de mil años de independencia en su gobierno!, recomendando este que escribe “Desde el Corazón” que se consulten las Actas de los Antiguos Concilios españoles.
Así que como un principio de noble interpretación, es, que la genuina Iglesia de Cristo, no es la que arregla su fundamento en su inventada historia de la Historia, sino la que puede demostrar que sus doctrinas de hoy, son las mismas que siguieron los primitivos cristianos.
Así que hoy vuelvo a decir: “Desde el Corazón”, Protestantismo Evangélico, te amo.
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