Mil veces mejor sustantivo común que pronombre indefinido. A ver. Sustantivo es lo que tiene “existencia real, independiente, individual” (DRAE) –“real y efectiva”, añade Casares–.
Por ejemplo,
canasta. Pronombre es la clase de palabras que hace las veces del sustantivo. Cuando es indefinido, “vagamente alude a personas o cosas o expresa alguna noción que cuantifica” (DRAE). Por ejemplo,
algo. De donde, tal como avanza la vigésima tercera edición del DRAE, en la que este artículo aparece enmendado, el pronombre indefinido
algo “designa lo que no se quiere o no se puede nombrar”:
canasta.
Viene este excurso inicial a cuento de la definición que de la voz apología ofrece el DRAE: “Discurso de palabra o por escrito, en defensa o alabanza de alguien
o algo”. Prefiero la definición de Casares: “Escrito en defensa o alabanza de personas
o cosas” –los subrayado son míos–.
Cosa es “todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta” (DRAE).
De nuevo Casares afina más: “todo lo que tiene existencia corporal o espiritual, real, abstracta o imaginaria”.
En la foto Una canasta en Mongolia, obra de ese gran fotógrafo español recientemente desaparecido que fue Paco Elvira, la canasta es el elemento central de la imagen. No es ningún
algo anónimo, sino
cosa de la que la foto registra cumplida y exacta evidencia, su inapelable existencia, cierto que como cuerpo físico inanimado, pero espiritualmente vivo, estratégico, referencial en la escena:
la canasta que se dispone a recibir el enceste del balón impulsado por uno de los niños en plena estepa mongola.
No cumple de lleno la ortodoxia del reglamento del baloncesto la canasta dispuesta sobre dos postes –el recuadro negro central del tablero donde está fijado el aro de la canasta ha de ser rectangular, no cuadrado–, pero este error añade más tensión a la escena, al estrechar más la meta hacia la que los chicos impulsan el balón.
El silencio que se palpa del entorno natural –el paraje yermo de la estepa– y la mecánica quietud del juego de la canasta de dos gruesos postes contrasta con la impecable estampa de ordenadísima acción de los chicos tras los dos líderes: el pívot del combinado A que ha lanzado el balón, a la izquierda, con la mano derecha todavía levantada tras haber lanzado el balón, y el pívot del combinado B en labores defensivas que espera el rebote con ambas manos en alto, mientras el base de uno y el alero del otro combinado hacen piña en el lance a la espera de cómo se resuelva el lance.
La escena es todo un poema de la ilusión que el esfuerzo humano es capaz de generar en las circunstancias más adversas. Una simple pelota es capaz de transportar a un niño al escenario de sus sueños.
La divisa
Mens sana in corpore sano es mucho más que un simple aforismo latino; se convierte, con la ayuda de una simple pelota y un tablero de baloncesto, en la fábrica de sueños de unos chavales cuya cosmovisión, en 1979 en la Mongolia esteparia estaba drásticamente limitada entre la inmensidad de la árida llanura de la tierra y la inmensidad de la inalcanzable lejanía del cielo abierto.
Zapatillas, camisetas, pantalón corto… probablemente nada supieran los chicos de la foto del ritual de la equipación deportiva. Plantada en medio de la estepa sin el menor aditamento de demarcación del campo de juego, la canasta, concretamente el aro, es la meta, la pelota el objeto mágico del deseo y la red el testigo del éxito cuando se mueve agitada al ser atravesada por el balón cuando encesta.
De este fotón, una de mis fotos preferidas, tengo escrito esto*:
“[…] La primera impresión de la foto es la mezcla de la resuelta verticalidad de su construcción formal y la acendrada elegancia que desprende. Una primera impresión visual física, mensurable, y una subsiguiente virtual, sobreentendida. Perfecto. Con una economía espartana de elementos, Paco Elvira nos presenta un poema visual concentrado en la imagen del instante decisivo al tiempo que nos sugiere una atmósfera muy particular en la que cabe desde la belleza de la composición de la foto-objeto hasta el estado de ánimo del observador-sujeto. Una obra de arte. Lo dicho: un
fotón.
¿Una alegoría acaso del fatal desenlace de la feroz escalada del calentamiento global, la revancha climática y la crispación de la otra, en el paisaje de la actualidad de nuestros días?
En este sentido, el grupo de chicos de la foto de Paco Elvira representa la esperanza en los resortes más íntimos de humanidad valiente de los hombres libro/hombres libres de Fahrenheit 451 resueltos a salvaguardar la esencia de la que están formados los grupos que alcanzan la categoría de equipos: la amistad.”
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Un canto a la amistad de Paco Elvira(Manuel López, Periodistas en Español, 1 de abril de 2013
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Próximo artículo:
Apología de la pelota
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