Peter Brook, afamado director de cine, de nacionalidad británica, autor de películas como MARAT-SADE, LA ALONDRA, CARMEN y otras que fueron motivo de encendidas polémicas, estuvo en Sevilla el pasado mes de febrero. Motivo: montar en el teatro Lope de Vega una nueva versión de EL GRAN INQUISIDOR, leyenda que ocupa el capítulo cinco en la célebre novela de Dostoyevski LOS HERMANOS KARAMAZOV.
El Gran Inquisidor manda encarcelar a Cristo cuando el Señor vuelve a vivir entre los hombres. Le reprocha haber establecido modelos imposibles y haber ignorado las necesidades materiales.
Fiodor Dostoyevski, uno de los novelistas rusos más universales, con una profunda influencia en la narrativa rusa posterior, nació en Moscú en 1821 y murió en San Petersburgo sesenta años después. Escribió su primera novela, POBRE GENTE, cuando sólo tenía 20 años. No tuvo una vida fácil. Acusado por la policía del Zar Nicolás de participar en un complot político, fue condenado a muerte en 1849. Justo en el momento de la ejecución le fue conmutada la pena por la de trabajos forzados en Siberia.
En 1859 se autorizó su regreso a San Petersburgo. Una vez en libertad plena se dedicó de lleno a la literatura. Publicó dos obras basadas en sus experiencias como presidiario, RECUERDO DE LA CASA DE LOS MUERTOS y MEMORIAS DEL SUBSUELO. No obstante sus éxitos literarios, Dostoyevski siempre vivió en dificultades económicas. No porque sus editores le regatearan el valor material del trabajo, sino, según es fama, porque todo lo gastaba en casinos, mujeres y borracheras. Acosado por sus acreedores decidió abandonar Rusia y viajar por varias ciudades europeas: Dresde, Hamburgo, Baden-Baden, en cuyo casino se le veía con frecuencia, Ginebra, Florencia.
La publicación de LOS ENDEMONIADOS le proporcionó el suficiente dinero para regresar a Rusia.
A partir de esta segunda etapa en su país escribió obras que siempre serán leídas por los amantes de la buena literatura. Obras, como en ocasiones se escribe, inmortales. Además de LOS HERMANOS KARAMAZOV y otras ya mencionadas, nos dejó joyas literarias como HUMILLADOS Y OFENDIDOS, CRIMEN Y CASTIGO, DEMONIOS, EL IDIOTA, DIARIO DE UN ESCRITOR y otras que alargarían esta relación.
En la generosa introducción (86 páginas) que el académico Rafael Cansino Assens, traductor de las Obras Completas directamente del ruso y publicadas por la Editorial Aguilar en tres tomos, donde se explica su vida y su obra, el ilustre literato dice que Dostoyevski “es un caso de olor de santidad literaria… Dostoyevski es siempre actual, y siempre el crítico y el exégeta encuentra algo nuevo que decir acerca del enigma que nos plantea la vida del novelista”.
Al tratar de EL GRAN INQUISIDOR, dice Dostoyevski: “Mi poema se desarrolla en España, en Sevilla, en la época más horrible de la Inquisición, cuando para honra de Dios, en aquellas tierras ardían diariamente las hogueras y en magníficos autos de fe quemaban a los herejes”.
En el juego secreto del novelista Cristo decide bajar otra vez a la tierra: “Desciende sobre el ardiente suelo de la meridional ciudad, en la que, con toda intención, la víspera misma, en magnífico auto de fe, en presencia del rey, de la Corte, caballeros, cardenales y las más altas encantadoras damas, ante el populoso gentío de toda Sevilla, habían sido quemados por el cardenal inquisidor mayor, de una vez, cerca de cien herejes, para mayor gloria de Dios”.
Cristo llega a Sevilla y se presenta ante la multitud, que de inmediato lo reconoce. “El pueblo, con fuerza irresistible, corre hacia Él, lo rodea, se apiña en torno suyo, lo va siguiendo. En silencio pasa Él por entre ellos con una mansa sonrisa de dolor infinito”.
El Gran Inquisidor lo presencia todo: Dostoyevski pone en sus labios palabras terribles contra Jesús. Es un discurso largo. Corrige la obra de Cristo. Considera que los hombres son demasiado débiles para vivir según sus mandamientos. Dice a Cristo que quiere para los hombres un amor libre, pero objeta que “para la grey humana no hay mayor carga que la libertad”.
Y de ella, de la libertad, priva a Cristo, mandando que lo encarcelen. “Los guardias conducen al preso a un estrecho, sombrío y abovedado calabozo del antiguo edificio del Santo Tribunal, y allí lo encierran”.
El anciano Inquisidor acude con un farolillo donde se halla el preso y, exasperado, le interroga y amenaza: ¿Por qué has venido a estorbarnos? Porque has venido a servirnos de estorbo y harto que lo sabes. Pero ¿sabes lo que va a pasar mañana? Yo no sé quién eres Tú, ni quiero saberlo. Eres Él o sólo una semblanza suya; pero mañana mismo te juzgo y te condeno a morir en la hoguera como el peor de los herejes. Y ese mismo pueblo que hoy besaba tus pies, mañana, a una señal mía, se lanzará a atizar el fuego de tu hoguera”.
Dostoyevski documenta esta escena en el juicio al que fue sometido Cristo por los líderes del Sanedrín judío y los gritos de la multitud a la pregunta de Pilato, pidiendo la crucifixión de Jesús. La barbarie se repite quince siglos después.
Un cardenal de la Iglesia católica decide quemar a Jesús por hereje. ¿Extraño? ¿Sacrílego? ¿Imposible? No andaba lejos de la verdad el escritor ruso.
La leyenda de EL GRAN INQUISIDOR concluye a la manera de Jesús: Dulcemente se acerca al anciano inquisidor, “lo besa en sus exangües nonagenarios labios” y el inquisidor se estremece. Abre la puerta de la prisión y le dice: “¡Vete y no vengas más! ¡No vuelvas por acá! ¡Nunca, nunca! y le suelta en la oscura, cálida ciudad”. El beso de Jesús le quema al inquisidor en el corazón, pero sigue aferrado a su anterior idea.
No sólo la Iglesia católica. También otras religiones salidas del Cristianismo echarían a Cristo si este decidiera volver hoy. Le urgirían que se fuera de entre ellos para que no viera las ignominias que cometen en Su Nombre.
En las páginas de EL GRAN INQUISIDOR se dan planteamientos teológicos, religiosos, morales y espirituales de altura. Dios es el personaje central del drama. La fe, el pecado, el sufrimiento humano están concentrados en el texto.Como lo afirma Robert L. Belknap en THE STRUCTURE OF THE BROTHERS KARAMAZOV, toda esta famosa novela plantea la búsqueda de la fe en la vida agónica de Dostoyevski. El autor ruso persigue la auténtica esencia del Cristianismo. En las largas conversaciones que el escéptico Ivan sostiene con el creyente Alioscha trata de convencerlo de que los hombres son incapaces de comprender el mensaje de Cristo, por lo que no son responsables de su modo de vida. Están satisfechos cuando los gobierna la autoridad, el milagro y el misterio. Alioscha cree que este planteamiento es una deformación del pensamiento cristiano. Y se rebela.
En ESPÍA DEL MUNDO, Giovanni Papini sostiene que el mundo siempre ha esperado un Salvador. Y da una serie de nombres que van desde Platón a Nietzsche, para añadir de inmediato: “¿No puede darse el caso de que en la espera de tantos salvadores se haya olvidado del Único que podía y pudo salvarles?”.
Este fue el auténtico drama del hombre que hasta hoy está considerado como uno de los más grandes en la historia de la literatura universal: Fiodor Mijailovich Dostoyevski.
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