Las lecturas se realizaron en el Colegio Mayor Fonseca de la Universidad de Salamanca, con una recepción oficial previa, ofrecida por el Ayuntamiento de Salamanca a los participantes del Encuentro y, especialmente, a los galardonados con el Premio Jorge Borrow de Difusión Bíblica 2013, que este año recayó en José María Martínez, José Grau y Pablo Wickham.
Ya hemos publicado los poemas de José Amador Martín, Juan Ángel Torres Rechy, Araceli Sagüillo, Soledad Sánchez Mulas, Elena Díaz Santana, José Antonio Valle Alonso, Gloria Sánchez, Verónica Amat y Juan Carlos López Pinto.
Ahora toca el turno de Fray Luis de León, José María Muñoz Quirós y José Pulido:
LUIS DE LEÓN(1527-1591). No es necesario un anuncio de neón para constatar que por Salamanca, por esta ciudad de la meseta, relumbra, noche tras noche de estío o invierno, la figura indomeñable de ese Poeta nacido en Belmonte (Cuenca) y muerto en un pueblo abulense de eufónico nombre: Madrigal de las Altas Torres. Pero Salamanca fue (y será) la ciudad-patria de Luis de León: aquí blindó solo con Dios su novicio corazón; de aquí nadie ni nada podrá desarraigarlo: Salamanca como navío de piedra para atravesar milenios y desdoblarse en infinitos; Salamanca como bastión donde resistir el asedio de los jíbaros ataviados con otros atuendos.
Su entereza ante conjuras y encierros (1572-1577) hace que tampoco a nosotros puedan rompernos la esperanza. Oigámoslo, conviene hacerlo: “No siempre es poderosa, / Carrero, la maldad ni siempre atina/ la envidia ponzoñosa, / y la fuerza sin ley que más se empina / al fin la frente inclina;/ que quien se opone al cielo, / cuanto más alto sube, viene al suelo”.
Es el Poeta siempre a contracorriente, exponiéndose a nueva cárcel aún después del
“Dicebamushesterna die…”, fiel al original hebreo de parte de la Biblia, traduciendo al castellano, verso a verso, el Cantar de los Cantares o el Libro de Job… Y tras de sí, Horacio y Virgilio, Salomón y David, Petrarca y el Bembo, Píndaro y Eurípides: magníficos ancestros suyos en esto de la alta Poesía, sea sagrada o profana, pues todo converge en el Misterio de cuyos pezones lactan los poetas.
El precioso poema que ahora publicamos, dedicado al Señor, está incluido en el volumen titulado Decíamos Ayer, antología del XVI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que este año rindió homenaje al Fray Luis perseguido por la Inquisición.
Este poema fue declamado por
José María Sánchez Terrones, destacado rapsoda salmantino.
EN LA ASCENSIÓN
¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos,
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?
Aqueste mar turbado
¿quién le pondrá ya freno?, ¿quién concierto
al viento fiero, airado?;
estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?
¡Ay nube envidiosa!:
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!
JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS(Ávila, 1957). Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, catedrático de Lengua y Literatura de Enseñanza Secundaria y tutor de Literatura y Crítica Literaria del Centro Asociado de la UNED de Avila. Poeta y crítico literario. Autor de veinte libros de poesía, y de la antología Quince años noes nada.Entre esta producción destacan libros que han obtenido diversos premios nacionales e internacionales: Jorge Manrique, Tiflos, Ateneo de Salamanca, Gredos, Accésit de Adonais, San Lesmes Abad, Fray Luis de León, Gil de Biedma y San Juan de la Cruz, entre otros. Es presidente de la Academia de Juglares de Fontiveros. Miembro de Número de la Academia de Poesía de Castilla y León. Coordinador de Literatura de la Institución Gran Duque de Alba. Ha publicado entre otros: Enuna edad de voces, El sueño del guerrero, La estancia, Ritual de los espejos, Ávila desde la noche, Celada de Piedra, Material reservado,Cuaderno de invierno oLa única semilla.
PRESAGIO DE UN DÍA GRIS
Alguien me pone el horizonte
como inmenso silencio.
Levanto la persiana, y hay luz.
A lo lejos, un sueño de vencejos
ha iniciado su vuelo, negro y rosa,
y la incógnita azul de cada nube
atrapa la mirada. Me saluda
la sombra tibia de los sauces,
y el surtidor de lluvia de esta hora
limpia mi sed. No estoy
de buenas: algo se extiende
como breve caricia entre mis manos
cuando rozo las cosas. ¿Qué mantiene
intacta la pureza de la vida
cuando siento caer, gota de niebla,
sobre mi voz el tiempo? Salgo. Intento
palpar el empedrado de las calles
con otra suavidad, con otra libre
pisada clara y nueva. Alguien
pone la zancadilla en la primera
esquina de las nueve. Tomo café
con leche; rápido me inclino
a recoger mi sombra repartida
por los rincones de la luz. No queda
nada: tal vez los pantalones
han revestido mi existir, y asumen
mis piernas al andar,
corren conmigo veloces a la búsqueda
final de esta jornada me dan toda
su carcajada de cristal y noche.
Los comercios se duchan y bostezan.
¿Quién me levanta en su tristeza
y vive conmigo en este instante? ¿Por qué habita
mi ser este desvelo de una mañana azul?
¿Qué puedo hacer para sentir cumplido
todo el color del día y que amanezca
de distinta manera en el presagio?
Nos fue dado el vivir con esta duda,
sin saber por qué un leve
sacudimiento mata, sin conocer la frágil materia
de las horas. Ignorar
hasta dónde puede un instante solo derrumbar
un destino. Triste mano
la que acaricia y roza
lentamente y destruye. Triste beso
el que deja en la boca un veneno imposible. Triste
resurrección de luna toda
cuando eclipsa la luz y se oscurece.
El despacho es más gris que una caricia
sin deseo y sin fuego. La ventana
se recorta en tejados poderosos
y sólo un humo claro nos dibuja
la duda de este instante. Van cayendo
las horas como ramas en la poda
de un árbol infinito. Voy de nuevo
al inocente rumbo de las cosas
perdidas por las calles, cinceladas
de veneno y de piedra. Doy la mano
al primer enemigo. A toda prisa
cruzo el semáforo y saludan
mi corazón en verde. Paro. Miro.
Nadie conoce ese dolor tan rojo
que ha producido su paso, la indecisa claridad
del azul hoy diluido
desde que amanecí sobre el presagio
de un día en los umbrales. ¿Quién anida
tan fuerte en la mirada que me ciega insaciable
rutina en mi camino?
JOSÉ PULIDO NAVAS(Jaén, 1958). Poeta y periodista. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Autor de poemarios como
Viejos Rituales (1989),
La Ciudady la Reina (2000),
El Corazón Disperso (2006) y
Movimiento Circular (2006, Premio Internacional de Poesía Rafael Morales). Ha participado en proyectos e iniciativas literarias como
Las palabras de la Tribu (2006), el encuentro de poetas Ávila-Navarra (2007) y el Recital Homenaje a Juan Ramón Jiménez (2008). También ha sido poeta invitado a los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que se celebran en Salamanca. Es colaborador de la Revista Literaria
El Cobaya (Ávila) y
Álamo (Salamanca) y acaba de obtener el Premio de Poesía San Juan de la Cruz.
EL MAESTRO
…Un discípulo le preguntó al Maestro.
Había nacido entre nosotros, la tierra
le hizo solitario, hermoso como la montaña
donde nacen el hierro, la tormenta y el río.
Quemaba en sus ojos un fuego
que devasta la coronación del soberbio
y la complacencia de su corte,
el salto mortal de una pregunta
sobre la paz del pan y del cuchillo
que lo despedaza y lo reparte.
-¿Pero acaso quien siente a Dios no es sabio?-
No podrás vivir sin el payaso, sin el santo y la fiera
que se confunden y devoran,
sin el deseo implacable de la vida
que va desde el barro a las estrellas
como un viento impetuoso
que nadie sabe de dónde viene
y nadie podrá nunca seguir.
Conocerás el silencio de Dios, su espada
más terrible, la herida
que solo entre los hombres puede ser respuesta,
la música que escapa al instrumento...
Llegó el discípulo al torrente que esculpe
con el agua la constante belleza de su huida.
Afilado cristal, el aire descendía por las vertientes
de la luz y al mirarse en el agua, sus espejos
se rompían en un mundo deslumbrado.
La imagen serena del Maestro vio
reflejada en todos sus fragmentos.
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