Matías Preiswerk es alguien con una presencia de larga trayectoria en América Latina. Junto a Daniel Schipani ha sido uno de los exponentes más serios y críticos de la educación cristiana, y también de la educación teológica. Uno de sus trabajos pioneros, Educar en la palabra viva. Marco teórico para la educación cristiana (Celadec, 1984), es un auténtico clásico en este campo, el cual ha demostrado conocer en profundidad como parte de un proceso de inculturación del cual da testimonio esta nueva obra. Su propósito es demostrar la necesidad de desmontar y refundar la educación teológica para que responda a los desafíos actuales.
Raúl Fornet-Betancourt lo expresa muy bien en su prólogo:
…su obra no estudia explícitamente la cuestión de la transformación paradigmática en la historia de la teología; pero sí nos ofrece una ilustración ejemplar de un caso concreto de eso que he llamado la particular historia de las transformaciones de la teología, al analizar cuidadosamente la crisis actual de la educación teológica en sus causas teóricas, contextuales, personales e institucionales; y proponer una perspectiva metodológica para una nueva orientación de la misma. […] (p. 17)
es mérito de los análisis del autor al respecto poner de manifiesto que no se trata de una crisis de “formas” ni de simples desajustes estructurales o funcionales sino que debe ser considerada y afrontada como una crisis de fundamentos y que, para una reflexión teológica que quiera estar a la altura de esta su propia crisis, requiere, por tanto, la voluntad profética de rehacer el edificio desde los cimientos mismos. (p. 18)
Su “carta abierta” es una lección de honestidad, perplejidad y búsqueda de nuevos caminos. Y aunque desde allí es posible percibir todas las cosas en las que uno puede estar de acuerdo con él, no necesariamente se desboca y aguarda el turno para que la lectura enamorada permita ahondar, poco a poco, en la problemática de esa amante singular: la educación teológica latinoamericana. Su resumen vital es contundente y cercano:
Tuve el privilegio de lanzar, construir y dirigir iniciativas e instituciones de índole variada: en los años setenta, un programa de formación cristiana para los colegios metodistas de Bolivia que fue implementado después en algunos otros países de América Latina; en los años ochenta, el Centro de Teología Popular, un espacio ecuménico de reflexión y de producción al servicio de agentes de pastoral comprometidos con comunidades populares; en los noventa, el Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología, un espacio de formación teológica al servicio de diversas iglesias y en busca de una Teología intercultural; últimamente, una consultora al servicio de diversos actores que intervienen en la et en la región. Así tuve el privilegio extraordinario de enseñar y aprender en casi todos los países de América Latina y del Caribe. (p. 22)
Estamos ante un libro abrumador, por su extensión, por su visión y por las cosas que es capaz de decir.
Abruma porque dice rotundamente la verdad, y porque en los corrillos y pasillos de las iglesias y seminarios se han repetido miles de veces las cosas que su autor expone sistemáticamente, a saber:
a)que el modelo de educación teológica heredado ya es obsoleto,
b) que no se puede vivir de la teología, es más, que nunca se ha podido vivir de ella,
c) que ya no podemos creernos el cuento de que hemos estados formando pastores: no sabemos ya qué “perfil de egresados” estamos manejando y desarrollando
d) que existen relaciones problemáticas entre las instituciones de Educación Teológica (ET) y las iglesias
e) que la ET vinculada a “pastores rentados” ha sido una constante,
f) que la ET es poco sostenible y, más aún, poco sostenida,
g) que la amplia oferta de ET es muy fragmentada y, la mayoría de las veces, de escasa calidad,
h) que, al parecer, nunca se alcanzará el sueño del reconocimiento oficial, aunque los intentos han sido muchos, pero poco consistentes, y que, entre otras cosas,
i) por doquier hay desencantamiento y en ocasiones se vislumbran formas de reencantamiento.
Todas estas aseveraciones, anunciadas desde el principio del libro, van siendo demostradas con casos concretos, aunque pocas veces se habla de otras instituciones, excepto el Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología (ISEAT), en Bolivia, en cuyo origen ha trabajado el autor.
La no mención de otras instituciones es para no herir susceptibilidades pero, sobre todo, para ampliar el horizonte de análisis y así canalizar las opciones de desarrollo de la ET en el continente.
La estructura del libro es todo un desafío para la lectura atenta, preocupada y deseosa de valorar alternativas: se traza un mapa de la ET, de sus representaciones y territorios, de los actores, espacios y relaciones, así como de las prácticas, las ofertas y los programas.
A la manera de
Rayuela, de Julio Cortázar, propone al lector un acercamiento personalizado según sus intereses y aficiones. Las posibilidades de lectura que ofrece están pensadas para ir rápido a lo que realmente sea de interés urgente o con mayor tiempo para el análisis:
– si busca un intento de et intercultural, iniciará la lectura por el capítulo iii;
– si, al contrario, desea comenzar por el nudo teórico, leerá primero el capítulo IV;
– si su interés está relacionado primeramente con el contexto y la crisis de la et, partirá del capítulo I;
– si desea ampliar la visión de la et con otras maneras de concebirla y practicarla; partirá del capítulo II;
– si quiere entrar a la et por puertas específicamente teológicas o pedagógicas, ingresará por los Capítulos V o VI respectivamente;
– si busca inspiraciones para la refundación de la et, irá directamente al VII. (p. 31)
Las observaciones son contundentes acerca de esa rara avis que sigue siendo la “formación de pastores”,propósito que muchos siguen viendo como el principal a la hora de enseñar teología, pero enfrentando múltiples obstáculos:
Contrariamente a lo que pasa en los campos relacionados directamente con las profesiones ligadas al mercado y a la competencia corporativa, donde los gremios respectivos se ocupan de velar por las exigencias o estándares de calidad por ellas fijados, en el campo teológico el control y los criterios están por lo general ausentes particularmente a nivel internacional. A pesar de lo que emprenden las instancias regularizadoras mencionadas se puede observar que los mercados universitarios, tanto nacionales como mundiales, están desregularizados y que, en esa lógica, el valor académico de un título es cada vez más relativo. Si se añade a esto la atracción que sigue ejerciendo Estados Unidos en América Latina, se entiende mejor cómo ciertas ofertas de estudios de posgrado, ligadas más a imposturas académicas y económicas que a una formación sólida y fundamentada, encuentran clientes. (p. 85)
Acerca de dicha formación y sus relaciones no siempre armónicas con el “poder eclesiástico”, Preiswerk no filosofa ni expone sus anhelos o ilusiones, pues aterriza en la realidad, tal como es experimentada en la mayor parte del espectro evangélico, y señala, con profundo conocimiento de causa:
En el panorama religioso latinoamericano contemporáneo ha dejado de ser evidente la relación entre el nivel de formación teológica y el acceso a los puestos de mayor poder eclesiástico. De hecho en muchas iglesias emergentes el carisma, el don de sanación, el éxito numérico de la congregación local, la prosperidad o el poder económico pueden prevalecer sobre el grado académico de la formación teológica del líder. (p. 104)
Estas circunstancias internas de las iglesias redefinen y alteran el rumbo de los proyectos originales para dar cauce y forma a las expectativas de las iglesias y de quienes acuden por iniciativa personal y se someten a los requisitos institucionales, a ser formados para las tareas pastorales y educativas.
Al referirse a la geopolítica y teología de la ET, el autor traza otro mapa (metáfora cartográfica que es el eje del volumen) de la Educación Cristiana, desde un acercamiento fenomenológico, y teológico, y ubica la Educación Teológica en el seno de la Educación Cristiana al afirmar que la ET, en resumidas cuentas, es un caso particular de Educación Cristiana, motivo por el cual debería redefinirse para ubicar el quehacer teológico en marcos conceptuales diversificados y más actuales.
Más adelante explora los diferentes actores y ámbitos de la Teología y sus mediaciones pedagógicas y algunos desafíos para seguir la reflexión sin concluirla.
En el tercer capítulo estudia el caso del ISEAT, desde sus orígenes, el contexto, las relaciones con la sociedad y con las iglesias, la comunidad educativa, su identidad teológica y pedagógica, sus programas, el marco y la gestión institucional, sus relaciones, y hace una valoración muy mesurada fruto de los años de trabajo en dicha institución.
El siguiente capítulo expone las ideas de Preiswerk sobre el paradigma intercultural de la ET luego de la crisis del paradigma dominante, agotado después de tantos años de práctica y reelaboraciones fallidas. Para ello, desarrolla los conceptos centrales del paradigma intercultural y sus dimensiones: racionalidad contextual, ético-política, crítica y liberadora, relacional e intersubjetiva, plural, multipolar e incluyente, descentrada, inédita, inter y transdisciplinaria, intrasubjetiva, y otras racionalidades, para luego abrir paso a su agenda teológica, los contextos y culturas, además de su metodología. Ante ello, se plantean también algunos postulados teológicos que, inevitablemente, deberán acompañarla: la encarnación, la pneumatología, el Espíritu de la diversidad, la opción por las y los excluidos, y, finalmente, los nudos teológicos en el camino hacia su ideal plasmado en el título mismo del libro: un “contrato teológico intercultural” que posibilite nuevas prácticas, identidades y valores.
El nuevo proyecto es vastísimo y requiere que cada institución evalúe su trabajo y su presencia social y eclesiástica para experimentar una refundación de la ET, marcada por una serie de procesos que no muchas instituciones están dispuestas a llevar a cabo, tan engolosinadas como están con su paradigma obsoleto, pero actuante en diversos niveles. La profecía última consiste en que, tal como lo planteó el profeta bíblico, en un futuro relativizado por el advenimiento definitivo del Reino de Dios, incluso la ET encuentre su lugar en el marco de esa utopía cristiana.
Hay que agradecer a Preiswerk semejante tour de force, tan notable esfuerzo de síntesis y proyección de las esperanzas de cientos de profesores, estudiantes e incluso aficionados a la ET, que aprovecharán estas páginas y se deleitarán con las posibilidades de cambio expuestas.
Si quieres comentar o