El apelativo de “mujer florero”, que define a la perfección el papel que en las sociedades cautivas de fundamentalismos religiosos concede a la mujer el machismo con mala conciencia que busca redimirse por la vía de entronizar -“de aquella manera’- a la mujer como “reina del hogar”, no viene a ser sino una forma maquillada del terrorífico refrán que sostiene que “la mujer, casada y honesta, la pata quebrada y en casa”.
Estuve en 1971 en Persia -así se llamaba entonces Irán- como enviado especial de Gaceta ilustrada para cubrir los fastos del bimilenario del Imperio Persa para mayor gloria del emperador “rey de reyes”, el sha Mohammad Reza Pahlevi.
Una vez en Teherán, me denegaron la aprobación final de la solicitud de acreditación oficial como periodista que en Madrid sí se nos había confirmado en la Embajada, por lo que me vi limitado a vivir la semana de celebraciones de imperial
panderetología de gran gala oficial en las calles de Teherán.
Todo era exaltación mayestática de la figura del sha y su “bella esposa”, su mujer, la emperatriz Farah Diba.
Fue uno de los reportajes más “raros” que hice. Con el dineral que el viaje y la estancia le costaba a la revista,
sólo me quedaba la posibilidad de recorrer la ciudad para ver cómo era el país y cómo vivía la gente, y contarlo en un reportaje sobre “el otro Teherán”.
Alquilé los servicios de un chavalín que tenía una motocicleta, la manera más efectiva de moverse de “paquete” en el caos circulatorio en una ciudad en la que los taxis van parando a discreción del conductor para recoger al todo aquel que quiera subirse y alterando así de continuo la ruta.
Pronto vi que no nos movíamos solos.
La policía secreta de la imperial dictadura petrolífera armada nos seguía sin el más mínimo pudor, obligando al chico a no detenerse y continuar la marcha cuando pretendía que parase en algún lugar “no autorizado” para un periodista occidental.
Pero el chaval se las sabía todas y conseguía escabullirse en medio del gentío y por atajos.
Ingenuo que uno es, con todo me había hecho a la idea de que Irán era un país en cierto modo “moderno” porque las mujeres no llevaban velo y hablaban con hombres. Pude conversar con universitarias que se deshacían en elogios hacia la figura del emperador, que se perfilaba como la pieza clave en la inminente crisis del petróleo.
Pero las apariencias engañaban; entre ellas seguro que había mujeres policías infiltradas o confidentes.
Cuando, siete años después en 1978, el estallido popular hizo disolverse el imperio del sha -quien huyó del país- para propiciar el establecimiento de la República Islámica de Irán, los presuntos revolucionarios islamistas demostraron ser los más inmisericordes reaccionarios.
De la noche a la mañana, todas las mujeres de negro y con velo. Adiós si no costumbres occidentales, a falta de libertad, sí adiós a la estética del mundo libre. Nada de reinas del hogar. La pata quebrada y en casa.
SHADI GADIRIAN
Shadi Ghadirian es la fotógrafa iraní que recrea la situación de la mujer en su país con una colección soberbia de imágenesque retratan la realidad del doméstico-carcelario universo femenino en Irán.
Su colección
Like Everyday (Iran, 2001), “Como todos los días (Irán, 2001)” viene siendo exhibida en festivales, centros de arte y museos de diversos países.
Desde sus días de estudiante, Shadi Ghadirian se ha enfrentado a la doble posición de la mujer iraní. Por un lado, como una mujer con educación superior, una niña de la modernidad. De otra parte, como una mujer que vivía en un país donde era habitual que una mujer, una vez casada, iba a pasar el resto de su vida en el hogar.
En su serie de fotografías, Ghadirian representa esta identidad como todos los días, en el que los rostros de las mujeres vestidas con ropa de Irán se sustituyen por los artículos domésticos, el menaje, los cacharros, los objetos de que valen a las mujeres para tener la casa en orden: la mesa puesta, la parafernalia reluciente, la ropa planchada…
El título de la serie lo derivó de la propia naturaleza rutinaria del trabajo al que se condenó a la mujer.
Aunque en “Como cada día” la mujer aparece representada trabaja con indumentaria iraní, Ghadirian sostiene que la situación de la mujer en muchos otros países no es diferente.
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