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¿Somos cómplices de la injusticia?

Algunas reacciones a estos artículos sobre la ecología e injusticia social me sorprenden, diciendo que estos temas no son propios de una revista que trata temas espirituales
TE(C)OLOGíA AUTOR Miguel Wickham 21 DE SEPTIEMBRE DE 2013 22:00 h

Recientemente el prestigioso periódico ‘The Guardian’ publicó un artículo y un vídeo sobre el impacto que las empresas transnacionales azucareras de origen europeo, como la británica Tate and Lyle, están teniendo sobre varios pueblos en una zona agrícola de Camboya. (1)

La situación recuerda a la actuación de empresas españolas de producción agrícola en el chaco de Argentina, como describió René Padilla hace tiempo:“La soja se ha convertido en los últimos años en un pingüe negocio en la Argentina y otros países. Su producción y comercialización ilustran con claridad meridiana la manera en que el sistema económico actual funciona y sus efectos ecológicos y sociales a nivel global.Diríamos que el funcionamiento del negocio de la soja es un síntoma de los resultados concretos que acarrea la ideología neoliberal con su énfasis unilateral en un crecimiento económico que no repara ni en la creciente destrucción de la naturaleza ni en el aumento acelerado de la distancia entre ricos y pobres’. (2)

Padilla resume, con este ejemplo, la realidad de los efectos más dañinos de la globalización. Un sistema económico ahora dominante en el mundo, con la caída del comunismo, que no parece que trae más prosperidad a grandes grupos de población en el mundo, sino que aumenta la desigualdad y la injusticia. El creyente crítico y pensador, que medita en la palabra de Dios, debe reflexionar sobre el mundo en que vive, y los valores imperantes en la sociedad, y como dice el apóstol Pablo a la iglesia en Roma: ‘No os amoldéis al mundo actual, sino sed transformados mediante la renovación de vuestra mente’(3).

Recordamos las escenas recientes en Bangladesh del derrumbe de una fábrica de tejidos y ropa destinada a los mercados del mundo rico.

Son los efectos de la globalización, y es de agradecer la respuesta en Occidente de muchas personas y grupos preocupados por estas situaciones, donde la pobreza se perpetúa y las desigualdades se incrementan por la actuación de estas empresas, cuyo único propósito es conseguir los costes mínimos de producción para maximizar así sus beneficios.

Pero estas respuestas de conciencia tienen poca fuerza de momento, ya que no está influyendo, en la mayoría de los casos, en cambios en la legislación que impidan que se produzcan estas desigualdades. Estos cambios de legislación sólo los pueden hacer los políticos, pero en la mayoría de los países son las empresas y el mundo de los negocios los que influyen directamente sobre la legislación, por medio de la presión de grupos especializados sobre los políticos, los ‘lobbies’. En estos casos, las empresas ‘multi’ o transnacionales (es lo mismo) no actúan directamente, sino por medio de proveedores locales o gobiernos nacionales o locales, que únicamente buscan el beneficio del país, y en muchos casos el beneficio propio. ¡También tenemos múltiples ejemplos de esto en Occidente!

Las grandes empresas del sector textil o el zapato deportivo, como Zara, Abercombie & Fitch, Adidas, Calvin Klein, Converse, G-Star RAW, H&M, Kappa, Lacoste, Li Ning, Nike, Puma, Ralph Lauren, Uniqlo y Youngor están debatiendo su respuesta al oír el grito de la opinión pública occidental, algunos seriamente revisando sus cadenas de producción para ver si sus proveedores están, como se denuncia, explotando a niños, y contaminando el agua y la atmósfera que está haciendo peligrar seriamente la salud de los propios trabajadores y poblaciones circundantes a las grandes aglomeraciones industriales en estos países, especialmente en Asia.

Como muestra el documental sobre Camboya: los habitantes de varios pueblos agrícolas han perdido sus tierras por expropiación a favor de empresas locales, apoyadas por las administraciones locales, con el consentimiento del gobierno de la nación, que busca desesperadamente divisas resultantes de la exportación de los productos. En este caso, la caña de azúcar. Se habla de hasta 100.000 hectáreas en tres provincias desde 2006. Más de 90 % de esta producción va directamente, comercializado por Tate and Lyle, al mercado europeo.

Es revelador lo que ocurre con el comercio internacional. El azúcar es un gran negocio en Camboya, gracias a un proyecto de comercio de la Union Europea llamado EBA (‘Todo menos armas’), que permite la venta de azúcar de Camboya libre de aranceles para así entrar en el mercado europeo al precio mínimo por tonelada. Es un buen ejemplo de un proyecto que aparentemente se diseña, con buena voluntad, para ayudar la exportación a los países menos desarrollados, pero que al final tiene un efecto negativo en las comunidades locales. La razón principal es la aceptación ciega de la filosofía liberal, que cree que el libre mercado producirá la prosperidad; en segundo lugar, la falta de control sobre todo el proceso productivo y finalmente la dependencia, a esta escala de producción, en las grandes compañías.

La maquinaria pesada no cesa de destruir las aldeas, los riachuelos y las vallas de los granjeros, y los animales son masacrados con el rifle. Con la ayuda de algunas ONG’s, los habitantes de algunas aldeas han llevado a juicio a uno de los grupos empresariales tailandeses que controlan las empresas locales que están haciendo el trabajo sucio de las azucareras. La destrucción del medio ambiente, del que viven los habitantes de estas zonas, va de la mano con la pérdida de su forma de subsistencia.

Así que en España, cuando comemos o bebemos algo dulce, es probable que ya no estemos consumiendo azúcar de caña de Cuba, ni de la remolacha europea, que aun con subvenciones ya no puede competir con los productos más baratos de Asia, África y América del Sur, sino de Camboya, donde la compañía ha encontrado un filón de producción baratísimo.

¿Pero cuál es el precio para los habitantes de esas tierras? En el chaco de Argentina los habitantes tuvieron que trabajar para las grandes compañías en el campo, o emigrar a las ciudades argentinas, intentando sobrevivir en estas aglomeraciones periféricas de las urbes, buscando algo de trabajo. Lo mismo pasa en Camboya. Lo mismo pasa en el delta del rio Tana en Kenia, donde desde hace siglos los pueblos de la zona han bajado su ganado a las marismas del delta en la época seca del año. Las azucareras han intentado seducir al gobierno de Kenia para transformar gran parte de estos humedales en campos de regadío para la producción de caña de azúcar, destinada, por medio de las grandes azucareras, al consumo en los países consumidores: Occidente. También están las empresas que plantans ‘Jatropha curcas’,

con el fin de extraer biodiesel, y las empresas de extracción de petróleo. El incremento del precio del petróleo favorece la demanda de biodiesel, y muchos pueblos de África, el oriente asiático y de América del Sur están perdiendo sus tierras a favor de las grandes empresas y terratenientes, teniendo que emigrar, y también encareciendo, a escala mundial, los precios de la alimentación.

En Kenia la ONG evangélica A Rocha ha estado colaborando con los habitantes de los pueblos afectados en esta región del delta del rio Tana para movilizarse e intentar cambiar los planes del gobierno(4).

El conflicto se ha vuelto violento, entre pueblos ganaderos con pueblos agrícolas, enfrentamiento altamente común en la historia cuando existe competición por los recursos.

Al final una parte de los humedales ha sido reconocidos a nivel mundial como zonas de valor biológico extraordinario, e incluidos en la lista de la Convención Ramsdar (5). Un respiro para la rica biodiversidad de la zona, y los pueblos que dependían ancestralmente de ella.

Como en muchas situaciones parecidas, los gobiernos locales están atrincherados en las grandes ciudades, en este caso Nairobi, y solo salen a visitar estas zonas remotas cuando buscan votos, como es el caso de la región de Turkana, limítrofe con Etiopía y Sudan del Sur (y Uganda). Allí varias ONGs (como Oxfam) y misiones religiosas intentan mejorar la vida de los habitantes, olvidados por sus gobernantes. Mientras que Oxfam reparte alimentos y medicinas en este paraje desértico, las misiones intentan ayudar a los locales a ser más independientes. Pero la reducción de la ayuda humanitaria desde Occidente ha empeorado la situación de los que están en situaciones de mayor riesgo.

Estos breves ejemplos nos llevan a una reflexión sobre si tenemos algo que ver nosotros en esta cadena de injusticia, y si como hijos del reino, podemos permanecer impasibles ante esta situación. ¿Somos parte de la causa de la pobreza en estos países? ¿Acaso podemos hacer algo? ¿Debemos hacer algo?

Si sabemos que los precios del azúcar y la ropa que compramos son así a coste del sufrimiento y la perpetuidad; que nuestra compra no beneficia a estos países y a su desarrollo, como queremos creer, sino que les perjudica, entonces ¿cuál debería ser nuestra respuesta, con la palabra de Dios en la mano? Una lectura de la palabra de Dios nos muestra la responsabilidad que tenemos y la denuncia de los profetas y de Jesús mismo a la injusticia y a los valores contrarios a su Reino. Sean gobiernos o empresas, derechas o izquierdas, el hombre que da la espalda a Dios y su palabra seguirá cometiendo estos abusos a los menos privilegiados e indefensos, a los niños, a las mujeres, especialmente en los países con menos recursos. Un corazón transformado por la palabra de Dios me tiene que llevar al arrepentimiento, a la reflexión callada y a la autoevaluación de cómo vivo y cuáles son mis prioridades, y ‘buscar primero el reino de Dios y su justicia’ (6), y finalmente, a la acción, que debe de ser, a veces, la denuncia.

He recibido algunas reacciones a estos artículos sobre la ecología, la destrucción del medio ambiente, la injusticia social, que me sorprenden, acusando al escritor de que estos temas no son propios de una revista que trata temas espirituales. Les doy la bienvenida, porque provocan una reacción y un debate, que espero que nos lleven a leer todo lo que dice Dios sobre la injusticia y la responsabilidad del ser humano ante tales atropellos, como también nuestra responsabilidad como mayordomos de la creación de Dios.

‘¿Cómo podré acercarme al Señor y postrarme ante el Dios altísimo? ¿Podré presentarme con holocaustos o con becerros de un año?
¿Se complacerá el Señor con miles de carneros, o con diez mil arroyos de aceite?
¿Ofreceré a mi primogénito por mi delito, El fruto de mis entrañas por mi pecado?
¡Ya se te ha declarado lo que es bueno!
Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor:
Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios’. (Miqueas 6: 6-8).


________________________
(1) http://www.guardian.co.uk/world/video/2013/jul/09/Camboyan-sugarcane-video
(2) René Padilla:‘Los gritos de la tierra: soja, ecología y pobreza I. El papel del Gobierno en perspectiva neoliberal’, el 28 ENERO 2011.
(3) Romanos 12:2.
(4) http://arochakenya.wildlifedirect.org/category/tana-river-delta/
(5) http://www.ramsar.org/cda/es/ramsar-home/main/ramsar/1_4000_2__
(6) Mateo 6: 33.
 

 


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COMENTARIOS

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daniel
22/02/2014
01:03 h
2
 
Muy buena reflexion de Miguel. Mi pregunta es la siguiente. ¿Que debemos hacer? ¿Deberiamos dejar de comprar esos productos dejando sin trabajo alguno a los desgraciados trabajadores que subsisten con su misero sueldo actual o deberiamos seguir comprando y encima exigiendo responsabilidad laboral a esas empresas? Sabiendo que el sistema capitalista en si es un sistema falaz y engañoso ¿debieramos mas bien crear comisiones de defensa del medio rural y ser mucho mas activos como cristianos que defienden lo natural o debieramos buscar un nuevo orden mundial. ¿Donde deberiamos invertir mejor nuestro esfuerzo?
 
Respondiendo a daniel

Óscar Margenet Nadal
25/09/2013
07:33 h
1
 
¡Gracias Miguel por este llamado de atención! Cuando no hay temor a Dios ni amor al prójimo la codicia humana derriba los límites que le anteponen las leyes, el sentido común y el respeto por la vida. Uno de los doce discípulos de Jesús amó más el poder político que da el dinero cuando se lo maneja con egoismo y avaricia. Jesús sabía que le iba a traicionar para que se cumpliese la profecía. A los pobres los tenemos siempre cerca para practicar justicia y obrar con ellos con la misma misericordia que el Padre tiene con nosotros. Solo viviendo en humillación delante Dios tenemos la autoridad y el coraje necesarios para denunciar la injusticia y no ser cómplices de ella. Dios bendiga tu minist
 



 
 
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