Continuamos con la temática iniciadada en el reportaje de la semana pasada, y publicada en este magazine, sobre la realidad social y los cristianos. Y en esta línea entrevistamos a Eduardo Delás, pastor de la Iglesia Bautista de Valencia (Quart). Es doctor en Teología Sistemática, ha sido profesor de IBSTE y enseña en la Escuela Bíblica Evangélica de Valencia (EBEVA) desde 1983.
En 2012 escribió un libro que lleva por título
¿Bienaventurados los pobres? La revolución pendiente. Me remito al prólogo que del mismo hace el teólogo y escritor Samuel Escobar para decir que con este libro “Delás insiste en refrescarnos la memoria como ya lo ha hecho en sus libros anteriores, exponiendo la vida de Jesús y tratando de explicar lo que significa seguir a ese Jesús hoy en día. El elemento de análisis y crítica de la sociedad de consumo en que nos ha tocado vivir resulta necesario al autor para entender en qué dirección nos empujan los valores predominantes en esta sociedad. Al analizar y criticar el autor no puede evitar un tono de denuncia que podemos describir como profética”.
Pregunta.- ¿Bienaventurados los pobres? Es el título del libro suyo publicado en 2012, ¿por qué esta interrogante a la manifestación de Jesús?
Respuesta.-En la contundencia de la paradoja se encuentra oculto un mensaje provocativo. En un mundo como el nuestro, donde pobreza, necesidad, infelicidad y desgracia van juntas, es necesario revisar de manera interpeladora el mensaje de Jesús sobre el origen de la auténtica felicidad y resituarlo en el centro del cristianismo. Creer y vivir a esa altura es iniciar la revolución pendiente, porque para hacer una revolución primero hay que revolucionar a los revolucionarios.
P.- ¿Cuál es la temática del libro y qué le indujo a esta elección?
R.-Hace ya algunos años me puse a pensar en la teología de la pobreza/riqueza interpretándola en el contexto de nuestro mundo, y descubrí algo que, no por evidente resulta menos inquietante y perturbador. A saber: 1. Dinero, prestigio y poder son aspiraciones extraordinariamente adheridas a la condición humana. Existe una “devoción” absolutamente perruna, rastrera y compulsiva hacia estas cosas. 2. Las estructuras sociales que nos rodean han sido construidas y perviven sobre el fundamento de estos valores y prácticas. No existe poder humano que pueda revertir eso. Los hombres y mujeres de este mundo somos autores y víctimas, a la vez, de un mundo deshumanizante y atrozmente injusto y desigual. En una realidad social como ésta vivimos y nos movemos y somos. Creer, en un entorno así, reclama también pensarnos a nosotros mismos como cristianos para resituar correctamente la praxis de la fe. De ahí nace la inquietud que me condujo a la elección del tema.
P.- ¿Quiénes son hoy los pobres de los que hablaba Jesús en las Bienaventuranzas?
R.-Permítame que responda a esta pregunta con un pasaje del libro: “Pobres hoy, los tenemos aquí a nuestro lado. Son nuestros familiares, amigos, vecinos, conocidos, conciudadanos. Personas que han sido y son permanentemente empobrecidas, humilladas, ofendidas, oprimidas por unas estructuras sociales injustas que les han ido despojando a fuego lento de lo más esencial para vivir: Trabajo, salario, hogar, ilusión, seguridad, confianza, esperanza en el futuro. Seres humanos desposeídos, desamparados, explotados, desorientados y desalentados, muchos de ellos hasta el punto de la desesperación. Y están aquí, a la vuelta de la esquina. Se cruzan todos los días con nosotros, les conocemos, existen, no son invisibles, tienen rostro y nombre” (“¿Bienaventurados los pobres? La revolución pendiente”. Pág. 103).
P.- ¿Cuál fue la pobreza de Jesús, aquella que debe ser imitada como un camino que nos sitúa en conformidad con lo enseñado y vivido por él?
R.-La pobreza vivida por Jesús es, necesariamente, criterio hermenéutico para comprender el itinerario de nuestro seguimiento: El Verbo se hizo carne; El Señor se hizo siervo; el justo fue hecho pecado. Estas afirmaciones incontestables de las Sagradas Escrituras, dibujan lo que bien mirado podríamos llamar “una movilidad social” de Jesús “hacia abajo”. Esa mirada resulta clave para interiorizar y vivir la pobreza como desposesión de uno mismo, de tal modo que la existencia no dependa ya de la ambición por acumular con vistas a un mañana inquietante, sino que se exprese en un compartir lo que se es y lo que se tiene, en un entorno de comunión corporativa que resulta alternativo a lo que se encuentra y se vive en el mundo. Seguir a Jesús en este camino supone sembrar las primeras semillas para la abolición absoluta de la pobreza. Sólo entonces comenzamos a visibilizar la revolución pendiente.
P.- En este sentido, ¿podemos seguir preguntándonos los cristianos si a Dios le importa la política, la ética, la economía, la corrupción…?
R.-Para responder a esa pregunta sólo hay que contemplar la vida, la enseñanza y las obras de Jesús. La muerte de Jesús es el correlato de una vida comprometida con su mundo, su historia y los conflictos que de ahí se derivan. Jesús murió como murió porque vivió como vivió. Si el Señor hubiese orillado esas cosas, igual tenía razón Martin Scorsese cuando dirigió “La última tentación de Cristo” y pudo haber muerto de viejo, rodeado de entrañables nietecitos, luego de una apacible y tranquila existencia.
P.- ¿Difiere en algo nuestra actualidad de la que tuvieron que denunciar algunos profetas como Amós? ¿Quiénes serían hoy los personajes de los que habla?
R.-Si se lee la Biblia sin prejuicios, se da uno cuenta de que el mensaje profético aparece dirigido no sólo al pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Aquellos que, como Amós y otros muchos, denuncian las injusticias del sistema ponen en tela de juicio también las actuaciones de otras naciones muy poderosas que violan los derechos humanos de pueblos más débiles a quienes empobrecen y oprimen y no cejan en su empeño hasta lograr sus fines, aunque el precio sea despojar a generaciones enteras de recursos, ilusión y oportunidades de futuro para lograr salir adelante. ¿Nos dice eso algo hoy día?
En cuanto a la segunda pregunta, en nuestra sociedad occidental, sin duda, el poder más influyente, fáctico y empobrecedor de naciones y pueblos lo ejerce hoy la llamada “Troika Comunitaria”, un grupo con poder de decisión formado por la
Comisión Europea(CE), el
Banco Central Europeo(BCE) y el
Fondo Monetario Internacional(FMI).
[] La austeridad impuesta a los gobiernos hace posible que el pueblo, ya empobrecido, pague una factura desorbitada y que se cometa, una vez más, el crimen de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas desde la más absoluta impunidad. La injusticia social y la desigualdad se extienden sin freno en un mundo en el que el fraude, la mentira, el cohecho, la prevaricación y el clientelismo campan por sus respetos sin haber quien les ponga freno. Nada que Amós no hubiese denunciado de manera profética y comprometida en su tiempo.
[]La cuestión en este reparto de “papeles” es qué protagonismo ejerce la iglesia en medio de un mundo patas arriba y cabeza abajo, donde el silencio, la tibieza y la inhibición no son una opción.
P.- Cuando nos instalamos en la corrupción, y nos olvidamos de la verdad, el derecho o la igualdad, ¿estamos pisoteando la justicia de Dios?
R.-El mensaje profético responde a esa pregunta y ya hemos hablado un poco de él en otros momentos. No añado nada aquí.
P.- ¿Hay alguien ahora capaz de encarnar la justicia de Dios en su vida y en sus obras?
R.-Jesús de Nazaret fue la encarnación de la justicia de Dios. Jesús murió, resucitó y se fue, pero dejando claro que se quedaba en la Iglesia desde el Espíritu. Hoy, la Iglesia es la prolongación en este mundo del propio Señor, si tiene claro que, por la gracia de Dios, se ha convertido en la manifestación de la vida del Jesús resucitado en forma de comunidad. Por tanto, es necesario entender que la misión de la Iglesia es la encarnación.
P.- Entonces, ¿es posible vivir las Bienaventuranzas aquí y ahora como Jesús, el hombre de las Bienaventuranzas en esta realidad nuestra? ¿Qué papel juega la iglesia como comunidad bienaventurada en esa realidad?
R.-Si me permite, contestaré a estas dos preguntas juntas y lo haré con unas palabras del propio libro en la conclusión final:
“Antes de ser una Iglesia
para los pobres, si la Iglesia quiere ser coherente con “el sentir de Cristo Jesús” (Filipenses 2:5) debe ser
una Iglesia pobre y sierva. No una iglesia que proclame a un “Dios idea” o a un “Dios sin rostro”, sino un pueblo que visibilice el rostro y el quehacer del Señor al que proclama: Jesús. Como dice el apóstol Juan: “A Dios nadie lo ha visto jamás…” (Jn. 1:18a), el único modo de acercarse a él y conocerle es un relato: “El Unigénito Hijo que está en el seno del Padre nos lo ha dado a conocer (Jn. 1:18b). Porque un buen relato resulta mucho más impactante que una espléndida arquitectura conceptual
[1].
Así como Jesús se hizo pobre, también la Iglesia ha de serlo para llegar a ser, en serio, la comunidad del reino que lo narra, lo relata y lo proclama. Una Iglesia pobre, sin embargo, no significa que renuncia a utilizar medios económicos encerrándose en un pauperismo que la ahoga, sino una Iglesia que sabe discernir los medios que debe utilizar, tomando conciencia de que son los idóneos para el desempeño de su misión; no es una Iglesia que vive la pobreza en sentido legalista, sino una comunidad que sabe asumirla desde el proyecto comunitario de Jesús de Nazaret, es decir, implicándose con la realidad de los hombres no desde arriba y desde lejos, sino desde abajo y desde cerca” (“¿Bienaventurados los pobres? La revolución pendiente. Págs. 117-118)
P.- ¿Por qué entonces nos cuesta tanto a los evangélicos pronunciarnos e implicarnos en temas éticos y sociales, tranquilizándonos con las prácticas piadosas?
R.-Sería muy fácil ser cristianos evangélicos si sólo se tratase de una religión. Lo malo es que se trata de todo lo demás. Lo que sucede es que, a menudo, construimos un cristianismo burgués en el que ya no es Jesús el que dice cómo ha de ser la Iglesia, sino la Iglesia la que dice cómo ha de ser Jesús. A partir de ahí, rememoramos su camino a partir de una “memoria menú” que resulta ser poco relevante y excesivamente silenciosa y descomprometida para el mundo. La memoria de Jesús ha de ser provocativa porque es necesario imitarle y seguirle con todas sus consecuencias en medio de la realidad que es social, política y económica.
P.-¿Es cara la gracia del Evangelio? Estoy recordando a Bonhoeffer…
R.- Responder a esta pregunta es una gran tentación, porque hablar de Dietrich Bonhoeffer significa sumergirnos en la consideración de una vida comprometida como pocas con el seguimiento de Jesús desde “El Precio de la gracia”. Le contestaré con sus propias palabras: “La gracia cara es el evangelio que siempre hemos de buscar, es la llamada de Jesucristo que hace que el discípulo abandone sus redes y le siga… Es cara porque ha costado cara a Dios, porque le ha costado la vida de su Hijo”.
P.- Usted es pastor en una iglesia de Valencia. Dígame: ¿Cómo es la realidad pastoral en España? ¿Responde a las necesidades de la sociedad?
R.-Contestar a estas preguntas es muy complejo. A mi juicio, la tarea pastoral es un trabajo que reclama constante renovación personal. Ser pastor es difícil, comprometido y expuesto. Es un trabajo poco valorado, a pesar de la inmensa responsabilidad que implica. Pero puedo decirle que, muchos de los pastores que conozco, a pesar de atravesar por circunstancias muy penosas que se extienden en el tiempo, siguen en la brecha porque saben que no son “funcionarios”, sino personas llamadas por Dios para una tarea concreta de servicio. Y esa convicción es la que les sostiene en las situaciones límite y les permite seguir con alegría renovada en el camino. Como decía en otro contexto mi querido e inolvidable hermano y maestro Juan Solé: “(Ser pastor reclama) ánimo, valor y… miedo”.
Respecto a la segunda pregunta, si tuviera que hacer una evaluación, diría que los pastores hemos de sumergirnos mucho más con hechos y palabras en medio del mundo en el que vivimos para comprender los signos de los tiempos que nos toca vivir. Necesitamos conocer más y mejor, tanto las Escrituras como la realidad que nos rodea para poder acompañar a nuestros hermanos en la difícil, comprometida y gratificante tarea de seguir a Jesús en la historia que tenemos por delante. Y, todo eso, en pobreza y sin poder; con humildad y sin arrogancia; con espíritu profético, no desde el silencio descomprometido y tomando conciencia de que formamos parte de una comunidad en la que Dios nos ha puesto, por su gracia, como pastores.
P.- Celebramos los 50 años del memorable discurso de Martin Luther King. ¿Qué ha mejorado y qué falta todavía para que la sociedad norteamericana alcance cotas de igualdad para todos?
R.-Si se compara la sociedad norteamericana de los años ´50 y ’60 con la de nuestros días, resulta evidente que se han producido cambios significativos al alza en todo lo relacionado con el racismo y la exclusión social. Pero, como sucede casi siempre, nada de lo logrado ha sido un regalo gratuito, sino el resultado de una dolorosa y lenta conquista a un precio muy alto. Las movilizaciones sociales pacíficas, añadidas al sufrimiento silencioso de muchos, desde la resistencia social y las denuncias proféticas lanzadas desde incombustibles convicciones humanas y cristianas, han ido transformando la conciencia social de todo un país permitiendo que las cosas hayan ido cambiando palmo a palmo.
Como afirmaba Obama en la conmemoración del 50 aniversario del discurso de Martin Luther King en
Washington: “El sueño sigue sin cumplirse”. Es decir, aún hay que avanzar mucho más y sólo se hará con fe, determinación, perseverancia y acción social. En su último artículo firmado para PD, Samuel Escobar ha escrito: “Les lleva tiempo a los evangélicos tomarse en serio su conciencia social”. Y conviene tomar nota del desafío, porque ése es un largo camino en el que, desde la fe cristiana, deberíamos ser pioneros en medio de la sociedad civil. El cristianismo, o se sumerge en la realidad social o no es cristianismo.
P.- ¿Y cuál cree usted que es su legado para todo el mundo?
R.-Decía Martin Luther King: “La justicia es el amor que corrige todo lo que va contra el amor”. Si hay algo de cierto en esta afirmación, y desde luego lo hay, queda claro que lo torcido no se arregla cantando un salmo. Sólo se puede luchar por la justicia desde un amor que se transforma en hechos concretos. Porque la palabra moviliza, pero el ejemplo arrasa y los hechos juzgan las palabras. Si a eso le añadimos el coste social, el desgaste personal y la incomprensión de muchos, nos encontramos ante un legado que nos sitúa frente a la invitación interpeladora de rehacer el camino de Jesús desde lo que podríamos llamar: El precio de la gracia.
Finaliza la entrevista. Gracias, Eduardo, por recordarnos que, como comunidad, como iglesia, debemos implicarnos en la realidad de los hombres, pero no desde arriba, sino desde abajo, desde cerca. Y que es necesario imitar y seguir a Jesús con todas sus consecuencias.
[1] GONZÁLEZ FAUS J.I. Otro mundo es posible… desde Jesús. Sal Terrae. Santander. 2010. 339
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