De la condición humana puede salir lo propio de su condición. En ese campo está lo religioso; Pablo no quiere usar los métodos de esa condición, para que la fe de sus oyentes no descanse en la fuerza humana, sino en el poder de Dios, por eso predica a Cristo, el Mesías, crucificado.
Los que no tienen más que su propia condición, con ella fabrican su religión. Así ha surgido un evangelio, un
cristo, un espíritu, una salvación propias de estar separados de Dios. Ya lo vemos en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, cómo las desviaciones se dan al mismo tiempo que se establece la obra (esta sí, no humana) de Dios. Y así lo vemos hoy, en todos los grupos religiosos, por supuesto también en los evangélicos.
Este modelo tiene en la Historia su presencia especial en la Iglesia romana. Fabricó una salvación de su propia palabra y sabiduría, y la ha mantenido, con las transformaciones de discurso que convenga en cada momento. Por eso me paré a tocar la cuestión de los jesuitas, por ser ahora el papado jesuita, y por ser modelo de esa condición de rebelión contra Dios. Se presentan como adoradores, pero solo en sus condiciones.
Su evangelio requiere una nueva evangelización, en ello están. Lo han llevado a cabo en otros tiempos.
Pensemos en Estados Unidos; una nación que nace de colonias que buscan la libertad para adorar en libertad. Perciben un peligro evidente, la organización jerárquica; especialmente el papado, que lo tienen en el norte (la Nueva Francia). También el papado percibe a la nueva nación como lo más opuesto a sus planteamientos. Así pasa el tiempo.
Llega el momento, sin embargo, de actuar desde dentro. Se trata de
presentar una Iglesia romana, pero que sea “americana”. Discurso jesuítico; dondeestá el alto nivel intelectual unido a la más abyecta demagogia populista. (Estos son los que te razonan sobre lo malo de la jerarquía, de las imágenes, o lo que haga falta, pero, siempre el pero, te mantienen la institución jerárquica como esencial y lo positivo de las creencias populares como escenario donde se conserva la religiosidad.)
Ese discurso fue calando. Calando porque el protestantismo perdió su Biblia y se quedó con su fórmula religiosa. Así no se puede conservar nada; eso es lo que Pablo rechazó; es otra fe, otro evangelio. Tiempo cercano. En la gestación y desarrollo de la 2ª Guerra Mundial, con el nazismo y el fascismo (no se olvide que el Estado de la Ciudad del Vaticano lo establece Mussolini). Todos los acuerdos y declaraciones en contra de la libertad religiosa y política se conocen, pero se encargan con sus discursos de ponerlos detrás, quedando en el frente lo que convenga en cada momento; los medios para el fin, que es la conservación de la tiara.
Aunque los jesuitas (por ponerlos de modelo, pero valen otras organizaciones también) posean como institución grandiosas riquezas y posesiones de todo tipo, te puedes encontrar a uno de sus servidores clamando contra la banca o la hegemonía de las finanzas. O a uno promoviendo, por ejemplo, la guerra de Vietnam, y a otro luchando en contra; todo en el mismo espacio. Siguen.
El jesuitismo puede presentar a quien más usó los nuevos medios de comunicación, Charles Edwards Coughlin (1891-1979), como un “ecuménico” de los derechos civiles (los que él consideraba como tales), para
mostrar la naturaleza de la Iglesia romana en Estados Unidos como una iglesia de “valores” que acoge a todos, no importa la procedencia o creencia; y que puede luchar por sus derechos.
El método sigue en la actualidad. La nueva evangelización no la presentarán nunca con el evangelio, digamos, del purgatorio (esencial en su estructura), sino en alguna organización social. Así lo hizo este sacerdote, que llegó a tener el programa radiofónico de más audiencia, y que era visto como un líder de las masas oprimidas. Creó organizaciones como la Unión Nacional de Justicia Social, luego el Frente Cristiano, que suenan bastante bien. Se ha conseguido el fin propuesto:
la Iglesia romana ya no se ve como un poder extranjero, opuesto a las esencias de la nación, sino como “de aquí”, y comparte las esencias propias de la patria; son patriotas (por poco resulta que son los padres fundadores, todo se andará).
Este Coughlin fue un antisemita, justificador de la persecución nazi. Todo vale por el fin conseguido.
Qué diremos del papa Pio XII. Exquisita neutralidad en la guerra, nada de intervenir en “política”. Luego excomunión para los católicos que votasen al partido comunista; apoyo incondicional a la
familia, la Democracia Cristiana. El pasado ahí quedó, ahora el papado es un paladín contra el comunismo.
Seguimos en Estados Unidos. Su catolicismo romano ya es “americano”, y de qué manera. De nuevo el jesuitismo; cardenal Francis Spellman (1889-1967), dentro del mismísimo interior de la gobernanza. También conocedor de la importancia de los medios de comunicación, en este caso la televisión. El “modernizador” del catolicismo romano, es decir, pintar la fachada para que parezca apetecible. Ecuménico para atraer a todos, nada de presentarles algo que rechacen de entrada, todo lo contrario, servicios sociales, derechos, y algo que en ese momento viste de gala: anticomunismo. Ahí todos unidos. Eso sigue, con nuevas formas.
Vean estas imágenes, hablan por sí solas. Los presidentes norteamericanos en manos del Vaticano, y siguen. ¿Han ganado la batalla entonces? La suya, la de su condición, sujetando a los hombres por sus palabras retóricas. La de la fe, nunca, es imposible; la fe vence siempre, y no es de la condición humano, sino de Dios.
Quien tenga ojos para ver que vea. Te engañaran con programas humanitarios, defensas de derechos, oenegés, o lo que pueda servirles. ¿Se acuerdan de los evangélicos y católicos unidos? Juntos contra el aborto, en defensa de la familia, contra el matrimonio homosexual.
Siguen en los mismos pasos.
De eso se trataba en estas notas; de llamar la atención para despertar. No se puede luchar por la libertad social (religiosa, privada, política) sin rechazar a la estructura del Vaticano.
Contra el aborto, a favor de la familia, por los desfavorecidos, claro que sí, pero al mismo tiempo contra el Vaticano, si no, no sirve.
Ecumenismo cristiano, claro que sí, pero contra el Vaticano, contra la tiara, contra el purgatorio, contra los sacramentos mágicos, contra las indulgencias, contra las idolatrías (por supuesto, también contra cualquier institución del tipo que sea que se le parezca), contra todo lo que quiera usurpar el lugar de la fe, de la salvación perfecta por la perfecta obra de Cristo.
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