Este artículo y el de la semana próxima, d. v., los escribo en conjunto. He puesto el caso de la reina Juana de Navarra (Albret/Labrit) y sus territorios como campo de actuación de las fuerzas contra la Reforma, simplemente como modelo de ese intento permanente de eliminar las libertades que florecían en Europa provenientes de la presencia de la Escritura en la sociedad.
Lo que fue también es. La presencia del jesuitismo, unas veces más en primer plano, otras muchas en segundo, pero dirigiendo la situación. No se trata de ver conspiraciones mundiales, pero tampoco de no ver la conducta de los siervos del papado (siempre me refiero a la estructura, la institución; luego están las personas que sufren a la institución, eso es otra cosa), sean jesuitas o de cualquier otro grupo.
El reino de Navarra está unido a esta reflexión por la propia fuente de la Historia. Ignacio de Loyola fue herido mientras luchaba contra los navarros que querían expulsar al usurpador de Pamplona. Después está su “conversión”. En esos territorios se mantendrán las esencias de lo que es la libertad y su opuesto durante estos primeros tiempos.
La reina Juana de Navarra (1528-1572) expresó en público su fe cristiana protestante en la navidad de 1560. Antes ya estaba en sintonía con la causa, desde ese momento será un pilar fundamental de la misma.
Su talante es un reflejo vivo de la fe viva cristiana en medio del mundo. Llena de dudas, peligros de todo tipo, traicionada mil veces, pero segura bajo el amparo de su Redentor. “Su” salmo es su biografía (Salmo 31), “ten misericordia de mí, oh Yahvé, porque estoy en angustia; se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo… porque oigo la calumnia de muchos; el miedo me asalta por todas partes, mientras consultan juntos contra mí e idean quitarme la vida”.
Acusada de imponer el calvinismo y perseguir a la Iglesia romana; su figura ha sido presentada como ejemplo de intolerancia protestante. Veamos.
En sus territorios, ni inquisición ni jesuitas. Eso es “intolerancia”, pues bien. El papa había excomulgado a sus abuelos, y eso fue lo orquestado por Fernando el de Maquiavelo para usurpar el reino de Navarra. En cuanto entraron las tropas se instaló la inquisición (1512). Ahora el papa establece de nuevo excomunión contra la soberana que no se pliegue a sus dictados; es conminada a presentarse ante la inquisición, o de lo contrario “sus estados serían ofrecidos al primer ocupante” que los conquistara y sometiera en obediencia al romano pontífice. ¿Es intolerante la reina por rechazar e impedir la acción de los que proponen tales medidas?
En su caminar cristiano, lleno de dificultades, se encuentra con la propia traición de su esposo, Antonio de Borbón. Ella era la reina, pero dejó en manos de su esposo los asuntos de gobierno. Hasta que percibió que su conducta iba contra los derechos de sus súbditos; en ese momento “quitó de su mano el cetro que de Dios había recibido para el bien de su pueblo” y lo tomó ella sola. Intolerante contra su marido; pues muy bien. Eso era común en esta mujer; no solo con su marido, sino también con otros personajes. Si caminas conmigo en la fidelidad al Redentor, vamos juntos; si eres enemigo de Cristo, me tienes enfrente como enemiga.
En sus primeros pasos como gobernante; libertad para que cada grupo en las ciudades, fueren de la religión católica cristiana o católica romana (esto es expresión suya), usaran los templos en horarios dispuestos por la autoridad civil. Así varios años. ¿Es esto algo malo? Pues el papado, con sus siervos coronados (Felipe II) no podían tolerarlo. Todo tipo de actuaciones contra esa política. Una vez, y otra. ¿Ya olvidamos que para la Iglesia romana cualquier trato de tolerancia con el hereje es una herejía? ¿Se acuerdan de las normas de la inquisición? Si eres considerado hereje, nadie tiene que conservarte su palabra o tratado, ni pagarte lo que te deben, ni puedes tener propiedades; el hereje no tiene derechos.
Si una reina que lo que buscaba, con todas las dificultades de un contexto de guerras civiles, era que los súbditos de toda Francia puedan vivir en paz sean católicos cristianos (protestantes) o católicos romanos, se le impide siempre su actuación, y se promueve entre su pueblo la rebelión como acto cristiano de obediencia al papado, y se tenga que ver a la parte de su pueblo así relacionada no como “su” pueblo, sino como parte de los ejércitos que luchan contra ella para liquidarla y acabar con la
causa (=reforma cristiana), ¿no es normal que termine prohibiendo la presencia de esos grupos, sean religiosos o políticos? Pues ya tiene el título de intolerante; ocurre que esa “intolerancia” es la mejor manera de defender la libertad. Pero se ha olvidado.
El papado (que tantos problemas ha tenido con Francia) se ha juramentado con Felipe II para colaborar en lo que sea menester con las fuerzas papalistas francesas para frenar y destruir la obra y persona de la reina Juana. Y lo pusieron en práctica. No podían tolerar la libertad del poder civil (secular) ni el religioso. No podían tolerar la libertad.
Los jesuitas están en la corte y en el territorio ocupado de Navarra; desde ahí intrigan lo que pueden, y pueden bastante. Usan los “derechos” oprimidos de los que ahora ven a pastores protestantes en sus templos. Cuando el hijo de la reina es coronado rey de Francia (Enrique IV, con el consejo que alguien le dio de que “París bien vale una misa”), intentan liquidarlo. Por ello los jesuitas fueron expulsados de Francia (1594-1603), se pensó en su instigación. En 1610 lo consiguen (François Ravaillac). Fue un buen rey, y sabía que los jesuitas querían matarlo. No le perdonaron el edicto de tolerancia (Nantes). Después matarían también al edicto, lo derogó su nieto Luis XIV. Entremedias su hijo, Luis XIII, mató la memoria de su abuela, y anexionó sus territorios a la obediencia a Roma.
¿Entonces los jesuitas ganaron? “Su” guerra si. Y siguen; pero la victoria del Redentor no la pueden evitar; ya han sido condenados por la Palabra.
Veamos más. La reina Juana de Navarra es un modelo de fe cristiana, con sus dudas, sus miedos, sus luchas; pero también de su firmeza en las manos de quien tiene todo poder. Calvino, en la primera carta que le escribió (enero de 1561) ya describe su buen proceder, “cuando veo cómo el Espíritu la guía, más tengo que dar gracias que procurar alguna exhortación”. Su historia es la de una mujer, con su vocación: edificar su casa, sus estados, en medio de enemigos que quieren matarla, y de amigos que casi la matan de disgustos.
No tuvo nuestra reina buenos ayudantes en lo que podemos llamar el clero reformado, empezando por Beza y el consistorio de Ginebra. Creo que mostraron más insensatez que otra cosa; pero esto sirve para aprender. (Nadie debería extrañarse de que Ginebra fuese un desierto espiritual en dos generaciones; ya la secaron los ineptos pastores, los nuevos “sacerdotes” y autoridades del “templo”, el nuevo edificio eclesiástico.)
Sus enemigos intentando por todos los medios, por la fuerza o por la sutileza, derribar su casa (su nieto lo lleva a cabo); sus amigos tantas veces estropeándola internamente. Aprendamos y conservemos la memoria.
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