POESÍA TESTIMONIAL CRISTIANA
Hoy presentamos un cristiano que no tiene vergüenza de proclamar ser seguidor de Cristo en toda entrevista o intervención pública que participe. Tiene 93 años, es argentino y se llama José María Castiñeira de Dios (Ushuaia, Tierra del Fuego, 1920).
Allí, en los confines del sur del mundo, tuvo acceso a la palabra poética, por intermedio de su madre, quien le inculcó el amor por la poesía, como recuerda en una entrevista: “Mamá fue la transmisora. La criaron como sirvienta en la casa de un pastor protestante que fue el primer maestro de Tierra del Fuego. Le interesó mucho la poesía, y desde que yo tengo uso de razón me hacía dormir leyéndome un poema. Me regalaba libros cuando iba a comprar cosas para el almacén. En el campo, cuando vivíamos en Tres Picos, que era un pueblo sureño, ganadero y agrícola muy fuerte, en las fiestas del 9 de julio el recitador era yo”.
Discípulo y amigo de toda la vida del notable poeta Leopoldo Marechal, quien fue destacado católico primero, y protestante en el tramo final de su existencia, lo cierto es que Castiñeira de Dios creyó siempre en el Cristo que dona su Reino a los pobres.
No está demás recordar los muy conocidos versículos el Evangelio de Lucas (6:20-26): “Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas.Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo.¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis. ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas”.
Versículos conocidos, es cierto, pero muy poco practicados por casi todos los que se estiman cristianos y hacen gala de su pertenencia bien a filas evangélicas o católicas.
Castiñeira de Dios aúna su amor a Dios y su amor al prójimo, y los hace converger en el don que le dio el Creador, la alta Poesía que, como en tiempos de los profetas del Antiguo Testamento, clama contra las tropelías que se cometen contra los más débiles y que incumplen la elemental Justicia de Dios.
AMPARADO POR EL SERMÓN DE LA MONTAÑA
Por eso
Castiñeira de Dios testimonia su fe amparado por el Sermón de la Montaña, viviendo con Cristo y dando cuenta de su Amor por los
desprotegidos. Atendamos a su propia voz:
“Yo siempre tuve sentido religioso en una acepción de los pobres. Yo no creo en una Iglesia que no ponga todo el acento en los pobres, en los humildes, en los desvalidos. No entiendo la vida sin el compromiso, uno se compromete siempre. Debe comprometerse con Dios, con la Patria, con los pobres. Tiene que asumir una cantidad de compromisos que son esenciales, a partir de los cuales se crean los valores que son los que sustentan una sociedad.
Una sociedad sin valores va al desfiladero”.
No sólo en sus libros poéticos, también en ensayos como
Testimonio Cristiano (1982) o
De Cara a la Vida(2013), Castiñeira de Dios ha sabido dar pregón de su raigal cristianismo, alejado de la heterodoxia católica, poco proclive a incidir en la problemática social de los más desamparados.
Y así rememora un pasaje de su infancia, marcada de pobreza, y el por qué de su poesía que clama por el prójimo desvalido o humillado: “Yo vengo de familia humilde, había vivido como hijo del almacenero del campo. Y la situación económica de la gente era muy mala, no había libertades ni mucho menos libertad de expresión. Delante de mis ojos, cuando tenía 12 años vi lo que hizo un patrón de estancia a un peón porque se le insolentó, según él, y lo único que hacía era pedir lo que le correspondía, le clavó con una horquilla contra una parva, y eso me quedó grabado. Cuando se produce la revolución militar, veo que el único que empieza a preocuparse por los pobres y desamparados, que es el leit motiv de mi poesía religiosa, era Perón…”
DOS POEMAS ANTOLOGABLES
De sus más de veinte libros publicados, destacamos los siguientes:
Del Ímpetu Dichoso(1942);
Las Antorchas (1954);
Cada Día su Pena (1960);
Del Amor para Siempre (1983);
De las cosas que pasaron cuando nació Nuestro Señor Jesucristo (1992);
De los Tiempos del Eclesiastés (1997);
Poesía Religiosa (Antología, 1999);
Poesías Navideñas (CD, 2003, con música de su hijo José Luis Castiñeira de Dios);
Poesía de un Militante (2007) o, finalmente,
Obra (Universidad Nacional de Lanús, 2009), que recoge toda su poesía publicada hasta entonces.
PLEGARIA EN LA NOCHE
Señor, que nunca me negaste nada,
nada te pido para mí, te pido
sólo por cada hermano dolorido,
por cada pobre de mi tierra amada.
Te pido por su pan y su jornada,
por su pena de pájaro vencido,
por su risa, su canto y su silbido,
hoy que la casa se quedó callada.
Te pido, con palabras de rodillas,
una migaja de tus maravillas,
un mendrugo de amor para sus manos,
una ilusión, sólo una puerta abierta;
hoy que la mesa se quedó desierta
y lloran, en la noche, mis hermanos.
GRACIAS, SEÑOR...
Gracias, Señor, porque a pesar de todo puedo allegarme hasta tu Nacimiento.
Traigo, tal vez, más penas que alegrías, como la dura vida de mi pueblo.
¿Cómo cantar cuando tus pobres lloran y ese dolor me está quemando el pecho?
¿Cómo cantar si es una inmensa herida la callada memoria de mis muertos?
Gracias, Señor, porque me das palabras para alabar tu gloria en nombre de ellos.
Gracias, Señor, porque te compadeces de las penurias de mis compañeros.
Y es que tu amor de Salvador nos salva y por salvarnos nos estás naciendo.
Sólo tu amor me hace cantar ahora, más allá del dolor y el sufrimiento.
Toda la noche, con su pampa oscura, te anuncia en esa estrella suspendida.
Templa el silencio su cordaje augusto y el tiempo desovilla sus fatigas.
Se oye el misterio de la Nochebuena y el milagro entre lágrimas se espiga.
¡Naces, Señor, para los ojos ciegos, para los miserables de esta vida!
¡Naces, Señor, para los oprimidos, para los mendicantes de justicia!
Y todos vienen de una fe remota: los manantiales de la Profecía.
¡Son mi pueblo, Señor, y son tu pueblo, mis hermanos que esperan al Mesías!
¡Son el cántico nuevo ante un pesebre, porque mi Dios ha obrado maravillas!
Traen, Señor, como una sola ofrenda, todas sus vidas de vivir cansadas.
Siguen la estrella de la Nochebuena porque cifran en ella su esperanza.
Largo ha sido el dolor, la pena, el miedo; todos tenemos lastimada el alma.
Pero a la luz de tu pesebre humilde sabemos que tu amor reúne y salva.
Gracias, Señor, porque nos naces dentro y somos el pesebre de tu Gracia.
Estás aquí en la humanidad del pueblo; danos pan y justicia y paz cristiana.
Danos la certidumbre de tu reino y libra a nuestro hogar de la desgracia.
Muchos van hacia ti, Señor, ya vamos a tu fiesta de pobres y de parias.
Sé que tu amor es una puerta abierta y entro con aleluyas al establo.
¡Salve, María, la agraciada, salve, porque nos das al Niño, el Esperado!
¡Salve, José, el obrero, varón justo, porque escuchaste al ángel del milagro!
¡Y Salve el asno, el buey y las ovejas porque el Señor los colocó a su lado!
¡Y Salve, mi Señor, porque has nacido para luchar por los desamparados!
Cúbrelos con tu amor y cada día dales el justo pan de su trabajo.
Cuida a mi patria de la desventura y a los míos otórgales tu amparo.
Y porque estás en la razón del pueblo seas siempre bendito y alabado.
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